“Me preocupa la proliferación de universidades privadas en Madrid, algunas en manos de fondos”
Amaya Mendikoetxea, catedrática en lingüística inglesa, se convierte después de 37 años en la segunda mujer que lidera la institución y afirma que el programa bilingüe de la región “es bastante mejorable”
Amaya Mendikoetxea, de 55 años, dio la sorpresa el pasado mayo en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Hacía 37 años que una mujer no conseguía coger el mando de un mundo dominado por los hombres. En toda la historia de esta universidad, una de las 200 mejores del mundo, según el QS World University Rankings 2020, nueve hombres se habían alzado con el puesto más importante del centro y solo una rectora, Josefina Gómez Mendoza, había llegado a lo más alto en 1984. La bilbaína y catedrática en lingüística inglesa (todavía rectora electa porque las elecciones regionales retrasaron su toma de posesión) recoge el testigo con el convencimiento de que tras la pandemia “vienen buenos tiempos para las disciplinas del área de humanidades”. También cree que las universidades deben copar protagonismo y ayudar a una sociedad maltrecha. “La solución no viene solo de la tecnología, viene de las ciencias, de las humanidades, de las ciencias sociales… Problemas como el de la desconfianza ante las vacunas, las fake news, todo esto son problemas que se tienen que abordar desde otras disciplinas. Y creo firmemente que la universidad tiene que ser un actor protagonista de la recuperación, la modernización y la transformación de este país”.
Pregunta. Ahora mismo, con usted hay 17 mujeres que lideran una universidad pública o privada en España, con 76 centros de enseñanza superior en total. ¿Somos menos ambiciosas, menos listas, menos preparadas?
Respuesta. Hay varias cuestiones. Una viene determinada por la ley, y es que el aspirante a rector o rectora tiene que ser un catedrático y solo un 25% son mujeres. La carrera académica es muy larga, requiere de muchos sacrificios y digamos que en la parte más productiva de la carrera académica, que suele ser entre los 30 y los 45 años, de media, generalmente coincide con los años de maternidad. Y eso creo que ha lastrado mucho la progresión académica de las mujeres en general. Es cierto que en ese sentido se van dando pasos y aquí por ejemplo en la UAM desde el año pasado en las promociones a cátedras hay un porcentaje de la puntuación se da a mujeres en áreas en las que hay una descompensación.
P. Pero aun así hay menos catedráticas, ¿habría que hacer algo más?
R. El problema es general en puestos de responsabilidad. En empresas, en gobiernos… ¿Por qué las mujeres tardamos tanto en acceder? Ahí ha habido también un problema cultural. Hay una cosa que los americanos llaman el síndrome del impostor, y se sufre mucho en los contextos académicos, tanto en hombres como en mujeres, y se trata de una sensación de inseguridad que hace que en realidad pienses que eres una especie de fraude, que si alguien rasca un poquito va a descubrir que no tienes ni las cualidades ni las habilidades para liderar. Y esto es algo que aunque afecta tanto a hombre como a mujeres, hay estudios que demuestran que las mujeres lo sufrimos más.
P. Es la segunda rectora en la historia de la Autónoma, aunque han tenido que pasar 37 años para volver a ver una mujer en ese puesto. ¿Cree que es el principio de un cambio?
R. Es verdad que he sido la primera mujer desde Josefina Gómez Mendoza, pero en toda la historia de la UAM, que recuerde, nunca he visto a una mujer presentarse, no ha habido candidatas. Eso ya es un primer paso, para que sirva de modelo. Antes pasaba a nivel de decanatos y ahora hay muchas decanas. Irá subiendo el techo de cristal. Como decía Kamala Harris cuando la nombraron vicepresidenta de EE UU, “soy la primera, pero no voy a ser la última”.
P. En España hay 76 universidades, 22 de ellas privadas. Y en Madrid, sin embargo, se concentran seis públicas y 12 privadas. De hecho la decimotercera está ya sobre la mesa. ¿Es buena esa competitividad?
R. En principio que haya una concentración de instituciones de educación superior en una región es bueno en el sentido de que podemos, si trabajamos de forma conjunta, influir en las políticas. Esta competitividad o competición por conseguir alumnos nos hace a todos mejorar, por lo que yo no soy contraria. Pero sí que creo que deberíamos jugar todos con las mismas reglas del juego. Y en este sentido las universidades privadas no se les exige tanto como a las públicas. El Gobierno de la Nación va a sacar legislación en ese sentido porque hay universidades privadas que no ofrecen estudios de postgrado, y cabe la duda de si una institución que no ofrece estudios de postgrado puede ser realmente una universidad. En general son más flojas en investigación también. Y digamos que la universidad tiene tres misiones principales, que son la docencia, la investigación y la transferencia. Y se quedan cortas de algunas de esas patas.
P. Y luego en Madrid existe el problema de las tasas. Es una de las regiones donde más cuesta estudiar una carrera.
R. La competición en ese sentido es más feroz, sobre todo a nivel de máster. Digamos que a nivel de grado, nosotros aquí tenemos una ocupación más o menos del 99%, pero a nivel de máster soy consciente de que hay muchos estudiantes que acuden a universidades privadas porque no hay tanta diferencia de precio y digamos que ellos tienen una mayor flexibilidad a la hora de hacer una oferta más adecuada a las demandas del mercado. Ahí también podemos aprender. Tenemos que ser muy ágiles y responder a lo que nos demanda el mercado laboral y poder competir en ese terreno. Me preocupa la proliferación de universidades privadas, algunas de ellas en manos de fondos de inversión, esto también con la digitalización en peligroso, hemos visto lo que ha ocurrido en alguna de ellas, están reduciendo costes, introduciendo la digitalización… sigo considerando que la figura del profesor universitario es absolutamente fundamental y que no puede ser reemplazado por un algoritmo o una colección de vídeos.
