El niño de la tele y la casa del cinturón: más de 300 niños atendidos al año en Madrid por maltrato
Los servicios municipales de emergencias duplican los expedientes de niños en situación de riesgo en los últimos años, la mayoría de ellos por violencia física, seguida de la emocional y el abandono
El aviso llega como muchos otros, en medio de la noche. Una descripción simple y directa, en pocas palabras, de una situación mucho más compleja. Una posible situación de violencia en un domicilio en la que hay una mujer herida. Los servicios de emergencias se trasladan al domicilio ubicado en la zona este de Madrid. Cuando llegan, encuentran a una pareja, con un estado muy alto de intoxicación etílica, en medio de la discusión, el hombre ha agredido a la mujer con una botella rota y le ha provocado heridas graves. El equipo sanitario se centra en atender la urgencia médica, pero cuando acaban, otro residente en la casa les indica que tienen un hijo. Comienza la búsqueda por la vivienda, pero el niño no aparece. Finalmente abren una puerta y allí, delante de una enorme televisión que contrasta con la escasez del resto del domicilio, se encuentra el niño de nueve años, ajeno a la violencia que se acaba de vivir en el salón.
“Él había visto todo, pero, como otras veces que había pasado, se metió en la habitación a ver la tele para aislarse de todo. Esa era su rutina”, explica Isabel Casado, la médica del Samur responsable del seguimiento de los menores en los casos en los que intervienen las emergencias sanitarias. Ese es el origen de muchas de las intervenciones con menores, asistencias médicas, que acaban derivando en una intervención social. “No podíamos dejar al niño solo, el padre era el agresor y se lo llevaban detenido y la madre ingresaba en el hospital. Así que iniciamos el protocolo de protección y esa misma noche buscamos a un familiar con el que pudiera quedarse”, explica Casado. El protocolo que se activa incluye a los agentes tutores de la policía municipal, los servicios sociales y los centros de atención a la infancia.
Este es uno de los más de 300 expedientes por maltrato o abandono de menores que tramitan los servicios de emergencias municipales, según los datos del Samur. En concreto, en 2022 esta cifra ascendió a 324, casi uno al día. El pico se alcanzó en 2019 con 332. En 2008, el primer año desde que hay registros de estos expedientes fueron 176. “Al principio no había tanta concienciación de que si vas a una emergencia sanitaria no te puedes quedar ahí, tienes que actuar también en lo que a rodea, pero con los años ha calado esa idea. Es como con la violencia de género, ha ido dejando de verse como algo privado”, apunta Casado. Desde 2008 han sido más de 3.319 menores atendidos por una posible situación de riesgo.
Este es el sistema de detección de maltrato infantil, una violencia con las víctimas más vulnerables posibles y que se desarrolla, casi siempre, en la intimidad de la familia. El radar que localiza a estos menores y los incorpora a un sistema con recursos limitados que desde ese momento tiene la responsabilidad de protegerlos. “Por nuestras intervenciones, somos testigos privilegiados de este tipo de situaciones”, puntualiza la doctora. Según los datos que maneja, el 42,5% de los casos detectados son de maltrato físico, seguido del emocional (27,3%), la negligencia (21,9%), las agresiones sexuales (4,3%) y el abandono (4%).
En otro caso de los que engrosa esa lista de más de 300 niños atendidos al año, está el de dos pequeños de seis y dos años, que se han criado con la violencia de un padre que entiende que pegar forma parte de la educación. “Recibimos un aviso de alguien que había visto al hombre golpear al niño de seis años, pero es que con la policía delante, volvió a amenazar al menor”, relata Casado. El hermano pequeño apenas caminaba con dos años a causa de la falta de interés de sus progenitores.
Eso del “a mí tambén me criaron así” lo han escuchado muchas veces los agentes de la sección de menores de la policía municipal, que trabajan mano a mano con los compañeros de las urgencias sanitarias. Allí están los policías Óscar y José. “Lo del cinturón colgado permanentemente como una amenaza constante lo hemos visto mucho”, se lamenta Óscar, quien añade que este tipo de maltrato tiene una raíz cultural. “Mi padre también me pegaba y ahora soy un hombre de bien” es otra de las justificaciones habituales.
A sus escritorios llegan casos muy extremos. Como el de un bebé que sufrió heridas de roedores cuando su madre lo dejó atado a una cama para salir de casa, o la de una adolescente que tuvo que escapar de la familia de su novio porque la maltrataban y prohibían salir de casa. “También nos han llamado conductores de la EMT porque se han encontrado a niños pequeños solos en los autobuses yendo al cole”, pone Jose como ejemplo. En un vídeo que conservan como prueba, se ve la casa de una mujer completamente desordenada y sucia, con restos de droga en una habitación infantil. Un vecino había alertado a la policía de que en esa vivienda se traficaba y residía una niña. El seguimiento mínimo de la situación de los niños tras una intervención así se extiende durante dos meses.
Los agentes tutores son la otra pata de este protocolo. Jonathan García ha ejercido esta labor durante muchos años y no se le olvida una intervención con dos hermanas. Ambas se habían criado con sus abuelos y estaban en España desde hacía unos meses. La pequeña le contó a una compañera del colegio que su padre le pegaba por no hacer bien los deberes. La amiga se lo dijo a los profesores.
Los centros escolares son el otro gran foco de detección de que algo no va bien. “Recuerdo estar con las dos, en un aula del colegio y empezaron a discutir las dos hermanas en su idioma. Al final la mayor le bajó los pantalones a la pequeña y nos enseñó las piernas de la niña llenas de marcas como de latigazos. El padre la golpeaba con el cable del cargador del móvil”, recuerda. La tarea que asumen los agentes tutores es tan grande, que hay barrios con muchas necesidades como Carabanchel en los que hay uno por cada 1.500 menores. No solo van a los centros, a los que acuden de paisano para no generar alarma, sino que también se entrevistan con el vecindario y el pediatra, entre otros. Muchos ojos están pendientes de la detección, después hay que garantizar un futuro fuera del maltrato.
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