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La guerra del PP de Madrid arrastra a Almeida a una encrucijada

La batalla interna entre la presidenta regional Isabel Díaz Ayuso y el líder nacional, Pablo Casado, desgasta más al alcalde de Madrid que la gestión municipal

Manuel Viejo
Diaz Ayuso Pablo Casado
El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida (izquierda), conversa con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso y el presidente del PP, Pablo Casado, a su llegada a la inauguración del IE Tower, sede del nuevo campus del IE University.Javier Lizon (EFE)

El alcalde de Madrid quiere poner fin a la guerra del PP de Madrid. La batalla interna entre la presidenta autonómica, Isabel Díaz Ayuso, y el líder nacional, Pablo Casado, por el control del partido en la región ha arrastrado a José Luis Martínez-Almeida y a su equipo más cercano a una encrucijada política. El regidor madrileño se ha visto acorralado entre dos aguas, en mitad de una tormenta de proporciones aún desconocidas que, de momento, no tiene fecha de caducidad. Desde hace semanas, el nombre de Almeida está todos los días en las primeras páginas de los diarios, en las tertulias radiofónicas y televisivas, en los grupos de WhatsApp del partido y de la oposición y hasta en los editoriales y en las columnas de opinión de la prensa conservadora. Nadie habla de su gestión municipal. Ni de su nuevo contrato de basuras, ni de la nueva ordenanza de terrazas, ni de la nueva bajada de impuestos, ni de Madrid Central. Ahora ocupa los titulares nacionales como el candidato de la dirección nacional que se enfrentará a Ayuso por la presidencia del partido en la región. Él asegura que todavía no ha tomado la decisión, pero el debate sobre su candidatura ya empieza a desgastarle políticamente, algo en lo que coinciden en la oposición (Más Madrid y PSOE) y en Ciudadanos, su socio de Gobierno.

La dirección nacional del PP ve en Almeida el hombre perfecto para ganar la batalla a Ayuso por el control del partido en Madrid. Un movimiento que abriría de cuajo a los conservadores en el centro de España, su gran bastión nacional, y al propio alcalde, que ahora mismo se encuentra dividido en dos. Por un lado, le debe lealtad a Casado, el hombre que apostó por él para las elecciones municipales de 2019 siendo un auténtico desconocido para los madrileños. Y, por otro, está el apego y el afecto personal que le tiene a Ayuso, a quien aún considera su amiga, y también el otro pilar de un tándem electoral potente para las elecciones de 2023. “Algunos en Sol [en referencia al equipo de Ayuso] se olvidan muy pronto de que él se partió la cara por la presidenta durante los meses más duros de la pandemia”, coinciden fuentes del Ayuntamiento.

Isabel Díaz Ayuso, José Luis Martínez-Almeida y Pablo Casado durante una inauguración.
Isabel Díaz Ayuso, José Luis Martínez-Almeida y Pablo Casado durante una inauguración. Javier Lizon (EFE)

Solo un ejemplo. El 20 de julio de 2020, Almeida, Ayuso y Casado coincidieron en un acto en El Escorial con los jóvenes del PP. Lejos de la tormenta que se avecinaba y enfrascados en la gestión del final de la primera ola del coronavirus, los dos líderes políticos madrileños presumían así de su amistad. “Somos la doble A, Ayuso-Almeida, y de esta manera vamos a seguir”, dijo el alcalde. “Hoy hemos comido juntos y hemos recordado cuando le decían a Pablo Casado: ‘¿Dónde va Pablo con estos dos?’ ¡Pues tan mal no nos ha ido!”, ironizó. “Ayuso es la mejor compañera de viaje en estos tiempos tan convulsos y difíciles. No hay diferencia entre nosotros por mucho que lo intenten”.

Año y medio después, es su partido el que saca las diferencias y lo señala a él como el candidato ideal para presidir el partido en Madrid. El antídoto perfecto para terminar con las aspiraciones nacionales de la presidenta. “El problema que tienen en Génova es que saben que no pueden liberar esta guerra por su cuenta”, sostienen fuentes del Ayuntamiento. “Almeida es su hombre ideal, pero olvidan una cosa: él no se representaría a sí mismo, sino a Génova”. De ahí que, desde un primer momento, él fuera cauto en sus declaraciones públicas. “No toca hablar”. “Hoy no toca, lo siento”. “Cuando llegue el momento, hablaré”, eran sus respuestas habituales a las preguntas de si daría el paso al frente. “Creo, sinceramente, que los madrileños lo que quieren del alcalde es que me centre en resolver sus problemas y no tanto en cuestiones orgánicas internas”, dijo en su última entrevista con EL PAÍS el pasado septiembre.

