En busca de planes por San Valentín en Madrid: de crear juntos una taza a un restaurante romántico
Crush, una peluquería para hacerse las uñas y el pelo antes de una gran cita, es otro lugar ideal para celebrar el amor este fin de semana
Como San Valentín cae este año en viernes, Madrid te enreda ha diseñado un recorrido completo con tres planes para tener una cita con una gran amiga, un posible amor o la pareja del momento. Todo es válido como excusa para pasar una noche a la madrileña en el mes de los enamorados. Aunque hay quien argumenta, puede que con razón, que el amor lo han inventado los grandes almacenes, en esta sección creemos que cualquier fecha que rinda tributo a crear vínculos merece ser celebrada. Al fin y al cabo, ¿quién puede definir algo tan abstracto como el amor? ¿No es tarea de cada uno encontrar su propia respuesta? Para animar la búsqueda, aquí va un plan bien completo.
Madrid no es París, pero sabe jugar bien sus cartas. Empezamos en la plaza de Tirso de Molina tomando un café para entrar en calor. De ahí, primera parada: Crush, una peluquería para hacerse las uñas y el pelo antes de una gran cita. Después, la tarde sigue en Mio Amore, un espacio donde crear de cero una taza y pintarla se convierte en el pretexto perfecto para soltar la creatividad entre risas y miradas. Para cerrar la noche, Li-Onna espera con su ambiente íntimo y su luz tenue: el lugar ideal para brindar y alargar la conversación.
Primera parada: el pelo y las uñas
Crush (en la calle de la Colegiata, 4) es el lugar ideal para arreglarse antes de empezar el recorrido de San Valentín. Un espacio pensado tanto para hombres como para mujeres, porque tener buen aspecto es hoy importante para todo el mundo. “Aquí no hay cortes estándar ni colores aburridos: cada visita es una experiencia personalizada para salir sintiéndote bien contigo mismo”, asegura Alberto Insausti, director ejecutivo de Crush.
“Queríamos un sitio donde la gente se sintiera libre de experimentar con su imagen, que no tuvieran miedo a arrepentirse”, cuenta Insausti. Y lo ha conseguido. En su peluquería, lo mismo aterriza alguien en busca de unas ondas relajadas para una cita especial que quien decide que San Valentín es el momento perfecto para un flequillo cortina o un cambio de color atrevido.
“Siempre hay una conversación previa para entender qué busca cada persona y que salga contenta”, explica. Con bebida en mano y atención personalizada, es una experiencia ideal para comenzar a celebrar el amor. Los precios varían según el servicio, pero un corte ronda los 25 euros.
Segunda parada: una tarde haciendo recuerdos juntos
Mio Amore (en la calle del Duque de Liria, 7) es un lugar donde la prisa no existe. Entre pinceles, cerámica y colores vibrantes, Sofía Lembeye ha creado un espacio donde cualquiera puede hacer una pausa y conectar con su lado más creativo. Su taller de cerámica para crear y pintar una taza es el plan perfecto para una cita de San Valentín: diferente, divertido y, lo mejor, tan inmarcesible como las flores de sus dibujos.
“Al principio, la gente viene con miedo al pincel, como si les fuera a morder”, dice Lembeye. Pero el taller está diseñado para que todo el mundo disfrute: cada persona elige su diseño, sus colores y, con algunas indicaciones básicas, empieza a modelar y luego a dar pinceladas. No se trata de hacer la taza perfecta, sino de dejarse llevar.
El ambiente es relajado, con gente que va sola, en pareja o en grupo. Hay quien sigue un diseño meticuloso y quien improvisa sobre la marcha. “Siempre hay alguien que descubre que le gusta más de lo que pensaba”, cuenta Lembeye. Una vez terminada, la taza se hornea para fijar los colores y queda lista para acompañar desayunos y meriendas con un toque personal. Un plan sencillo pero especial, con un precio medio de 35 euros por persona. Hay que reservar.
Tercera parada: una cena ideal
Li-Onna (situado en Recoletos, 1) es la última parada perfecta para una cita de San Valentín que quiere ir más allá de lo típico. Un restaurante donde la cocina japonesa se encuentra con los sabores vibrantes de Latinoamérica, creando una experiencia gastronómica que mezcla lo mejor de ambos mundos. “La única manera en que podíamos hacerlo era traspasar fronteras y ponernos el mayor reto al que nos hayamos enfrentado jamás... Aterrizar en otro país, en otro continente”, asegura su portavoz.
En el restaurante hay dos opciones: ir de día y disfrutar de la barra de sushi con la luz del sol entrando por los ventanales, o reservar por la noche en la planta baja y dejarse envolver por la magia del ambiente. Con su iluminación tenue y el rojo que domina el espacio, este rincón se convierte en el escenario perfecto para inmortalizar la cita con las mejores fotos. “La misión de Li-Onna es superar expectativas”, explica el portavoz.
Las noches de los viernes y sábados son las más animadas, con un público que busca disfrutar sin prisas. Aunque siempre se puede probar suerte sin reserva, lo recomendable es asegurar sitio con antelación. El ticket medio ronda los 50 euros.
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