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Historias de superación tras una partitura

La Fundación Grupo SIFU presenta en el Teatro Real la Gala más In, un concierto con más de 80 artistas con discapacidad

María José Moya, bailarina en silla de ruedas, junto a su compañero, Maxime Ianarelli, en la 'Gala más In' en el Teatro Real de Madrid.
María José Moya, bailarina en silla de ruedas, junto a su compañero, Maxime Ianarelli, en la 'Gala más In' en el Teatro Real de Madrid.Andrea Comas
Patricia Segura

La Gala más In se estrenó ayer en el Teatro Real de Madrid. La Fundación SIFU, que promueve la integración social de las personas con discapacidad, reunió a más de 80 artistas, amateurs y profesionales, en un mismo escenario. “Queremos salir de la línea paternalista que muchas veces tendemos a tener con las personas con discapacidad. Es una gala musical dedicada a la inclusión y a la integración”, explicaba horas antes de la actuación el organizador de la gala Oriol Saña. El talento, la ilusión y la pasión sobre el escenario esconden historias de superación tras las partituras.

Pol Oñate, de 34 años, es pianista, compositor, productor y profesor. Asegura que nacer ciego en una sociedad “capacitista”, o discriminatoria, lo dificulta todo. “Eso no quiere decir que seamos héroes ni víctimas”, señala. Oñate tocó con Los Secretos, en una actuación que considera un homenaje a un grupo que le acompañó durante su juventud. Sus manos se deslizaban ayer con virtuosismo sobre un teclado rojo al ritmo de la canción Pero a tu lado. Con nueve años empezó a asistir a clases de piano. Durante su adolescencia, la música fue un recurso emocional y vital: “Me sirvió para relacionarme, expresarme y sentirme perteneciente a un grupo”.

Sobre el escenario, le acompañaba el contrabajista y guitarrista Toni Fernández, de 27 años, con una discapacidad visual del 100%, fruto de un cáncer de retina que se desarrolló cuando tenía seis meses. La música, dice, le salvó la vida: “En el instituto sufrí episodios de abuso en los vestuarios de la escuela por parte de mis compañeros. Antes de plantearme seriamente decisiones irreversibles, me puse a tocar”. Desde los 19 años, actúa en bares y pubs de su lugar de residencia, Andorra. En el Centro de Recursos Educativos de la ONCE en Barcelona recibió el soporte técnico y didáctico necesario para aprender el sistema braille. En esta gala también interpretó Isn’t she lovely, de Stevie Wonder, junto a la Django Reinhardt Orquesta de Hospitalet de Llobregat.

El pianista Pol Oñate toca durante el ensayo de la 'Gala más In',  en el Teatro Real.
El pianista Pol Oñate toca durante el ensayo de la 'Gala más In', en el Teatro Real. Andrea Comas

La alicantina Andrea Zamora, de 23 años, tocó con gran destreza un piano de cola negro y deleitó al público con una composición que fusiona la jota y la lírica, Aragón, del español Isaac Albéniz. La pianista desarrolló su pasión por la música cuando sus padres le regalaron un triángulo de juguete. Asegura que siempre supo que la música era su punto fuerte. Estudió en el Real Conservatorio de Música con la pianista Ana Guijarro. Hace tres años, se operó de miopía. Antes utilizaba unas pinzas para acercarse las partituras. Ahora, lo hace con un iPad: “Los tres sentidos, la vista, el oído y el tacto, trabajan de la mano. La vista es uno de ellos, pero gracias a esta serie de cosas, he podido aprender”.

La gala también dedicó un espacio especial a la danza. María José Moya, de 62 años, sorprendió con una impactante coreografía al son de Bach en movimiento. Sus manos se entrelazaron con las de su compañero, el bailarín Maxime Ianarelli. Moya, que va en silla de ruedas, se posó sobre su espalda y se elevó sobre el escenario. La catalana sufre secuelas de poliomielitis, enfermedad infecciosa que afecta a la médula espinal y provoca atrofia muscular y parálisis. Ella cuenta que a los 18 años acudía a las discotecas para bailar: “Por entonces yo caminaba y me molestaban mucho cuando en los momentos lentos me sacaban bailar y se daban cuenta de que era coja. Eso no me gustaba. Yo iba a bailar y punto”.

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Hace 20 años, tras jubilarse como administrativa en el Instituto Catalán de la Salud en Lleida, decidió dedicarse al teatro y a la danza: “En ese momento me di cuenta de que lo mío hubiese sido ser bailarina”. Aún recuerda el nerviosismo con el que se subió por primera vez a un escenario, durante un taller de danza integrada organizado por Jordi Cortés y Marisa Brugarolas. En el boleto aparecía esta frase: “Ten cuidado con lo que sueñas”. Dos meses después, empezó su andadura artística en el espectáculo Black Out, con el que realizó una gira nacional de tres años. Su energía y pasión por las artes escénicas son evidentes. Ahora, se siente “la reina del mambo” sobre el escenario.

La pianista Andrea Zamora, durante el ensayo.
La pianista Andrea Zamora, durante el ensayo. Andrea Comas

Con la misma ilusión, Joel Bueno, de 11 años, se estrenó hace dos años en el Liceo de Barcelona. Él sufre una parálisis cerebral que afecta a las extremidades y al lenguaje. El pequeño subió al escenario acompañado de su EyeHarp, un instrumento que se activa con la mirada, creado por el griego Zacharias Vamvakousis. El teclado circular disminuye la distancia entre los ojos y las notas. Gracias a este instrumento, el catalán puede tocar cualquier melodía, aunque sus sonidos favoritos son el del piano y la flauta.

Bueno utiliza un eye tracker con un programa de código abierto para comunicarse. Sus ojos son muy expresivos. “A mí, como padre, la barrera social, es la que más me duele”, cuenta Jordi Bueno. Con nueve años, su hijo pidió asistir a clases de música. Su familia pensó que era inviable. En la escuela de su pueblo, Santa Perpètua de Mogoda (Barcelona), no tenían los recursos necesarios.

Ahora, Joel toca una vez a la semana con Zacharias, montando “un pequeño tinglado en casa”, según su padre. Con una videocámara y un ordenador, el profesor le dicta las clases desde Grecia. Eric Bueno, su hermano mayor, le acompaña con la guitarra. El menor preparó la canción Every breath you take, de The Police, que tocó ayer en la gala junto a dos guitarras, un contrabajo y un violín. “Joel va un paso por delante, incluso con cosas que parecían imposibles, como la música. No quiero que pierda esa ilusión nunca”, asegura su padre.

La gala ha supuesto un punto de encuentro entre artistas con y sin discapacidad de diferentes disciplinas, desde música clásica, pop y rock hasta danza urbana. Debido a la pandemia, los ensayos entre los músicos y bailarines se han realizado por videoconferencia. “Lo que hemos hecho es prácticamente magia”, asegura Oriol Saña, portavoz de la Fundación Sifu. El evento se celebrará también en Barcelona, donde lleva realizándose desde hace cinco años. La siguiente parada, será Sevilla.

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