Solución salomónica

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La opción ideal para Almeida es una tercera vía. Una solución salomónica que evitaría la guerra en el PP. Un aspirante que no fuera ni Ayuso, ni él mismo, como proponen en Génova. “Es lo más lógico, ya sabemos todo lo que pasó con Aguirre”, opina un dirigente del PP de Madrid. Lo que pasó fue que la presidenta Esperanza Aguirre acaparó el control absoluto del Gobierno autonómico y del partido regional. Y la ausencia de líneas divisorias enredó al núcleo duro de la entonces lideresa en una gran madeja de tramas de corrupción. Pero, sobre todo, le dio un poder inmenso por el que estuvo a punto de disputarle el liderazgo de Mariano Rajoy en el congreso de Valencia de 2008. Una hemeroteca que revive con fuerza en los mentideros conservadores y que, conforme pasan los días, temen los más acérrimos a Casado.

Ayuso, al contrario que Almeida, mira más allá de Madrid en casi todos sus discursos. “Madrid y no solo Madrid”, dijo la noche que ganó las elecciones del 4 de mayo. “Muy buenas noches a España y a todos los rincones del mundo. ¡La libertad ha triunfado!”. Aquel martes, en el famoso balcón de Génova, estaban el secretario general del PP, Teodoro García Egea; Almeida y el líder del PP, Pablo Casado. Cuatro de los cinco principales combatientes de esta batalla política interna. Solo faltó uno, Miguel Ángel Rodríguez, el jefe de gabinete de la presidenta, al que más temen y reprochan esta crisis interna tanto en Génova como en el palacio de Cibeles. “Esto es muy sencillo”, resumen fuentes del PP madrileño. “Si Ayuso retirara a Rodríguez, sería presidenta del PP de Madrid y se acabarían los problemas”. Una hipótesis que resulta inviable por la confianza que tiene depositada en él la presidenta.

“Soy partidario de la tercera vía, Isabel”

¿Y si llega la fecha del congreso y no hay un acuerdo? “El problema de Almeida es que no sabe decir que no”, afirma un concejal del Ayuntamiento que le conoce muy bien. “No sabemos si aceptará o no, pero está claro que él dirá lo que le diga Casado”. En mitad de la tormenta, la presidenta escribió al alcalde el jueves pasado para tratar de resolver la crisis interna entre ambos, sin las manos de Génova. Comieron sin asesores, ni jefes de prensa, a muy pocos metros del despacho de Ayuso. La versión final en la que coinciden ambos equipos es que el tema del congreso no salió hasta el último momento, y que fue Almeida quien lo puso encima de la mesa: “Yo soy partidario de la tercera vía, Isabel”. Es más, incluso propuso algunos nombres para ello. Ayuso, sin embargo, respondió que ella se presentará sí o sí. No hubo acuerdo.

La erosión ha continuado esta semana con más fuerza que la anterior. Es más, entre el lunes y el miércoles el pico ha llegado al punto más álgido con filtraciones, reproches y ataques personales en la prensa. En el círculo más cercano del alcalde han visto cómo, en cuestión de días, los vecinos, los periodistas, los militantes y hasta sus compañeros de partido no han parado de preguntarle al regidor: “¿Qué está pasando, alcalde?, ¿a dónde vamos con esto?”. En su entorno algunos se muestran tajantes: “Tenemos que parar ya esto, por favor. Así no podemos estar hasta la celebración del congreso”.

Almeida, de momento, ha cambiado de estrategia y ya no contesta a las preguntas sobre la trifulca. A veces, no hay mayor grito que el silencio.

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Sobre la firma

Manuel Viejo
Es de la hermosa ciudad de Plasencia (Cáceres). Cubre la información política de Madrid para la sección de Local del periódico. En EL PAÍS firma reportajes y crónicas desde 2014.

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