Los cursos sobre ETA de la Comunidad de Madrid: una experiencia desdichada. Sectarismo y ausencia de rigor
Los conferenciantes deben hacer pedagogía para que la historia no se repita. Pero hay que hacerlo bien. Con buena información y sin sesgos partidistas sectarios

Como ya se sabe, la enseñanza de nuestro pasado cercano y turbio, como fueron el régimen franquista y ETA, presenta unos déficits considerables. Sigue habiendo muy limitada información sobre ambos temas en las aulas de toda España. Por ello es de agradecer que se multipliquen iniciativas pedagógicas sobre estos temas tan controvertidos de nuestro pasado, sobre todo, entre las jóvenes generaciones, como es este caso de algunos centros financiados con dinero público en la Comunidad de Madrid.
Pero su puesta en práctica en las aulas no puede improvisarse. Sus participantes ―sean docentes o víctimas― deben pasar por una preparación previa con expertos y deben ser muy rigurosos con el tratamiento de la información histórica. Esta experiencia ya se está aplicando con cierto éxito en algunas comunidades autónomas. Pero no es esto lo que acabamos de conocer en la Comunidad de Madrid.
La presunta educadora, en este caso víctima del terrorismo, empieza por desconocer datos básicos. No fueron el 80% de las víctimas del terrorismo etarra las asesinadas durante la Transición y la democracia, como ella dice. Fueron bastantes más: casi el 95%. Es decir, que solo el 5% de los asesinatos de ETA fueron en la dictadura franquista. Tampoco es muy riguroso decir que ETA mató a “unos cientos de personas”. La cifra está tasada: 853.
Tampoco resulta riguroso, como la conferenciante hace, comparar la Guerra Civil con ETA para decir que una duró tres años mientras ETA, 52. Puestos a comparar, ya que estaba hablando de asesinatos en el tiempo, sería más lógico hacerlo los del régimen franquista, que duró 36 años, con los de ETA, 44 desde que empezó hasta que acabó el terrorismo. Pero del régimen franquista no habla y, evidentemente, tampoco de los millares de asesinatos que cometió terminada la Guerra Civil.
ETA, que es el monotema de la conferenciante, fue ciertamente una organización criminal, que intentó imponer su ideología nacionalista radical y lograr el derecho a la autodeterminación del País Vasco a través del asesinato de sus oponentes no nacionalistas. Hasta 853 víctimas mortales, como hemos dicho, entre 1968 y 2011.
Los docentes deben hacer pedagogía con ello para que la historia no se repita. Pero hay que hacerlo bien. Con buena información y sin sesgos partidistas sectarios. En el caso de la conferenciante también ha habido sectarismo partidista. Decir que Bildu es ETA, en línea con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, José María Aznar o Jaime Mayor, no es riguroso. Bildu y su núcleo duro, Sortu, son legales y reconocidos por los tribunales españoles porque en sus estatutos rechaza el terrorismo, incluido el de ETA.
Bildu, por tanto, no es ETA, aunque Sortu tiene pendiente una autocrítica por su pasada complicidad con ETA. También ignora que el Pacto de Ajuria Enea de 1988 ―suscrito entre otros por CDS y AP― y la resolución del Congreso de 2005 decidieron que si la izquierda abertzale rechazaba la violencia y desaparecía ETA podría estar en el juego político. Es lo que ha sucedido. Como también ha sucedido, con la abierta discrepancia de la conferenciante, que, una vez desaparecido el terrorismo y ETA, sus presos cumplan su condena cerca de sus familias, siguiendo la política de reinserción, acordada en los pactos democráticos y que Aznar cuando fue presidente del Gobierno practicó exhaustivamente. No es de extrañar que organizaciones y sindicatos de docentes discrepen de esta experiencia sui géneris.
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