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“Muchas medidas de flexibilidad en la empresa no cuestan necesariamente dinero”

El director de Eurofound, Juan Menéndez-Valdés, advierte de que el teletrabajo puede ayudar a conciliar la vida laboral y familiar pero es un arma de doble filo

Juan Menéndez-Valdés, director de Eurofund, en Bruselas en 2016.
Juan Menéndez-Valdés, director de Eurofund, en Bruselas en 2016.Juha ROININEN / EUP-IMAGES (EUP & IMAGES / Juha ROININEN)
Cecilia Jan

Juan Menéndez-Valdés (Lugo, 56 años) dirige desde hace 10 años Eurofound, la fundación de la Unión Europea dedicada a la mejora de las condiciones de vida y de trabajo, con sede en Dublín. Experto en el mercado laboral español ―pasó en España por los servicios públicos de empleo y por la patronal CEOE―, está a punto de hacer las maletas de vuelta, pues en diciembre acaba su mandato. Menéndez-Valdés asegura que le gusta el término corresponsabilidad: “Demuestra que todos tenemos una parte que poner, los individuos, tanto hombres como mujeres, las familias, las empresas, los Gobiernos”.

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La pandemia ha dejado el cuidado de niños, ancianos y enfermos en manos de las mujeres. Urge flexibilizar (de verdad) el trabajo y aportar recursos para que no retrocedamos décadas en igualdad

Pregunta. ¿Cómo está España en términos de conciliación respecto a otros países europeos?

Respuesta. En cuanto al número de horas trabajadas o diferencia entre hombres y mujeres, estamos en la media. En las encuestas decimos que hacemos algo más de trabajo doméstico. Es en la flexibilidad de horarios donde salimos particularmente mal: en España el 22% de los trabajadores declara que tiene flexibilidad, frente al 36% de la media europea o el 64% de los países nórdicos. Salimos algo por encima cuando se pregunta con qué facilidad podemos tomar un par de horas libres en el trabajo si surge alguna cuestión personal: el 68% considera que es fácil, frente a un 65% de la media europea. El teletrabajo es un arma de doble filo, aunque en general los que lo hacen declaran mejor conciliación.

P. ¿Qué países lo están haciendo bien?

R. En general los del norte de Europa. También hay muy buenos niveles de conciliación en Austria o Alemania, pero lo que ocurre ahí, en parte por tradición y en parte por su modelo de ayudas sociales, es que muchas mujeres interrumpen su vida laboral durante años cuando tienen hijos. En Holanda la mayor parte de la gente trabaja a tiempo parcial, y las mujeres en horarios más cortos. En Suecia hay otro tipo de ayudas y servicios sociales que permiten una mayor tasa de empleo femenina. Pero en la medida en que lo hacen con menos horas y en otras condiciones, afecta a la trayectoria profesional, lo que acaba repercutiendo en la brecha salarial.

P. ¿Qué falta en España para avanzar?

R. Lo primero que falta es empleo. El desempleo es la principal fuente de desigualdad y de pobreza. Lo segundo que falta son sistemas de organización más flexibles, la posibilidad de que los horarios de entrada y salida sean más variables según la situación de cada persona. Esto es más fácil en unos sectores y tamaños de empresa que en otros, pero es uno de los indicadores en los que se aprecian diferencias más altas. Y en los horarios: en España, por los usos sociales, hay una interrupción muy larga para comer que alarga todo el día.

P. ¿Qué ha supuesto la pandemia?

R. Los indicadores de conciliación, sobre todo en el pico de la pandemia, empeoraron en general. En España salimos peor en algunos indicadores: tanto hombres como mujeres se declaran mucho más preocupados por su trabajo, están mucho más cansados después, no encuentran tiempo suficiente para dedicar a su familia, y es peor normalmente para las mujeres. Y en España hombres y mujeres declaran haber dedicado más horas de trabajo doméstico y al cuidado de niños durante la pandemia. También ha habido un mayor impacto en riesgo de desempleo para la mujer.

P. ¿Cómo ha sido la experiencia del teletrabajo?

R. Creo que la experiencia en toda Europa ha sido frustrante en muchos aspectos, pero por otro ha sido enormemente positiva. La mayor parte de la gente que se ha visto forzada a teletrabajar valora positivamente la experiencia y declara que quiere seguir haciéndolo varios días a la semana. Pero trae problemas, porque la capacidad de concentrarte es distinta, hay interferencias con tu vida familiar, la frontera entre trabajo y vida privada se difumina. Tampoco tenemos las mejores condiciones, sobre todo en España y el sur de Europa, donde los pisos suelen ser pequeños. Los teletrabajadores declaran que concilian mejor, pero también muchos más problemas de estrés o por trabajar en su tiempo libre. Es una oportunidad, porque permite mucha más flexibilidad, pero plantea retos complicados.

P. ¿Qué coste tienen las medidas de conciliación que necesita España?

R. La buena noticia es que muchas de estas medidas ―de flexibilidad laboral, de mayor autonomía― son un tema de organización del trabajo, que no cuesta necesariamente dinero. Hay otras que requieren inversiones, como los servicios de cuidado, pero los temas de organización se pueden negociar en cada convenio colectivo. Aquí entra la corresponsabilidad, es una cuestión buena en principio, un win-win, son prácticas en las que ganan la empresa y el trabajador. El teletrabajo puede ser una de ellas; la flexibilidad laboral, otra.

P. ¿Por qué sigue la mujer asumiendo más carga en el hogar, incluso en países más avanzados?

R. Hay un patrón en todo el mundo animal, probablemente tanto cultural como instintivo, de dar a las mujeres un rol de mayor atención a los cuidados frente al rol cazador de los hombres. Eso se ve en el tipo de profesiones que eligen. Incluso en los países con mayor igualdad, como Suecia, las mujeres siguen siendo más médicas y los hombres más ingenieros. Y como maternidad y paternidad son una cuestión social, lo que no es justo es hacérselo pagar solo a las mujeres. También el cuidado de los mayores es una carga social que recae más en ellas. Es importante que si es un problema social, la sociedad se dote de servicios, ayudas y mecanismos compensatorios, de minimización de los daños colaterales. Se trata de que las decisiones que se tomen no supongan una penalización a lo largo de toda la vida laboral y más allá, pues se extiende también a la vida como pensionistas.

P. ¿Puede ser el envejecimiento de la población una oportunidad de creación de empleo?

R. Espero que hayamos aprendido algo de lo que ha pasado en las residencias. Es un problema de España, y general, que los cuidadores son considerados trabajadores de poca cualificación, de poco prestigio social, y con peores condiciones, empezando por el salario. Si quieres tener centros de cuidado necesitas a personas más cualificadas, más motivadas, y eso cuesta dinero. El cuidado de personas dependientes tras la pandemia va a seguir siendo un reto, y un área de potencial crecimiento económico. La sociedad debe pensar qué respuestas dar. Hay que hacer más esfuerzos e inversiones, pero la cuestión está en dónde invertimos, de dónde lo sacamos y de dónde recortamos.

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Sobre la firma

Cecilia Jan
Periodista de EL PAÍS desde 2004, ahora en Planeta Futuro. Ha trabajado en Internacional, Portada, Sociedad y Edición, y escrito de literatura infantil y juvenil. Creó el blog De Mamas & De Papas (M&P) y es autora de 'Cosas que nadie te contó antes de tener hijos' (Planeta). Licenciada en Derecho y Empresariales y máster UAM/EL PAÍS.

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