¿Cuántas piscinas de comunidad hay en los barrios de Madrid? De una por cada 200 vecinos a una por cada 45.000
La capital cuenta con 2.761 vasos pertenecientes a urbanizaciones que se concentran en la zona norte y en los ensanches. En el centro apenas hay posibilidad de un chapuzón, ni público ni privado
Si se mira el mapa, el centro de Madrid es un auténtico desierto que se va llenando de oasis conforme avanza hacia la periferia, especialmente hacia el norte. Este es el Madrid de las piscinas comunitarias, las de las urbanizaciones, que tiñe la vista de azul en los distritos de toda la vida como Chamartín y Fuencarral-El Pardo y en los de construcción más reciente, como el Ensanche de Vallecas. Por el contrario, baña de un naranja árido el centro y los barrios del suroeste de la ciudad, entre los que se encuentran algunos con menor renta y de edificaciones más antiguas. En la ciudad de Madrid hay 2.761 piscinas de comunidad de vecinos, según datos municipales. El barrio con más piscinas comunitarias por habitante es Nueva España, en Chamartín, en el que hay una para cada 201 vecinos. Por el contrario, hay casos como Vista Alegre, en Carabanchel, donde hay un vaso para cada 7.900. O como San Diego, en Puente de Vallecas, donde hay una sola piscina comunitaria para los 45.000 vecinos del barrio.
Madrid capital llevaba 32 años sin inaugurar una pileta municipal hasta que este mayo abrió sus puertas la de Barajas y, en agosto, la de Tetuán. Después de estas dos inauguraciones, hay 24 instalaciones públicas funcionando en una ciudad de 3,2 millones de habitantes, una por cada 146.500 residentes en la capital. A esta altísima ratio se suma que están desigualmente repartidas y cinco de los 21 distritos carecen de ellas: Centro, Retiro ―que sí cuenta con las piscinas del Mundial 86, de la Comunidad de Madrid―, Salamanca, Chamartín y Chamberí ―hay una pequeña instalación en el centro deportivo Vallehermoso y las piscinas del Canal, también de titularidad regional―.
Y no la va a haber. “En ninguno de estos cinco distritos hay identificada ninguna parcela municipal con las características necesarias para construir uno de estos recintos”, admite el Área de Obras y Equipamientos. Otro factor es el mal estado en el que se encuentran. “Las piscinas de verano tienen una edad media de 40 años y eso se viene notando tanto en los vasos de piscina, como en las zonas aledañas y en la compleja maquinaria que requieren para su funcionamiento. Desde 2019, contando con la inversión prevista para este año, se han invertido 44 millones de euros en reformas de piscinas de verano, habiendo intervenido ya en más de la mitad de los recintos existentes”, asegura Obras. Esas reformas hacen que muchos barrios se enfrenten a largos veranos sin piscina. Este año, no han abierto ni un solo día Peñuelas (Arganzuela), Vicente del Bosque (Fuencarral-El Pardo), Luis Aragonés (Hortaleza) y Vallecas (Puente de Vallecas).
Con estos datos, disponer de un espacio de baño en la comunidad de vecinos supone un elemento diferencial a la hora de soportar los 40 grados a los que puede llegar, y con más frecuencia llega, la capital en julio y agosto. Sobre todo porque, de momento, no habrá más infraestructuras públicas. “A día de hoy no está prevista la construcción de nuevas piscinas municipales de verano en la ciudad de Madrid”, confirma Obras y Equipamientos.
Álex Alonso, informático de 60 años, tuvo claro a la hora de buscar una casa que quería que se encontrara en una urbanización. Era lo que más se acomodaba a su estilo de vida y a sus desplazamientos laborales. Y además, la buscó con piscina. “Lo queríamos así porque nos gusta hacer deporte y porque nos da una oportunidad de relacionarnos con los vecinos y soportar los veranos cada vez más calurosos de Madrid”, explica. En este 2024, España lleva cuatro alertas por olas de calor declaradas por la Agencia Estatal de Meteorología, dos de ellas especialmente duras en la zona centro.
