_
_
_
_
salto de fe
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Recuerda esto, que luego te hará falta

Yo cerré los ojos y dejé que el sonido de las olas rebotando contra mi cuerpo me limpiasen el cansancio y el polvo de Madrid

Una mujer toma el sol en una playa en Cannes, Francia.
Una mujer toma el sol en una playa en Cannes, Francia.ERIC GAILLARD (REUTERS)
Margaryta Yakovenko

Antes de los peces muertos, en el mar Menor floté yo. Fue a principios de agosto, hace justo un mes. Hacía calor pero el agua aún no tenía la temperatura de un té puesto a enfriar. Estaba salada, como siempre, y la sal me empujaba y me sostenía sobre la superficie como un colchón viscoelástico de firmeza baja. Yo cerré los ojos y dejé que el sonido de las olas rebotando contra mi cuerpo me limpiasen el cansancio y el polvo de Madrid. Me sentí pura, fresca, relajada y, con los rayos creando nuevas pecas, pensé: recuerda esto.

Me despertó el ruido. Estaba en Cádiz en un apartamento construido a pie de playa que difícilmente cumplía alguna ley de costas. Serían las tres o las cuatro, no lo sé. El resto del año puedes cabrearte porque algo te ha despertado en mitad de la noche. Puedes calcular mentalmente cuántas horas quedan para que suene tu alarma. Pero en vacaciones, que solo importa la hora de ingerir comidas o bebidas, te despiertas y ni siquiera te sientes molesta. Me despertó el ruido y yo pensé que era el tráfico de la M-30 y resultó que era el sonido de las olas del Atlántico. Mi mente, pervertida por la ciudad, interpretaba como molesto algo que las apps de meditación usan para relajar a la gente normal. Cuando me di cuenta de dónde estaba y lo que estaba oyendo, pensé: recuerda esto.

Más información
Terraza del restaurante Picalagartos, en Gran Vía de Madrid.
Despedir el verano en las alturas
DVD 1062  (23/07/2021)
Una joven pasa entre la terraza vacía en la Sidrería "La Cuenca", en el centro de Madrid, el viernes por la tarde.
David Expósito
Madrid adelanta las vacaciones

Al principio fueron las cigarras. La temperatura no bajaba de los treinta aunque el sol ya se había puesto. La tierra recalentada durante meses olía a arbusto seco y crujía. Podrían ser víboras de campo, conejos, zorros, salamanquesas, probablemente eran solo ratones. Pero a cada crujido yo me sobresaltaba porque había presencias, presencias naturales, que me rodeaban. En esos montes de Extremadura la intrusa era yo y no las vacas que hacían sonar sus cencerros ni los burros ni los mirlos que daban comienzo a la mañana. Era intrusa y era comida para los mosquitos, un dulce perfecto para las avispas que no sabían si ir a por mí o a por el último trozo de chorizo que quedaba en la mesa tras la cena. Y mientras me rascaba hasta hacerme sangre los picotazos, pensé, de nuevo: recuerda esto.

Fue en el camino de vuelta a la ciudad. Me recibió el atardecer naranja que se filtraba entre las nubes. El cielo de Madrid daba su mejor espectáculo cuando me bajé del bus tras casi seis horas de viaje. Tenía la espalda dolorida, la nariz quemada, los talones secos por culpa de la arena y la sal, el pelo hecho un desastre. Pero no eran cicatrices de guerra sino señales de que había tenido el privilegio de la desconexión. Y cuando subía al taxi y nos quedábamos parados en el primer atasco del último lunes de agosto, llenando lentamente mis purificados pulmones de humo, yo recapitulé todo lo que había hecho mientras me esforzaba por no hacer nada y pensé: recuerda esto, que luego te hará falta.

Suscríbete aquí a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Margaryta Yakovenko
Periodista y escritora, antes de llegar a EL PAÍS fue editora en la revista PlayGround y redactora en El Periódico de Cataluña y La Opinión. Estudió periodismo en la Universidad de Murcia y realizó el máster de Periodismo Político Internacional de la Universitat Pompeu Fabra. Es autora de la novela 'Desencajada' y varios relatos.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_