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Dentro de la casa del matrimonio acusado de maltratar a ocho hijos: suciedad extrema y golpes de madrugada

Las pesquisas indican que el padre, que ya fue denunciado con anterioridad, mantenía sometida a la familia, incluida a la madre. El despacho impoluto del hombre contrasta con el resto de la vivienda

Imagen de la vivienda del matrimonio detenido por maltratar a sus hijos, en Colmenar Viejo (Madrid).Foto: P. P. | Vídeo: EPV
Patricia Peiró

Un minibús aparca frente a un adosado del municipio madrileño de Colmenar Viejo. La casa es fácil de reconocer porque un frondoso árbol con flores rosas cubre parte de la fachada. Es miércoles, 29 de marzo y apenas faltan unos días para el inicio de las vacaciones de Semana Santa. Ocho niños de entre 4 y 14 años van subiendo al vehículo. Los más pequeños están emocionados por la nueva experiencia, es la primera vez que van a subirse con sus hermanos a un autobús así. Se lo toman como una especie de excursión y algunos se ponen a cantar. Sus padres, sin embargo, toman otro camino diferente. Acaban de ser detenidos por el “maltrato” y “abandono”, en palabras de la Guardia Civil, de su numerosa descendencia. Los vecinos de esta anodina urbanización de un pueblo en la periferia de la capital miran asombrados unos días después la vivienda, sin poder creerse aún que ese médico de 45 años y su mujer, de 44, hayan sido acusados de “arrinconar” y “dejar a la intemperie y malnutridos” a sus hijos.

Unos días antes de la escena de los cánticos en el autobús, el entorno de una de las hijas de más edad había puesto en conocimiento de la Guardia Civil que algo no iba bien en esa casa. El relato era coherente y además los agentes comprobaron que ya existía una denuncia previa contra el padre de esta familia numerosa, que en su día no siguió adelante. No se sabe si no se hallaron pruebas para continuar con la investigación o si finalmente se retiró. En los días sucesivos, todo se desarrolló muy rápido. Los investigadores y la Fiscalía creían contar con pruebas suficientes que demostraban las condiciones de abandono y violencia en la que vivían los ocho menores. Pero nunca se imaginaron lo que hallaron una vez que la titular del Juzgado de Instrucción de número 1 dio permiso para la entrada y registro del adosado.

“Había una suciedad extrema, especialmente en la cocina y uno de los baños, todo tirado por todas partes, y los niños estaban muy desaliñados”, describe una fuente cercana al caso. El desorden reinaba en toda la vivienda, salvo en un punto muy concreto, el despacho del padre de familia, médico en el hospital Gregorio Marañón, en Madrid. “Estaba impoluto, totalmente limpio. Un contraste tremendo con el resto de la casa”, recalca esta misma fuente. El adosado cuenta con dos zonas exteriores, una a la entrada y otra en la parte trasera. En la primera, todavía hay una gran cantidad de ropa, sobre todo de niño, colgada de dos tendederos y también metida en bolsas. En el patio trasero, varias bicis y patinetes, cascos, cochecitos y una canasta. Entre todos los juguetes, asoma un cartón de leche. De puertas para afuera, un caos que no extraña en una casa en la que viven ocho menores de 14 años. El alcance de lo que sucedía dentro solo se ha conocido ahora.

“La policía ha venido varias veces por la noche por los ruidos, gritos y golpes que se oían. Somos varios los vecinos que hemos llamado. Pero simplemente venían y les decían que no hiciesen ruido. Me sé los nombres de todos los niños de tanto que se los hemos oído gritar. También veíamos a niños muy pequeños asomados a la ventana con medio cuerpo fuera y se quedaban jugando en el patio a veces de madrugada”, reconoce un residente en la zona. “Me sorprende lo que han encontrado dentro, pero no que hayan encontrado algo”, añade. Desde ese 29 de marzo, el barullo ha dado paso a un silencio sepulcral y las persianas se mantienen completamente bajadas. “Casi nunca las he visto subidas, esa es la verdad”, completa este vecino.

Cuando se llevaron a los pequeños a un centro tutelado por la Comunidad de Madrid, los primeros días se mostraron reticentes a hablar. Pero poco a poco se fueron abriendo y poniendo un relato a los días entre la inmundicia que retrataron las cámaras de la Guardia Civil en esa vivienda. “Han explicado que cuando el padre se enfadaba, los metía a todos en una especie de semisótano y allí permanecían horas en las que las mayores ejercían de madres de los pequeños”, explica una fuente de la investigación. Las pesquisas indican hasta este momento que era el padre el que mantenía sometida a la familia y que la mujer actuaba bajo sus órdenes. A petición de la Fiscalía, el juez ha impuesto una orden de alejamiento de los progenitores con respecto a los niños, pero también del padre hacia la madre, al considerar que ella es víctima de malos tratos. La pareja tiene otra hija mayor de edad que ya no vivía en la casa familiar.

Maltrato a menores
Entrada delantera de la vivienda del matrimonio detenido por maltrato y abandono de sus ocho hijos, en Colmenar Viejo. VICTOR LERENA (EFE)

A muchos de los vecinos este caso los ha pillado disfrutando de sus vacaciones de Semana Santa, pero los que quedan en la zona miran, algunos con más y otros con menos disimulo, la casa del “vecino médico con muchos niños”. A él casi nunca lo veían, cuentan la mayoría. Casi todos describen a la madre sola con la multitud de niños camino al colegio, a pocos minutos de la casa, o al gimnasio para que acudieran a clases de natación. En estos trayectos, las mayores ayudaban con los pequeños. Uno de los residentes recuerda que la primera vez que los vio por la calle y se presentó como nuevo vecino, ella se mostró a la defensiva, pensando que le estaba hablando para quejarse de los ruidos de su casa. Esos son los pocos detalles que los inquilinos de estas filas de adosados, sin espacios comunitarios y con patios interiores separados por verjas, pueden dar. La mayoría no sabía siquiera sus nombres.

En la casa, los agentes se toparon con otra sorpresa. El hombre almacenaba centenares de productos sanitarios como gasas, guantes, mascarillas, batas y ropa de quirófano. Cuando los guardias civiles le interrogaron al respecto, no dio ninguna explicación coherente, así que se sospecha que los sustrajo del centro en el que ejerce y en el que ha seguido trabajando tras su detención y posterior puesta en libertad. Además del hospital público en el que trabaja haciendo guardias, también se ha desempeñado en consultas privadas de, al menos, dos empresas. Fuentes cercanas a su entorno recalcan que siempre se lamentaba de que no llegaba a fin de mes “con un solo sueldo y tantos hijos”. Los investigadores también constataron que los niños faltaban a menudo a clase con los justificantes médicos que expedía el padre, apunta la Guardia Civil.

Ambos progenitores fueron puestos en libertad al considerar que no existía riesgo de fuga, de seguir haciendo daño a sus hijos ni de eliminación de pruebas. Los niños permanecerán bajo la guarda de la Comunidad de Madrid de forma provisional, hasta que se juzgue a los progenitores. Sobre la mesa, quedan muchos interrogantes y reflexiones sobre una situación que durante años se ha mantenido oculta tras las persianas bajadas y las puertas cerradas.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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