Martin Kent, ninja del disfraz estrambótico e hilarante a un ritmo frenético
El mimo se transforma en más de 20 personajes como Lady Gaga y Elton John durante 90 minutos sin abandonar el escenario
Un reloj marca la cuenta atrás. Lady Gaga, Elton John y Tina Turner pisan el escenario en menos de cinco minutos. “Me siento como un ninja, porque los cambios en la oscuridad son muy drásticos”, explica Martin Miguens, más conocido como Martin Kent, que tarda tan solo unos segundos en convertirse en alguno de sus 20 personajes tras un biombo negro transparente. El argentino es considerado el transformista más rápido del mundo, que por primera vez no abandona el escenario en los 90 minutos que dura la obra. Mucha gente le decía que era imposible que se maquillara tan rápido. Como una muestra de su virtuosidad ha trasladado su camerino a los ojos de los espectadores. El público es el único espejo que necesita. Sus disfraces estrambóticos y escenas hilarantes se estrenan en el teatro Maravillas de Madrid.
El artista se coloca un gorro elástico de nailon en la cabeza y se maquilla con una máscara kabuki japonesa, la base que le sirve para todos los personajes. La sala se oscurece y, en un abrir y cerrar de ojos, el mimo aparece disfrazado de director de orquesta, el último personaje que ha ideado. Kent levita sobre una peana. El truco esconde una máquina giratoria, construida por un ingeniero especialmente para el espectáculo. “Yo tengo la genialidad de inventarme locuras, pero no todas se pueden hacer”, confiesa el actor, que junto a su equipo hace realidad sus números paranoicos.
Para la creación de sus personajes, el creador se inspira en varias disciplinas, desde el cine y el circo hasta el arte clásico. Él se considera un apasionado del expresionismo alemán. De ahí, la extravagancia que forman las sombras y los colores de su creación. Entre la multitud de personajes que se imagina, se encuentra la Mona Risa, una mujer harta de estar dentro de lo establecido por la sociedad y ansiosa por salir de la pintura de Da Vinci. La figura imaginaria, atrapada en un cuadro de goma que se mueve de lado a lado, consigue salir y se desviste para convertirse en la Maja Desnuda, que imita la obra de Goya.
La función salta repentinamente de la pintura romántica al cine de Hollywood de los años sesenta. En la pantalla se proyectan imágenes en blanco y negro. El argentino representa a las hermanas protagonistas de la película ¿Qué fue de Baby Jane?, dirigida por Robert Aldrich, gracias a un traje agregado a una silla de ruedas. Por delante es Baby Jane y por detrás es Blanche. Las secuencias juegan con el subgénero del slapstick, o comedia física, que se caracteriza por sus acciones exageradas, y el teatro del absurdo. Miguens hace referencia a la narrativa visual del director de cine sueco Ingmar Bergman: “No estaba tan loco, muchos empezamos así”.
Con solo cuatro años, el transformista utilizaba las sábanas del tendedero de su casa y las lámparas de la escuela para montar un escenario. “Me encantaba disfrazarme y actuar para mi familia y mis hermanos”, recuerda. Criado en una familia de artistas, asistía a clases de teatro desde muy pequeño. En Argentina estudiaba Ingeniería Aeronáutica porque, su padre, que es cantante, no quería que sufriera la vida de un artista: “Un día teníamos mucho dinero y de repente no teníamos nada”. Él quería volar, pero de otra manera, como Clark Kent (Superman), personaje que da nombre a su seudónimo.
Martin Kent empezó a darse a conocer en Ibiza, donde inició su carrera como animador en hoteles y discotecas como Pacha. El artista define una de sus primeras actuaciones en un cabaré como un momento mágico: “No veía al público. Me sentía cegado por una nebulosa”. Los efectos especiales durante el espectáculo le recuerdan a su época en la isla. Luces de colores, sonidos estridentes, secuencias disparatadas y consecución de música pop. A pesar de que se trata de un espectáculo unipersonal, la puesta en escena lo convierte en un jolgorio. El mimo se quita con rapidez uno de sus extravagantes disfraces y se lava la cara con una toalla y un gel. A sus 55 años, Miguens admite que necesita cuidarse para poder aguantar el ritmo frenético de la función. “Acabo agotadísimo y me tiro dos días en cama”, comenta entre risas.
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