Cómo una de las últimas fábricas de ropa en Vallecas acabó troceada en 14 pisos turísticos
Hubo una era en los noventa en que esta zona humilde de Madrid se convirtió en un referente de la industria textil. Ahora, el negocio está en el hospedaje para los turistas con poco presupuesto y los inmigrantes recién llegados
Así está cambiando Vallecas: Hace tres años la familia que controlaba una de las últimas fábricas de ropa en la zona más pobre de Madrid puso en venta su edificio de cinco plantas en una calle estrecha donde se mezclan comercios y pisos. Los inversores, oliendo el dinero que podrían ganar si reconvertían el inmueble en viviendas, corrieron a la puerta para examinar in situ el local. Desencantados, se marchaban al comprobar que el cambio de uso no era fácil. Había poco espacio para dividir la finca de 370 metros cuadrados e instalar un ascensor. Finalmente, los propietarios se lo vendieron a un frutero del barrio, que les dijo que lo iba a usar como almacén.
Los dueños de la fábrica, Gotas Difusión de Modas, se trasladaron a un polígono en el vecino municipio de Rivas-Vaciamadrid. El hijo de Ángel Pérez, el fundador, es Roberto, que cuenta al teléfono que abrieron ese taller a finales de los 90 y desde ahí confeccionaban y distribuían ropa de mujer. Era la época del “hecho en Vallecas”. Unos 50 talleres se instalaron en la zona y rivalizaban con el dominio catalán en el sector textil. La facturación anual del gremio vallecano superaba los 15.000 millones de pesetas (90 millones de euros, a precios de entonces). Los Pérez habían perdido la pista de qué había pasado con el inmueble. Contactado por este periódico, Roberto apenas puede creerse que ese pequeño espacio haya acabado desmembrado en 14 alojamientos para viajeros. Por medio de WhatsApp responde al ver las fotos y los anuncios en Booking: “Hay zonas que las reconozco, pero me parece sorprendente”.
El frutero, o más bien exfrutero, responde al nombre de Jawad y tiene 40 años. Responde al teléfono desde Valencia, donde está haciendo obras en otro edificio que pretende destinar también a hostal. Cuenta que ha hecho lo que están haciendo muchos otros en Vallecas, en Madrid, en España o en Europa: “¿Qué problema hay?”, contesta. “Me gusta este sector y estoy empezando en ello. Soy joven y emprendedor y si veo una oportunidad de negocio la sigo. Tú también puedes. Hay que seguir para adelante”.
—¿Has abandonado la fruta porque este negocio es más rentable?
—También la fruta es rentable. Depende de si te gusta o no. Todos los trabajos son duros. Aunque estés en una oficina ocho horas.
Asegura que ha conseguido una licencia para hostal. En la base de datos de urbanismo del Ayuntamiento de Madrid, Conex, no aparece ninguna solicitud al respecto (el último trámite para ese edificio data de 1995).
El edificio reconvertido se encuentra en la calle Julia Mediavilla 7, no muy lejos de la M-30, la frontera que separa a esta zona humilde del Madrid rico. Vallecas ha ofrecido durante mucho tiempo abundante vivienda asequible a las clases más necesitadas, pero su parque inmobiliario está sufriendo una rápida transformación. Puente de Vallecas es el distrito que ha perdido más vivienda para uso familiar en la última década, 6.685, según un informe de Más Madrid, el principal partido de la oposición al alcalde del PP, José Luis Martínez-Almeida. El desvío de estos pisos al mercado del turismo perjudica seriamente a los vecinos: alquilar para vivir cuesta un 26% más que hace tres años. El descontento ha llevado a algunos vallecanos a movilizarse: Gracias a un trabajo de campo vecinal, este periódico ha conocido el caso de esta vieja fábrica y otras reconversiones que están transformando estos barrios.
El antiguo frutero tiene razón en una cosa. Inversores de todo tipo están repartiéndose el mapa de Vallecas para ponerlo al servicio de los turistas. La catalana Olala Homes, controlada por el israelí Ittai Savran ha adquirido ocho edificios completos para dedicarlos al negocio de los pisos turísticos. Turistas jóvenes o con bajo presupuesto eligen este distrito porque encuentran precios asequibles y tienen el centro a tan solo tres paradas de metro.
28 euros la noche
El emprendedor de Julia Mediavilla 7 ha bautizado el edificio como “Alojamiento Mediavilla”. El exterior es una fachada de piedra ocre y ventanas con barrotes de metal. Es imposible encontrar señal alguna de su uso turístico. Solo al abrir el portón metálico azul el visitante encuentra en una pared de un lobby diminuto pequeñas cajas fuertes donde pueden recoger las llaves para 14 estancias, tras introducir una contraseña numérica. Quienes han estado dentro cuentan que los pisos están separados por tabiques de pladur. En Booking, los usuarios se quejan de muchos inconveniente: chinches, ducha compartida, ruido, suciedad, manchas en las paredes y las sábanas... Pero destacan dos cosas: Alojamiento Mediavilla es barato, muy barato, y está muy cerca del centro.
Este miércoles al mediodía, varios de los inquilinos que salían y entraban eran inmigrantes recién llegados a Madrid. Una rumana decía que pasaría aquí la noche por 28 euros. Una pareja de Perú que portaba un carrito con dos bebés mellizos de un mes y que llevaban varias jornadas en el inmueble habían pagado entre 40 y 50 euros.
Tres puertas más arriba, un transportista recoge la mercancía de otro taller textil donde un grupo de asiáticos trabajan encorvados en máquinas de coser. El camionero es un vallecano de toda la vida, José María (no quiere dar su apellido) que ha visto en primera línea cómo ha cambiado Vallecas. Muchos fabricantes de ropa “volaron” hacia áreas más periféricas, como el polígono de Aguacate, en Carabanchel. Un motivo clave es que las angostas calles vallecanas hacían demasiado incómoda la carga y descarga.
Junto a la puerta de chapa del taller, José María opina sobre lo nuevo, los pisos turísticos, un fenómeno que a él no le afecta directamente por ser propietario, pero que está amargando a sus vecinos: “Ahora es la hostia para conseguir un alquiler. Cada vez están más caros y ves dos o más familias metidas en el mismo piso”. Y se encoge de hombros, resignado ante un cambio en apariencia imparable: “Es lo que hay ahora”.
¿Tienes más información? Escribe al autor a fpeinado@elpais.es o fernandopeinado@protonmail.com
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