Una historia no oficial del grafismo balear
Pacha Ibiza reabre sus puertas tras su primera reforma en profundidad desde 1973. Su longevidad no se entiende sin sus carteles
Los carteles publicitarios suelen tener una vida breve y veloz. Se diseñan, se imprimen en grandes cantidades, se pegan por toda la ciudad antes de ser reemplazados, a los pocos días, por un cartel más nuevo. Son brillantes porque son efímeros, igual que una fiesta. Y las que lleva celebrando Pacha Ibiza desde 1973 son precisamente eso: relámpagos nocturnos capaces de convertirse en el centro neurálgico de la vida cultural y social de la isla. Por eso, ahora que el legendario club ha reabierto sus puertas (lo hizo el pasado 4 de mayo) tras un parón de varios meses (el primero desde su inauguración), es un buen momento para reivindicar estos ejercicios de creatividad gráfica en los que caben desde ilustraciones tradicionales en el límite del kitsch hasta viñetas de cómic llenas de humor. Fíjese, si no, en la letra de una canción del salsero Cheo Feliciano (“Mi gato se está quejando, ya no puede vacilá”) como ribete del anuncio de una fiesta cuyo reclamo, “¡Mejor gato que liebre!”, es difícilmente superable. O en la psicodelia de sus primeras campañas, retomadas con motivo del 25º aniversario de Pacha, hace ya dos décadas. “Ser original es volver al origen, dejar a un lado nuestro ego y nuestras preferencias estéticas, y entender cómo nació el club, su historia y su autenticidad”, explica Juli Capella, el arquitecto responsable de sus nuevos interiores, actuales pero anclados en la identidad visual de Pacha: paredes blancas, tonos cálidos, referencias a la arquitectura popular y espacios polivalentes. Muchas discotecas se basan en hacer que el cliente se olvide del mundo exterior, pero Pacha Ibiza siempre se ha preocupado de recordarle exactamente dónde está. Nada de esto sería posible en otro sitio. Que siga la fiesta.
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