Quijotes
Apreciamos a los técnicos, esas cabezas que gestionan y administran, y no siempre, no tanto, a los creadores, las mentes que provocan y estimulan
“Cualquier cosa que haga es una búsqueda”, aseguró en este diario un hombre de 87 años, interesante y poliédrico, Gonzalo Suárez. Rodó películas, asesoró al Inter de Milán, escribió libros, crónicas de fútbol y de boxeo. Y sigue jugando.
En la vorágine de la actualidad, de las corbatas y las rutinas; en la época de los argumentarios y las frases aprendidas, resulta especialmente inspirador encontrar a alguien que aún cree en lo imprevisible, que todavía cultiva la sorpresa. Y tiene más mérito aún haber aprendido a compaginarla con la veteranía porque la primera cualidad que perdemos, lo que separa a los niños de los adultos, la creatividad del conformismo, la inocencia del cinismo, es, precisamente la curiosidad.
Gonzalo Suárez conserva la vocación de explorador de los valientes que han elegido una forma diferente de pagar las facturas. Apreciamos a los técnicos, esas cabezas que gestionan y administran, y no siempre, no tanto, a los creadores, las mentes que provocan y estimulan. Sin los primeros la vida sería ingobernable; Sin los segundos, un trámite con muchas menos emociones.
Conservar la vocación, es decir, la ilusión de hacer algo, no es sencillo. Hay que atravesar un campo de molinos, luchar contra gigantes y exponerse varias veces al día a la frustración, la burla o la condescendencia. Cada obra del artista es una muestra de obstinación y atrevimiento, un esfuerzo descomunal que necesitará enseguida de otro de igual o mayor tamaño. Qué difícil es, en esa noble misión, mantener la pasión y la inocencia necesarias para pensar que el desgaste merece la pena y que lo mejor volverá a ocurrir. Y qué fácil malinterpretar a los Quijotes, menospreciar su coraje y sus servicios.
Algunas películas españolas han trasladado al año que viene su estreno porque en las salas de cine, como en los teatros, sigue habiendo demasiadas butacas vacías. Otras muchas se están haciendo ahora con más empeño que dinero, más romanticismo que certidumbre. Evidentemente no todas serán obras de arte, pero tienen el mérito de la voluntad, el encanto de las causas perdidas.
La sociedad debe premiar a los valientes, a los exploradores, porque son los que nos harán vivir más cosas y mejores. Tienen la llave para sacarnos de eso que se llama, con cierta cursilería, “zona de confort”, esa llanura sin riesgo ni estímulos, destinada a que cada vez nos parezcamos más entre nosotros mismos. Todos recordamos la primera vez que fuimos al cine y con quién. La canción que sonaba cuando nos ocurrió algo importante. El primer libro que leímos y releímos por placer. El cuadro que nos retuvo en un museo o galería. Para cada uno es un título distinto.
La cultura es atrevimiento, el arte, lo contrario a la cobardía. Y no nos podemos permitir que se rindan. Necesitamos que sigan buscando, acompañádonos. Larga vida a los Quijotes.
Suscríbete aquí a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.