Centros de salud de Madrid, bajo mínimos: “Organizaos: que al menos haya un médico en turno de tarde todos los días”
En varios ambulatorios de la región, como Carabanchel Alto o Pinto, los sanitarios denuncian que las ausencias de larga duración no se cubren y el sistema de voluntarios para asumir el exceso de pacientes no funciona como debería
En el centro de salud de Pinto, un municipio de 54.000 habitantes al sur de la Comunidad de Madrid, debería haber cuatro médicos de familia para atender a los pacientes durante las calurosas tardes de verano. En el de Carabanchel Alto, cinco. Y en el de Campo de la Paloma, en Puente de Vallecas, siete. Pero ninguno cumple con el número de profesionales estipulado y llevan todo o parte del periodo estival sacando adelante el trabajo de 15.00 a 21.00 con uno o dos facultativos, cuentan los propios doctores. Eso incluye pasar consulta, atender las urgencias o salir del ambulatorio en caso de aviso ―por ejemplo, cuando un paciente requiera cuidados en el domicilio―, entre otras tareas. Los sanitarios denuncian que las ausencias, de corta y larga duración, no se cubren y que el sistema de voluntarios para asumir exceso de pacientes ―una de las medidas pactadas para poner fin a la huelga en atención primaria― no funciona.
“Las plantillas están cojas. Hay centros que resisten bien, porque tienen poca presión, están bien dimensionados o por alguna razón se han puesto suficientes profesionales. Pero hay otros que no tienen suficiente, con ausencias de larga duración que nadie se molesta en cubrir”, critica Isabel Vázquez, médico de familia y presidente de la sección de atención primaria del sindicato Amyts. La sanitaria explica que las ausencias prolongadas ―por baja u otro motivo― “se han normalizado” y “se exige a los profesionales en activo que suplan el déficit estructural”, que se agrava en verano y cada año “va a más”. Lo más complicado, añade, es determinar cuántos de los 263 ambulatorios de la región están en la misma situación, porque es información que les tendría que facilitar cada centro y no siempre se hace. Sí reconoce que “no es generalizado”, porque no todos los centros tienen las mismas ausencias, pero ocurre en muchos.
En Campo de la Paloma, por ejemplo, debería haber siete médicos de tarde y están, como máximo, tres. “Con la mitad de la plantilla y lo que implica la sobrecarga nadie quiere venir. Y cuando ha venido alguien, como faltan igualmente 2 o 3 médicos y están saturados, muchos han acabado renunciando a esas plazas”, explica una doctora del centro. Si las plantillas estuvieran bien dimensionadas, comenta Vázquez, “deberían poder soportar vacaciones y ausencias sobrevenidas sin problema”.
Unos 20 kilómetros al sur, los médicos del ambulatorio de Pinto enviaron una carta a la directora de su área sanitaria la segunda semana de agosto. En el texto, exponían los problemas que estaban teniendo para cubrir en condiciones el servicio de tarde. “Somos plenamente conscientes de la difícil situación por la que está pasando el centro”, empieza la respuesta de la Administración. A continuación, se indica a los trabajadores que deben revisar y reorganizar la atención por las tardes. “Conociendo las dificultades existentes, y agradeciendo vuestro esfuerzo, debemos, sin embargo, pediros que os organicéis para que al menos haya un médico en turno de tarde todos los días. No es viable que se mantenga la atención sanitaria en exclusiva por una enfermera de gestión de la demanda en dicho turno”, recoge el texto. Y cierra así: “Os emplazamos que nos enviéis reorganización definitiva en breve”.
Mensajes “contradictorios”
Vázquez critica que esa misma contestación la envían a todos los centros. “Que se apañen. Se vuelve a colocar en el profesional la necesidad de garantizar la atención al ciudadano, pero no depende de ellos”, lamenta. También afea que en la carta de Pinto se insista en que no puede haber solo personal de enfermería al frente del ambulatorio, “cuando es la política que han seguido en las urgencias extrahospitalarias”. El pasado noviembre, tras diez convulsos días de huelga, el Gobierno regional se comprometió a abrir 49 de los centros 24 horas con el equipo completo (un médico, un enfermero y un celador) y los 29 restantes se determinó que lo harían solo con enfermeros. “Parece que no hay el más mismo interés. Es una política de enorme pasividad ante el problema, de mala gestión y que manda mensajes contradictorios a los profesionales”, añade.
