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Máximo aforo e incertidumbre en la tercera semana de la acampada por Gaza en Madrid

Los estudiantes del campamento de la Universidad Complutense, que ya supera las 250 tiendas, piden a los vicerrectores que retomen el diálogo para buscar una salida a la protesta

'Performance' de los estudiantes acampados por Gaza en Madrid, durante la rueda de prensa de este martes.
'Performance' de los estudiantes acampados por Gaza en Madrid, durante la rueda de prensa de este martes.Juan José Martínez
Juan José Martínez

La rueda de prensa estaba convocada a las 12.00 de este martes, pero ha comenzado 10 minutos después y no precisamente como una cita ordinaria con los periodistas. En la performance han participado una veintena de estudiantes con el rostro cubierto por kufiyas ―el pañuelo tradicional de Oriente Próximo―, que se han tumbado frente la mesa reservada a los portavoces. Querían simular su muerte, como si hubiesen perecido a causa de un bombardeo. Han entrado con una timidez que delataba su falta de experiencia en las artes escénicas pero, tras un par de instrucciones, la representación ha cobrado credibilidad. “Juntaos más, e incluso poneos unos encima de otros”, ordenaba la voz encargada de pulir la escenografía.

Después, frente a la pila de pseudo cadáveres, dos portavoces del Bloque Interuniversitario por Palestina han leído una declaración: “Queremos denunciar la ruptura unilateral de las negociaciones por parte del equipo rectoral de las universidades públicas madrileñas”. Se referían al golpe en la mesa de los vicerrectores de estudiantes de las Universidades públicas de Madrid, después de que una parte de los alumnos acampados por Gaza desde el 7 de mayo ocupara el viernes el Edificio de Estudiantes de la Universidad Complutense (UCM), mientras una delegación estudiantil discutía en ese inmueble con la cúpula de la academia.

Los estudiantes no sospecharon que la toma del vicerrectorado de la UCM llevaría a la paralización de la mesa de diálogo. “No debió haber ocurrido la ruptura de relaciones”, ha opinado Blanca Martínez, una de las jóvenes más activas en el campamento, quien defiende la ocupación del edificio como una medida “normal” en el contexto de “crispación” que han dejado dos semanas de acampada sin respuestas satisfactorias para los alumnos. Los jóvenes aseguran haber intentado “por todas las vías” retomar el diálogo, pero no ha sido posible. “Queremos que continúen las reuniones porque es la forma de ejercer presión”, ha dicho la portavoz estudiantil.

Asamblea general en la acampada por Palestina de la Ciudad Universitaria, el 14 de mayo.
Asamblea general en la acampada por Palestina de la Ciudad Universitaria, el 14 de mayo.César Vallejo Rodríguez

Los vicerrectores, aún dolidos por lo que consideran la violación de una línea roja, no han decidido si retomar, o no, las conversaciones. Rosa de la Fuente, vicerrectora de estudiantes de la UCM, estaba adentro del edificio cuando entraron los estudiantes. “No entendemos qué pasó, fue una lamentable sorpresa lo ocurrido el viernes. Sin dejarnos hablar, ni poder avanzar nada del trabajo hecho, se ocupa el edificio de forma violenta, arrollando a la seguridad, sin ningún sentido político, rompiendo unilateralmente el diálogo al saltarse una línea roja consensuada entre la acampada y la vicerrectoría de estudiantes de la UCM”, ha explicado.

Una postura similar sostiene su homólogo de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Javier Oubiña, para quien “la confianza se ha visto afectada” por los hechos del viernes. El vicerrector ha aclarado que algunos colectivos de su universidad, adheridos al campamento, pero en contra de la irrupción, le han ofrecido disculpas después de la ocupación. “Lo atribuyen a un error de descoordinación”, ha detallado.

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Para De la Fuente, la reapertura del canal de diálogo con la acampada depende principalmente de los estudiantes. “Son ellos los que deben mostrar que quieren hacer las cosas de otra manera, que entienden que se equivocaron y que quieren volver a la vía del diálogo”, afirma la vicerrectora de la UCM, que incide en el hecho de que, mientras algunos colectivos “han pedido perdón y disculpas”, otros “cargan en las universidades la responsabilidad de la ruptura y no entienden la gravedad de los hechos”.

Pero las disculpas públicas que esperan los vicerrectores no son una opción para los estudiantes. “No tiene sentido pedir perdón, porque las universidades están siendo cómplices de un genocidio y está en sus manos romper con el sionismo. Ya es ver cómo avanzamos a partir de ahora”, ha propuesto la estudiante Martínez. Los alumnos exigen a los rectorados la ruptura de todas las relaciones con los centros de investigación y educativos en Israel ―ya lo hicieron las universidades de Granada y Jaén la semana pasada y la Universidad de Barcelona este miércoles―, así como las empresas privadas que negocian con el Gobierno de Netanyahu, entre las que mencionan al banco Santander, Amazon, Repsol o Iberdrola.