P. ¿Entonces está usted a favor de que bajen las tasas para que estudiar en Madrid no resulte tan caro a pesar de que el Gobierno regional votó en contra de hacerlo?
R. En principio por supuesto que me parece bueno, además creo en la función social de la universidad y hay unas diferencias enormes entre distintas regiones sobre lo que cuestan los títulos de grado y posgrado. Pero aquí también tenemos que tener cuidado. Una parte importante de la financiación de las universidades públicas es a través de las tasas. Si bajan las tasas tendrán que subir la subvención nominativa de la Comunidad de Madrid. Creo que hay que tener un poco de cuidado y ver cómo se compensa eso. La situación presupuestaria de las universidades públicas en Madrid no nos permite reducir ingresos en ninguna de las partidas. Date cuenta que la subvención nominativa de la Comunidad de Madrid supone menos de la mitad del presupuesto de la universidad, no nos llega ni siquiera para pagar los sueldos. Nosotros necesitamos los ingresos que tenemos por tasas y los ingresos que tenemos por fondos de investigación. Esas son las tres fuentes de ingreso principales.
P. Andreas Schleicher, el creador del informe PISA, dijo en una entrevista a El País que la Educación en España prepara a los alumnos para un mundo que ya no existe. ¿Cómo se corrige eso desde la universidad?
R. Hay que hacer una reflexión, un cambio de mentalidad que ya se está produciendo, hay que colaborar mucho con agentes sociales, con empresas, con ONGs, con otras instituciones… y también hay diferentes maneras de enseñar contenidos y enseñar destrezas. Sobre todo habilidades y destrezas que los estudiantes van a necesitar. Y en este sentido me parece muy interesante el proyecto de la UE del nuevo proyecto de Erasmus Plus, que lo que quiere es fomentar lo que llaman los microcredenciales, como mini certificados de módulos. Microcredenciales de competencias digitales, de igualdad, de pensamiento crítico, de sostenibilidad... Y es un sistema bastante flexible, de módulos más compactos, entrarían las titulaciones que también se pueden ofrecer a la sociedad que creo que también podrían preparar mejor a los estudiantes al mundo que se van a enfrentar. Yo leí esa entrevista y estoy completamente de acuerdo con lo que decía. Me parece que lo llevamos escuchando tiempo, pero no estamos actuando.
P. ¿Y por qué no se actúa a pesar de que las señales son evidentes?
R. No toda la culpa es de la universidad. Aquí el mercado laboral también tiene su parte de responsabilidad, tiene que haber una colaboración mucho más estrecha. Tampoco las empresas pueden pretender que formemos a gente que tenga exactamente las habilidades que requieren. Hay que desarrollar competencias más amplias. Una cosa que nos cuesta mucho es la parte de prácticas. Hay que fomentarlas, son muy importantes a la hora de conseguir un trabajo, pero cuesta mucho que las empresas o las instituciones, los museos… acepten estudiantes en prácticas. Ahí la colaboración tiene que ir por los dos lados.
P. La Comunidad de Madrid puso en marcha el programa bilingüe en 2004-05. Hay controversia en la comunidad educativa sobre su calidad. Usted es catedrática en lingüística inglesa, ¿llegan preparados los alumnos a la universidad?
R. Hubo una primera etapa en la que en la misma aula convivían un profesor nativo y uno local, y eso funcionó relativamente bien pero era un programa muy costoso. Poner a profesores a dar clase en inglés, sin una preparación suficiente tanto a nivel de idioma como de metodología es complicado de hacer y yo creo que se necesitaría una preparación más rigurosa del profesorado, creo que en muchos sitios se ha corrido en cierto modo porque se ha puesto de moda y hay una demanda social para una educación bilingüe, pero creo que es bastante mejorable lo que se hace en la Comunidad de Madrid. Por otra parte es difícil valorar porque en el momento en el que los niños entran en un programa bilingüe, además de lo que aprendan en sus clases, con sus profesores, generalmente hay alrededor una serie de factores porque los padres que pueden lo van a reforzar con extraescolares, estancias en el extranjero…
P. ¿Es bastante mejorable pero se puede decir que el nivel de inglés ha mejorado en la última década?
He dado clase durante muchos años de filología inglesa y estudios ingleses y en lenguas modernas, y cuando entran los estudiantes después de selectividad, que son alrededor de 200 estudiantes entre los dos grados, les hacemos un test de nivel para dividirlos en cuatro grupos. Cada vez son más los que están en los dos grupos avanzados, se nota una mejoría sustancial del nivel lingüístico de los estudiantes que acceden a la universidad. Lo que no te puedo decir es si eso es resultado de los programas bilingües o del enorme esfuerzo que hacen las familias, que utilizan recursos propios.
Suscríbete aquí a nuestra nueva newsletter sobre Madrid.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.