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Angustia al borde del río Alberche: “Sé que estáis haciendo todo lo posible por encontrarle a él, a mi amor”

Los agentes que participaron en el rescate de Izan y de su madre detallan los peores momentos de una noche cargada de gestos heroicos

Agentes de la Guardia Civil, el lunes en el río Alberche.
Agentes de la Guardia Civil, el lunes en el río Alberche.Alvaro Garcia
Jacobo García

El río Alberche a su paso por Aldea del Fresno tenía este jueves un aspecto inofensivo. Tanto que no existe. En lugar de un afluente del Tajo hay un inmenso surco en la tierra de cien metros de ancho en el que las retroexcavadoras remueven montañas de caótica maleza. Unos 100 agentes con perros van de lado a lado con chalecos fosforitos buscando a Manuel y a José, un anciano de 82 enfermo de Alzhéimer, los dos vecinos que aún faltan desde el pasado domingo, cuando la dana azotó el sur de la Comunidad de Madrid. En el cauce marrón no se oyen voces. Es una película de terror con el mute pulsado, donde en la escena anterior los chiringuitos que servían cervezas y tintos de verano junto al río quedaron arrasados y las barbacoas aparecieron varios kilómetros más abajo.

Donde hoy hay silencio, la noche del domingo había gritos y un inmenso río color chocolate que arrastraba troncos, piedras, vehículos, neveras, bombonas de butano y ramas que bajaban como flechas.

A esa hora, antes de las 12 de la noche del domingo, los walkie-talkies del equipo de rescate de la Guardia Civil sonaron por primera vez con dos noticias: el puente de la Pedrera se había fracturado y un vehículo con una familia dentro, la de Manuel y Mónica con sus hijos, Silvia e Izán, de 10 y 14 años, había sido engullido por el agua mientras escapaban hacia Alcorcón. Las decenas de vecinos que se arremolinaban en el margen izquierdo del río dieron la primera pista cuando oyeron una voz al otro lado.

—Aquí estoy. No me dejéis sola— gritaba Mónica.

Pero la única forma de llegar hasta allí era atravesando un puente destruido que podía caerse en cualquier momento. “Decidimos dar pasos muy suaves y sin apoyar el peso. Muy pendientes de cualquier crujido nuevo”, recuerda el agente Juan Manuel Arias sobre el tenso momento. Una vez al otro lado, avanzaron entre la maleza con el agua al pecho. “En muchos tramos teníamos que tirar la mochila y tumbarnos encima para pisar y poder avanzar”, dice.

Cuando por fin encontraron a Mónica, ella aguantaba agarrada a un palo. “Estaba nerviosa y con frío y preguntaba todo el tiempo por su familia. No quería moverse de ahí”, recuerdan los guardias civiles Alfonso Aller y Juan Cebrián. Los agentes trataron de convencerla de que había que volver por el mismo sitio inundado, pero ella estaba paralizada por el pánico. Finalmente, accedió, y Aller le puso su neopreno y la cargó en la espalda, sorteando palos y piedras. “Pero de repente empezó a llover y volvió a ponerse muy nerviosa”, recuerda. Finalmente, a la una de la mañana la dejaron en una ambulancia con un médico y un psicólogo. Antes de separarse y recorrer de vuelta el maltrecho puente, le prometieron que buscarían a su familia hasta el límite. Cuando los vecinos arremolinados vieron llegar a los agentes desde el otro lado, todos comenzaron a aplaudir, recuerdan emocionados Poco después el puente se vino definitivamente abajo.

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Los agentes de rescate de la Guardia Civil Juan Manuel Arias, Alfonso Aller y Juan Cebrián, este jueves junto al río Alberche, en Aldea del Fresno.
Los agentes de rescate de la Guardia Civil Juan Manuel Arias, Alfonso Aller y Juan Cebrián, este jueves junto al río Alberche, en Aldea del Fresno.Jacobo García

Mónica contó que salió del coche por una puerta con su hijo cuando la avalancha de piedras arrasó con ellos y que lo último que vio fue a Manuel, su esposo, y a Silvia dentro. Así que no podían estar muy lejos. Policías, bomberos y vecinos caminaron, gritaron y tocaron los silbatos contra reloj en su busca. En esas horas Aller recuerda el momento que tragó saliva cuando por la emisora escuchó que estaban estudiando abrir la presa para desahogar. “En ese momento nosotros estábamos ahí dentro”, dice señalando el cauce.

A las tres de la mañana del walkie-talkie de la Guardia Civil salió por fin una buena noticia. Silvia, la hija de 14 años, había aparecido sana y salva. Llegó caminando y desorientada hasta el parque de bomberos. La adolescente contó que salió con su padre del coche y que en algún momento estuvieron juntos, hasta que el agua los separó, recuerdan.

Casi a las cuatro de la mañana, los vecinos escucharon de nuevo las voces de un niño. Era el pequeño Izan que soportó ocho horas sujeto a un árbol y al que solo pudieron rescatar cuando empezaba a amanecer. “Durante la noche nos guiábamos por sus gritos. Luego se quedó en silencio y más tarde volvimos a escucharlo. Supongo que el niño se iba quedando dormido”, dice sobre aquellas horas. Finalmente, la familia pudo reunirse por la mañana en el hospital Rey Juan Carlos de Móstoles. Pero falta Manuel, “mi amor”, como lo describe su esposa, el hombre de 47 años, arquitecto de profesión, al que llevan cuatro días buscando sin éxito.

Mónica escribió ayer en Facebook su agradecimiento: “A ti qué oíste mis gritos pidiendo ayuda y no me dejaste sola hasta que llegaron por mí. A esos tres guardias civiles de montaña que me consolaron y calmaron hasta ponerme a salvo. A los bomberos y policías que también colaboraron. A ti Sara, a ti Vanesa, que me consolasteis cuando más destruida estaba (...) y también a todo el equipo de búsqueda, que sé que está haciendo lo imposible por encontrarle a él, a MI AMOR”.

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Sobre la firma

Jacobo García
Antes de llegar a la redacción de EL PAÍS en Madrid fue corresponsal en México, Centroamérica y Caribe durante más de 20 años. Ha trabajado en El Mundo y la agencia Associated Press en Colombia. Editor Premio Gabo’17 en Innovación y Premio Gabo’21 a la mejor cobertura. Ganador True Story Award 20/21.

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