Joaquín Roldán, una vida dedicada al patrimonio ornamental de Madrid
El arquitecto segoviano restauró el mausoleo de Alfonso XII del Retiro, las fuentes de Apolo y Neptuno, la Casa de la Panadería, la Rosaleda del parque del Oeste y el Palacio O’Reilly
La muerte del Arquitecto municipal de Madrid Joaquín Roldán Pascual (Segovia, 1938 - Santa Cruz de Tenerife, 2023) el pasado 12 de febrero, le sobrevino tras una larga enfermedad, acentuada por un irreversible proceso de desmemoria iniciado hace un lustro. Hijo de un practicante fallecido tempranamente, su vida familiar se vio signada por el empuje de una madre viuda, Antonia Pascual, vigorosamente directriz de sus cinco hijos. Desde pequeño, Roldán mostró dotes propias del talento. Madre musa y padre ausente, serían definidos por el psiquiatra Francisco Alonso Fernández como componentes básicos del niño potencialmente genial: ambos vectores concurrían en él, así como una sociabilidad plena de empatía hacia sus semejantes, lo cual troqueló en él una sensibilidad versada hacia el arte y hacia la esfera de la vida pública.
Tal sensibilidad maduraría a través del dibujo, disciplina en la cual alcanzaría precozmente cotas inéditas de perfección y realismo. Su desenvoltura en este arte, tras formarse en el Colegio Mayor José Antonio de Madrid, facilitó su acceso a la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica, donde obtuvo su titulación en 1966. Inflamado por el clasicismo, enamorado del Renacimiento y apasionado por la Historia del Arte español, completó su formación en distintos viajes a Italia. Roldán desarrollaría una erudición propia de los grandes maestros, a los que acudió, mediante libros o presencialmente, como fuentes de su saber; entre otros, los españoles Elías Tormo (1869-1957), Diego Angulo (1901-1986), Fernando Chueca Goitia (1911-2004), del que sería discípulo, y el arquitecto y teórico italiano, Aldo Rossi (1931-1997).
Fue muy poco después de culminar sus estudios cuando, al renunciar a una carrera individual promisoria, dadas sus cualidades para la ideación, el dibujo, la proyectiva y la decoración, optó por dedicarse a la esfera de la vida pública. Para conseguir tal meta, obtuvo la plaza de Arquitecto municipal de Madrid, que mantendría a lo largo de la mayor parte de su vida. Su profunda formación estética le llevaría al campo de la restauración de edificios históricos, como la que acometió en el Palacio O’Reilly, en la calle del Sacramento de Madrid, en el distrito Centro, propiedad de Aurora Lezcano, pintora hija de un alumno del paisajista Carlos de Haes. El palacio, dignamente restaurado, pasaría a alojar la Oficina Municipal de Hacienda de Madrid.
No obstante, Joaquín Roldán centraría sus saberes aplicados al ornato público y patrimonial de la ciudad, merced a una intensa colaboración con historiadores, escultores, fundidores y alarifes, así como mediante la restauración del mausoleo de Alfonso XII, sobre el Estanque Grande del parque del Retiro; la Ermita de San Antonio de La Florida; la Casa de Cisneros, además de las fuentes de Apolo y Neptuno, en el paseo del Prado y la plaza de su nombre, respectivamente. En el mismo paseo, acometería la adaptación del Memorial ubicado en la plaza de la Lealtad que, de hito monumental dedicado a los héroes del levantamiento del pueblo de Madrid contra la invasión napoleónica en 1808, sería transformado en monumento a todos los soldados caídos en combate a lo largo de la historia de España. Roldán ideó la llama votiva perenne que flamea allí desde entonces, en el ámbito inmediato del gran Obelisco central que preside el solio. Sería inaugurado por Juan Carlos de Borbón en 1982. Otra de las actuaciones de Joaquín Roldán fue la restauración, reordenación y retrazado de la Rosaleda del Parque del Oeste.
Una de sus obras más deslumbrantes lo fue la restauración de la Casa de la Panadería y del llamado Salón Real, ubicados en la plaza Mayor, enclave que data de 1591, desde el cual los reyes de la Casa de Austria presidían los principales fastos públicos de la Corte, como alardes, corrida de toros, juegos de cañas e, incluso, algún auto de fe. En su restauración, Roldán salvó unos valiosísimos frescos atribuidos Claudio Coello, pintor de Corte de Carlos II, así como un conjunto cerámico de Talavera, con arrimadero perimetral incluido, de valor incalculable.
Pocos técnicos municipales de Madrid han mostrado un mayor celo por el patrimonio ornamental de la ciudad y una vocación de servicio público tan acentuados como los que mostró Chimo RoldánAllegados del arquitecto
Hombre de extracción juvenil falangista, se mostró enemigo de cualquier tipo de sectarismo y adalid de la concordia entre españoles; colaboró muy estrechamente con el primer alcalde democráticamente elegido tras 40 años de dictadura, el socialista Enrique Tierno Galván, durante sus mandatos, en los que la cultura municipal madrileña estuvo en manos del concejal Enrique Moral Sandoval. Bajo sus instrucciones, Roldán idearía, entre otros, sendos hitos dedicados a Pablo Picasso y al poeta León Felipe en distintos enclaves madrileños. La ubicación, la iluminación, la peana y las placas de numerosos conjuntos monumentales, como el erigido a La Latina, a Goya o el de Alonso Martínez, en la plaza de su nombre, fueron obra suya. Igualmente, el recientemente fallecido ornamentaría Madrid bajo el mandato edilicio del centrista Agustín Rodríguez Sahagún, por cierto, propietario de una de las mejores colecciones pictóricas del país, y del alcalde democristiano José María Álvarez del Manzano. El alcalde Alberto Ruiz Gallardón prescindiría de sus servicios.
El arquitecto desplegaría una rica vida colegial al frente de distintos cargos directivos en la Junta del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, junto con colegas suyos como Jaime Tarruell, Amparo Berlinches o Javier Mosteiro. Bajo la regiduría del decano, el historiador de la Arquitectura, Fernando Chueca Goitia, llevaría al Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), por la imaginación y estética urbanística por ellos desplegada, a sus más altas cotas de estimación social. Y ello dado su compromiso cívico con la sociedad madrileña y su vigilancia de los excesos inmobiliarios y especulativos de algunas importantes constructoras. “Pocos técnicos municipales de Madrid han mostrado un mayor celo por el patrimonio ornamental de la ciudad y una vocación de servicio público tan acentuados como los que mostró Chimo Roldán”, describen sus allegados.
Era hermano del teniente general, ex jefe de la Unidad Militar de Emergencias, José Emilio Roldán Pascual, y del cardiólogo de nombre Tomás. Roldán se casó con Ana María Martín y fue padre de Ana y Juan Roldán Martín, comunicadora y arquitecto, respectivamente. Tras de sí deja la estela de un hombre bueno, imaginativo, locuaz y dotado de un finísimo sentido del humor. Puso su talento al servicio del embellecimiento de una ciudad donde no había nacido, pero a la que consagró su vida con generosidad y entrega. Ha sido considerado como adalid de la defensa del patrimonio histórico-artístico y ornamental de Madrid.
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