Los barrios que han servido para ampliar Madrid, los conocidos como PAU (Programa de Actuación Urbanística) actúan como una frontera con las zonas consolidadas, también en lo que se refiere a chapuzones. Por ejemplo, el barrio de Buenavista hace que suba la media de piscinas comunitarias en el distrito de Carabanchel. Esta zona está compuesta por un entramado de viviendas unifamiliares y adosados que se agrupan en urbanizaciones.
Allí hay un vaso para cada 646 habitantes. Si se camina unos pasos, hasta el barrio adyacente de Vista Alegre, sin salir de Carabanchel, solo hay seis piletas para 47.700 vecinos, una para cada 7.900 ciudadanos. En el caso de la zona sureste, el Ensanche de Vallecas cuenta con 116 vasos, uno para cada 460 habitantes. Si sumamos las que hay en los barrios que rodean el PAU y que forman Villa de Vallecas —Casco Histórico y Santa Eugenia—, hay 25, una para cada 1.832 vecinos.
Las asociaciones vecinales critican la carencia de espacios públicos de baño desde hace años, para ellos es casi una cuestión ideológica. “El modelo de Madrid está encaminado a que tengamos piscinas privadas. En la situación climática en la que nos encontramos, sería lógico invertir en más espacios que actúen como refugio y ahí entran las instalaciones públicas. Sobre todo para las personas con rentas más bajas”, comentaba Enrique Villalobos, presidente de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid a EL PAÍS sobre la escasez de piscinas municipales.
Ana Terra Amorim-Maia, ingeniera ambiental e investigadora del Basque Centre for Climate Change, asegura que las piscinas, además del elemento térmico, son un factor de socialización, especialmente para las personas que viven solas en las grandes ciudades. “Además, deben ser inclusivas y acoger a diferentes perfiles, de este modo pueden constituir un lugar en el que construir redes de apoyo”, señala la experta al teléfono.
Manuel Franco, profesor e investigador en Epidemiología y Salud Pública, apuntaba en un artículo publicado en EL PAÍS cómo el urbanismo puede afectar incluso a la salud mental y se apoyaba en diversos estudios. El experto especificaba, por ejemplo, que durante las olas de calor el riesgo de suicidio aumenta un 18% y también suben los ingresos hospitalarios en psiquiatría.
En este escenario de pocas posibilidades de baño, a menudo surgen tensiones para conseguir entradas e incluso el año pasado se acusó a un grupo de padres del distrito de Arganzuela de acaparar todas las entradas del centro deportivo público del barrio. Este año no existe ese problema porque esa fue una de las cuatro piscinas que cerró al inicio de la época estival para empezar unas obras de reforma. En la misma situación está la de Puente de Vallecas y la Luis Aragonés, en el distrito de Hortaleza, que lleva clausurada tres años.
Si tener una piscina en la urbanización es un tesoro, este es más preciado aún para las familias con niños. “La piscina te permite socializar y llevarte muy bien con otros vecinos, aunque también hay que tener en cuenta que puede ser un elemento de tensión”, comenta medio en serio medio en broma Juan F., vecino de 41 años en una urbanización del Ensanche de Vallecas. “Yo no la uso mucho, pero es verdad que a mis hijos les encanta, así que eso te obliga a bajar más y al final la acabas disfrutando porque supone una actividad más que compartir con ellos”, reconoce.
El centro es prácticamente una estepa en el que resulta casi imposible encontrar una manchita azul en la vista aérea. En todo el barrio de Palacio solo hay una solitaria pileta en la calle Segovia, en el de Justicia, hay dos. Es algo normal, considerando la trama habitual de los centros de las ciudades, con menos espacio y construcciones más antiguas. La mala noticia para los vecinos de esta zona es que tampoco disponen de ninguna instalación pública.
La vulnerabilidad económica también afecta al modo en el que una familia puede afrontar los episodios meteorológicos extremos, como pueden ser las olas de calor y de frío. En España, uno de cada tres hogares con menores no puede permitirse ni una semana de vacaciones al año, según la última Encuesta de condiciones de vida elaborada por el Instituto Nacional de Estadística. Esta cifra apenas ha variado desde 2017. Desde que empiezan a subir los termómetros, las fuentes del parque de Madrid Río se llenan de pequeños y algunos mayores, que juegan con los chorros bajo el sol que llega a asfixiar en los meses centrales del verano. Esa es la manera de sobrellevar el calor de muchas familias humildes de Madrid.
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