Música de Vivaldi para viajar de la oscuridad a la luz
La compañía 10&10 produce su primera coreografía para público familiar, firmada a seis manos por Mónica Runde, Inés Narváez y Elisa Sanz
Una historia de la danza contemporánea en Madrid no podría soslayar a 10&10. La compañía que fundaron Mónica Runde y Pedro Berdäyes en 1989, tras ganar la tercera edición del Certamen Coreográfico de Madrid, fue de las pioneras en la comunidad. En la forma de moverse, sí, pero también en las ideas que trajo al escenario, bailando cosas que nadie imaginaba que fuesen bailables. Se quedó luego ella en solitario al frente de la agrupación y en los últimos tiempos, por razones personales, se fue apagando la actividad. La aparición hace unos años de Inés Narváez y Elisa Sanz como cocreadoras ha avivado mucho ese fuego, que mañana, jueves 25 de noviembre, va a chisporrotear en la Sala Max Aub, de Matadero, con el estreno de Vivo Vivaldi, la primera propuesta para público familiar de la agrupación, que como viene siendo usual firman las tres, y se presenta hasta el domingo 28.
Una buena parte del proceso de este homenaje a Vivaldi se gestó en verano. Las tres se fueron a la playa para, a un tiempo, trabajar y divertirse, lo que habla de la buena sintonía que hay entre estas cabezas que saben ponerse de acuerdo. “En 2012 hicimos juntas un taller en la Sala Cuarta Pared que a lo largo de seis meses nos dio la oportunidad de experimentar y buscar sin la presión que supone estrenar una pieza. En ese ambiente de libertad nos dimos cuenta de lo bien que trabajábamos juntas y empezamos a crear proyectos”, rememora Runde sobre la reactivación y segunda vida de 10&10.
“Ese taller nos permitió también articular y darle forma a una metodología de trabajo que había surgido de nuestra experiencia de años, acerca de maneras de trabajar la dramaturgia o nuestro interés por lo visual”, apunta Elisa Sanz, que trae a sus espaldas una trayectoria larga como figurinista y escenógrafa en obras relevantes de teatro y danza, experiencias a las que ahora suma las de creadora y hasta bailarina.
Quizá por eso Vivo Vivaldi es una obra festiva, una celebración que han organizado estas tres artistas que explícitamente no han querido hacer ni una biografía del célebre compositor, ni contar una historia concreta. Han preferido utilizar su música, muy especialmente Las cuatro estaciones, para orquestar una coreografía que se plantea como un viaje en muchos sentidos. Va de la oscuridad a la luz —por lo que han invertido el orden de las estaciones de Vivaldi, arrancando por el invierno— pero también puede ser el trayecto de la niñez a la juventud, del miedo a la alegría. “Un viaje desde tus fantasmas en el armario hacia la fiesta que supone el verano”, como lo define Runde.
Coreografía orquestada
“Vivaldi es música, cuerdas, mucho instrumento… por eso hicimos una coreografía muy coral, que también nos ha hecho pensar en la forma de bailar, porque se trata de habitar la música con el cuerpo, así que prestamos mucha atención a la musicalidad”, explica Inés Narváez, la más joven del trío de creadoras.
El hecho de ser la primera experiencia con una obra para público familiar de la compañía les hizo ponerse en situación pero no infantilizar la propuesta, que conserva los estándares habituales de sus producciones para público adulto. Contar con un equipo ecléctico de nueve bailarines, ellas tres incluidas, donde todos han sido partícipes del proceso ha ayudado a huir de los clichés. “Es intergeneracional. Tenemos edades que van de 20 a 60 años, y cada uno hizo sus aportaciones, lo que ha sido muy rico porque convergen ideas de gran variedad. Hay momentos en que la danza es protagonista y otros en la que lo es el vídeo o la música”, aclara Runde.
“¿Quién le iba a decir a Mónica que estaría haciendo una obra para público familiar?”, reflexiona en voz alta Elisa Sanz. Y es verdad, en los primeros tiempos de 10&10 cabían muchas cosas pero probablemente no un infantil. “Yo he evolucionado y cambiado mucho”, aclara la aludida, “quizá porque a lo largo del tiempo me van interesando otros asuntos como la video-creación o la composición. Está claro que no hago lo mismo que hace 30 años, sería muy aburrido. A lo mejor viendo mi primer y mi último trabajo, alguien dirá ‘esto es típico de Runde’, y será verdad, pero en general he cambiado mucho. Y como bailarina pues también, en este caso es el cuerpo el que me ha hecho evolucionar y hay cosas que ya no puedo hacer aunque quisiera. Ya no salto… y es porque no puedo”.
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