En el ambulatorio de Carabanchel Alto, más de una semana ha habido un solo médico de familia por la mañana y otro por la tarde, indica una doctora, que prefiere no decir su nombre para evitar posibles represalias. Trabaja en el centro desde hace cinco años y cuenta que este verano la sobrecarga es mayor. Primero, enumera, la falta prolongada de cinco pediatras desde hace unos cuatro meses: “Vienen niños y los médicos de familia tenemos que filtrarlos para enviarlos a otro centro de salud, al hospital o solucionarlo nosotros”. Después está la atención a los mayores que viven en las residencias próximas. “Esa población no se va de vacaciones, es una actividad fija en el centro y supone más trabajo”, comenta. Y por último, consultas, urgencias y avisos.
“Gerencia [de atención primaria] me dice que, si salen avisos, abandone el centro, me vaya a hacer los avisos y que las urgencias que lleguen esperen y, si es algo grave, las administrativas llamen al 112″, cuenta otro médico del ambulatorio. Los profesionales han intentado que esa misma orden se la manden por escrito, para dejar constancia de su ausencia en caso de que pase algo grave, pero no la han recibido. “Un día, por ejemplo, estaba de turno de avisos, lista para salir si ocurría algo fuera, pero dieron la orden oral de que se cubriera mi agenda y empezaron a ponerme pacientes de urgencia al mismo tiempo que los avisos”, recuerda la doctora.
Sistema de voluntarios
Alicia Martín es delegada de prevención de riesgos laborales de Amyts y la encargada de los centros de salud de la zona sur. “Lo no cubrir plazas desde hace meses ocurre en muchísimos ambulatorios del sur. Les faltan médicos de manera crónica, no solo en verano, pero si encima hay otra circunstancia añadida, como las vacaciones, el desequilibrio ya es total”, critica. Uno de los principales problemas, según Martín, es que el sistema de voluntarios pactado para poner fin a la huelga no funciona.
Uno los múltiples compromisos que asumió en marzo de la Consejería de Sanidad ―tras casi cuatro meses de paros― fue frenar la sobrecarga asistencial de los sanitarios con un límite en las agendas: 30 pacientes más 4 de urgencia en medicina de familia y 20 pacientes más 4 de urgencia en pediatría, algo que ya se había avanzado en reuniones previas y se implementó como prueba piloto en 22 centros de salud, con el objetivo de ampliarlo al resto a lo largo del año. Una vez limitada la agenda, el exceso de pacientes lo asumen médicos voluntarios, que cobrarán 50 euros la hora extra y podrán trabajar hasta un máximo de cuatro horas de más diarias. Estos voluntarios pueden atender a seis pacientes por hora, con un tiempo de 10 minutos por persona. Es lo que se llamó “agendas de absorción de la demanda”.
Martín señala que este sistema se ha implementado y funciona bien “en muy pocos centros”: “Algunos tienen algún voluntario y otros ninguno. Sigue habiendo [ambulatorios] con agendas de 60 o 70 pacientes [por médico] y otros que están mejor porque ya lo estaban antes de la huelga”.
La representante sindical denuncia que se siguen forzando pacientes en las consultas. Esto es, cuando un médico alcanza el límite de 34 personas, la 35 debería atenderla un facultativo voluntario, pero se acaba incluyendo en la lista de pacientes del primer profesional. La doctora de Carabanchel Alto lo sabe bien. En más de una ocasión ha pedido un apoyo para asumir la agenda de absorción. “Me dijeron que si quería hacerla yo. Si pido un apoyo, no me pongas a mí de apoyo”, se queja, y añade: “Venimos de un año muy cansado y aquí seguimos”.
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