La liberación del fotomatón

La directora de arte Irene Luna, de 28 años, y el artista Ampparito, de 29, se han propuesto “liberar fotomatones” haciendo fotos del exterior desde dentro de la cabina y con la ayuda de un tercer protagonista invisible: un espejo. Durante tres semanas y gracias a la residencia que están llevando a cabo en el Espacio Artístico CasaBanchel, estos dos madrileños retratarán la ciudad a través de los más de 200 fotomatones.

¿Cómo surge esta idea?

Ampparito. En septiembre del año pasado, en la calle de la Ruda, cerca de La Latina. Al fondo se veía el brazo de una grúa amarilla cruzando el cielo. Como hay un fotomatón ahí mismo, pensé: cómo molaría hacer la foto, pero con el propio fotomatón. Necesitábamos un espejo. Volvimos con él, hicimos la foto y tuvimos suerte de que la calle es muy estrecha y hacía sombra, porque luego descubrimos lo fácil que es que la foto se queme, que salga blanca. Si se hubiese quemado, igual ni habríamos seguido con este proyecto.

Irene Luna. Todos los días miramos a qué hora amanece y a qué hora atardece. Tenemos unos 20-25 minutos para hacer la foto. Hay veces que esos minutos nos da para llegar a dos fotomatones que estén cerca, como mucho, cuatro.

A. En Argüelles hay uno en el que teníamos sólo 10 minutos antes de que anocheciera. Eso sí, los días que llueve puedes hacer fotos durante todo el día.

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¿Cuál es su fotomatón favorito?

A. A mí me gusta uno que está dentro de un bar, al lado del baño, tiene las botellas de lejía y detergente encima... Y otro en Quevedo que está en frente de un quiosco y que le pasa un poco como al de la calle de la Ruda, allí casi siempre salen bien las fotos. Suele pasar gente, te ven con un espejo en el fotomatón y miran. Así que tenemos varios retratos de viandantes. Se podría hacer un proyecto sólo de este fotomatón.

Entiendo que utilizan la mítica plantilla de ocho fotos.

A. Sí, porque es muy representativa. Lo que pasa es que, como es un formato... burocrático: para el carnet de identidad, el de conducir, etc. lo ponen a cinco euros. Y es mucho dinero. La otra opción, la que hacemos nosotros, cuesta sólo dos, después la adaptamos a la plantilla.

Se habrán gastado un dineral...

A. Unos 700 euros solo en las fotos. Cuando terminemos igual serán unos 2.000 y algo. Queremos hacer un retrato de toda España formado por muchas imágenes.

I. L. Queremos liberar todos los fotomatones. Están condenados a retratar caras, no saben dónde están, si hay un parque precioso donde juegan los niños, si están en un centro comercial abandonado...

A. Es curioso porque son un espacio de intimidad en medio de la ciudad. Hay gente que entra a los fotomatones a follar, a dormir... Un chico en Berlín nos dijo que a veces se metía a llorar. Si tiene la falda corta, es decir, la cortina por la cintura, nadie que te vea desde fuera te va a interrumpir.

I. L. Sabes, no te lo había dicho, pero todos los cumpleaños me hago una foto en un fotomatón.

A. ¿En serio? No lo sabía.

Pero si llevan un año con el proyecto, ¿cómo no ha salido este tema antes?

I. L. Es que los fotomatones siempre me han llamado mucho la atención.

A. Es verdad que en la pandemia a veces bajabas a hacerte fotos. ¿Una vez bajaste con gato, no?

I. L. Sí.

A. Y casi se escapa.

I. L. Ir al fotomatón era como estar en un limbo legal.

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