Oubiña entiende que los centros de enseñanza deben “revisar los convenios con universidades y centros de investigación que no hayan condenado la violencia”. Pero el tema de las empresas “va más allá”, continua el vicerrector de la UAM, ya que “es más difícil establecer estos vínculos [con el Gobierno de Israel] y las relaciones no son tan claras”. Además, el vicerrector subraya que “las empresas subvencionan muchos programas que tienen las universidades”, otra razón por la que considera que “hay que tener cuidado” al tomar estás decisiones “que afectan negativamente al estudiantado”. En la misma línea, De la Fuente ha declarado sobre la petición de los alumnos: “Quieren que asumamos sus posiciones como si no tuvieran consecuencias políticas, jurídicas y económicas”.

Los vicerrectores tienen como marco el comunicado del 9 de mayo de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), que expresaba un compromiso de “revisar y, en su caso, suspender los acuerdos de colaboración con universidades y centros de investigación israelíes que no hayan expresado un firme compromiso con la paz y el cumplimiento del derecho internacional humanitario”.

Pero los estudiantes en la acampada insisten en que es insuficiente y que solo pretende desmovilizar la manifestación. Aunque para el vicerrector de estudiantes de la UAM, el documento “ofrece más margen de maniobra que el que parece”. “El problema es que se está percibiendo que la CRUE no permite hacer determinadas cuestiones que a lo mejor sí que están permitidas”, ha deslizado.

En este contexto de posiciones encontradas ―o mejor, colisionadas― los profesores, que se han perfilado como interlocurores entre los estudiantes y el rectorado, han entendido su rol para el reestablecimiento del diálogo. Son el hilo del que pende la relación entre los unos y los otros. Eva Aladro, profesora de la UCM, ha explicado: “Hemos hecho unas tentativas de hablar [con el Vicerrectorado], pero es verdad que el impacto de la ocupación del viernes, probablemente erróneo, ha hecho mella”.

Aunque la docente entiende que la toma del edificio de la UCM fue una “metedura de pata”, ha hecho un llamado a la cúpula universitaria para que vea la acampada “no como una enemiga, sino como una amiga, lo que pasa es que un poco joven y, a veces, imprudente”. Así lo entiende el vicerrectorado de la UAM: “La pena de esto es que las universidades compartimos gran parte del espíritu que ellos [los estudiantes] defienden, pero no podemos llegar a todo lo que nos piden”.

Un campamento que no para de crecer

La acampada por Palestina en Ciudad Universitaria en Madrid, en una imagen tomada el 14 de mayo, suma más de 250 carpas.
La acampada por Palestina en Ciudad Universitaria en Madrid, en una imagen tomada el 14 de mayo, suma más de 250 carpas.CÉSAR VALLEJO RODRÍGUEZ

El asentamiento, que comenzó con algunas tiendas colocadas en la margen izquierda del Edificio de Estudiantes de la UCM, ha ido ocupando todo el antejardin hasta devorarlo por completo. La primera noche eran poco más de 50 carpas; hoy son al menos 255, según el conteo de este diario. Desde hace una semana que no hay espacio para una carpa más, así que los nuevos integrantes han tenido que levantar su tienda al otro lado de la avenida Complutense. Poco ha disuadido la temporada de exámenes, aunque muchos de ellos se juegan la beca. Eso sí, algunos estudiantes se han declarado cansados, al tener que compaginar los estudios con las labores de vigilancia, cocina o logística que demanda el campamento.

Los profesores se han ofrecido a echar una mano con las tareas. José Luis Ledesma, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM, se ha apuntado como voluntario para las rondas nocturnas de seguridad. Comenzó el lunes. Fue una noche larga, pero emotiva. “Una estudiante me vio con el brazalete y me dijo ‘gracias por cuidarnos”, ha narrado sonriente el docente de Historia de los Movimientos Sociales, que ha vivido las acampadas del 0,7 en otoño de 1994― la primera ocupación prolongada del espacio público en Madrid como una forma de protesta– y la del 15-M.

Sobre este tercer campamento, que ahora vive como profesor, ha expresado: “Están mostrando una madurez que no teníamos en el 94 y en el 15-M. Han aprendido de experiencias anteriores, replicando los aciertos y corriegiendo los errores. Es emocionante escucharlos en las asambleas”. 

El campamento es un ente en constante mutación. Si algunos se marchan, ojerosos y maltrechos; otros vienen enérgicos y bien lavados, con bolsas repletas de mantas y comida. Entre la salida y la puesta del sol, talleres de árabe, historia, oratoria y primeros auxilios se mezclan con las sesiones de estudio, la preparación de los alimentos y hasta conciertos ―como los de Rozalén y Marwán―. Labores a las que, ahora, se añade una de sumo cuidado: reestablecer la mesa de diálogo con los rectorados.

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