El Jardín de las Delicias, pixelado
Colección SOLO y Matadero coproducen una revisión del cuadro de El Bosco a la luz del arte más contemporáneo
Sed buenos, evitad la lujuria y evitaréis acabar en los desastres del infierno. Es un mensaje moralizante de sobra conocido, y es también el que transmite el cuadro El jardín de las delicias, que pintó El Bosco hace cinco siglos. Aunque en el cuadro de El Bosco el infierno, más que un lugar en llamas donde las almas de los pecadores entran en combustión eterna, parece un botellón o una rave que se han ido de madre. Todo poblado de humanos desviados y extraños animales haciendo cosas raras.
La complejidad de este cuadro, su riqueza de pequeñas historias y detalles hace que el amante del arte, y en realidad cualquier ciudadano inquieto, pueda pasarse horas perdido en sus entretelas. “En otras épocas se utilizaba como una especie de cine antes del cine: el propietario podía congregar en su casa a los vips de la época, abrir el tríptico, que por el exterior tiene una imagen del mundo más sobria y, muy teatralmente, asombrarles con ese exuberante mundo de fantasía”, explica Rebekah Rhodes, directora de Documentación y Publicaciones de la colección SOLO.
El jardín de las delicias sigue causando el mismo asombro, ahora, afortunadamente, sobre el público de toda clase y condición: es una de las obras que más público atrae al Prado, según informa el propio museo, y según uno puede comprobar si se pasa por allí e intenta captar alguna de sus esquinas.
La fuerte inspiración que produce este tríptico ha servido para que un puñado de artistas, animados con la colección SOLO (fundada por Ana Gervás y David Cantolla, con sede en el 5 de la plaza de la Independencia), se haya dedicado a generar nuevas obras basadas en él, pero utilizando las técnicas más contemporáneas, como el arte sonoro, el videojuego o la inteligencia artificial. El resultado, la exposición El jardín de las delicias, un recorrido a través de las obras de la colección SOLO, coproducción de la colección y Matadero, se puede ver en la Nave 16 del citado centro cultural hasta febrero de 2022. En sus 18 obras de 15 artistas, la gran mayoría creadas específicamente para esta exposición, el Renacimiento se mezcla con el arte interactivo de nuestros días.
Tres enormes pantallas led (de 4 x 7 metros cada una) forman la obra Speculum del colectivo neerlandés Smack: es una versión digital y posmoderna de la obra original. El abrumador espectáculo da una versión actualizada del jardín: en colores pastel, algunos personajes son atormentados por jeringuillas o pastillas de psicofármacos, hay drones voladores, los refugiados tratan de entrar en patera en el infierno (pero hasta allí encuentran un muro que les impide el paso), aparecen mascotas de programas televisivos, árboles en los que en vez de fruta florecen envases de plástico que se convertirán en basura y, en vez de Dios, se ve una efigie de Isaac Newton.
En la exposición, que se recorre como un laberinto de cartón iluminado para alimentar el misterio, no solo hay arte basado en el píxel, sino también óleos, como la orgía de plantas-pene y flores-pezón del canadiense Dave Cooper, un objeto de arte sonoro de Enrique del Castillo (el Umbráfono, que transforma en sonido los surcos producidos sobre un film de celuloide) o las cerámicas de la artista Lusesita, un Génesis con roedores. Pero, aunque en la colección SOLO no les gusta diferenciar el arte por disciplinas, es cierto que la creación a través de nuevos medios tiene un papel importante. “Nos dimos cuenta de que existía un gap para los artistas que utilizan la tecnología para expresarse: si ya para cualquier artista que empieza es difícil abrirse camino, la dificultad es aún mayor para estos”, dice Óscar Hormigos, director de Desarrollo de la colección.
El artista hispanocroata Filip Custic, conocido por diseñar la imagen del disco de Rosalía El malquerer, con gran predicamento en Instagram, propone una secuencia de paneles de aires simbolistas donde describe e imagina la evolución del ser humano hasta entrar en el terreno de lo gender fluid. El chino Miao Xiachun, en un microcosmos digital y narrativo, adapta la obra de El Bosco a la coyuntura contemporánea. El serbio Sholim, que trabaja el inopinado género de la imagen GIF, ubicua en los memes que se reproducen por las redes sociales, toma elementos de la obra renacentista para crear stories: el Instagram como una de las Bellas Artes.
Tal vez la más avanzada muestra de la aplicación de la tech al arte es la obra del alemán Mario Klingemann, que utiliza técnicas de Inteligencia Artificial para hacer de El jardín de las delicias una obra en mutación infinita: ante el espectador, diferentes algoritmos van cambiando o reparando diferentes partes de cuadro, cambiando texturas, haciéndolo más líquido o abstracto. Para el que mira es también un ejercicio para la percepción. “Aunque el artista ha hecho la obra, es la máquina quien hace arte de manera autónoma”, concluye Hormigos.
Cuándo: hasta el 27 de febrero de 2022. Dónde: centro cultural de Matadero (Plaza de Legazpi, 8). Precio: entrada gratuita.
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