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Lucha para evitar que ‘Filomena’ arrase también con los restos de la Guerra Civil de la Casa de Campo

La asociación Gefrema propone al Ayuntamiento ayudar a señalizar los vestigios de la contienda para evitar que las máquinas que entran en el parque para tratar el arbolado caído en el temporal los dañe

Un bombero acordona una zona mientras algunos de sus compañeros trabajan para retirar un árbol caído en la Casa de Campo.
Un bombero acordona una zona mientras algunos de sus compañeros trabajan para retirar un árbol caído en la Casa de Campo.JUAN CARLOS HIDALGO (EFE)
Berta Ferrero

Se conoce la Casa de Campo “como cualquiera conoce el salón de su casa”. Ha vivido allí su infancia, su adolescencia y su madurez. Ha disfrutado de sus rincones en vacaciones, cuando las vacaciones significaban eso, pasarlas en el parque de enfrente de casa “porque entonces no se viajaba a Alicante”. Se conoce al dedillo sus secretos, sus rincones y sus tesoros. Y con todo ese conocimiento a cuestas, Antonio Morcillo, presidente de la asociación Gefrema (Grupo de Estudios del Frente de Madrid), se puso a disposición del Ayuntamiento de Madrid para ayudar en lo que pudiera para conservar la memoria, las heridas y la historia de la Guerra Civil en uno de los lugares más nombrados en el último mes por el daño sufrido en su arbolado. Alrededor de un 70% ha acabado tocado por culpa de Filomena y de las heladas que llegaron una semana después. Y ahora, cerrada a un público acostumbrado a hacer deporte o a pasear por el pulmón más importante de la Comunidad de Madrid, con 1.722 hectáreas, la Administración municipal se afana en inspeccionar, picar y triturar esos restos que supuestamente servirán de abono para el propio parque. Eso mismo, sin embargo, tiene una contraprestación en la que han caído unos pocos: las enormes máquinas que entran en un monte ahora blando y removido corren el riesgo de sepultar los vestigios ocultos de la guerra y silenciar, un poco más, su memoria.

La contienda entre el bando nacionalista y el republicano dejó todo tipo de huellas por el monte, algunas más perceptibles que otras. Fortines de hormigón, trincheras más o menos evidentes, fortificaciones militares, encuentros casuales de material bélico, pasadizos, polvorines, almacenes, baterías de cocina… Desde noviembre del 1936 hasta marzo de 1939, durante dos años y cinco meses, el frente de la guerra que dividió al país también se instaló en aquel parque público que pocos años antes había sido declarado Jardín Histórico, dejando en él vestigios que aún se conservan en la actualidad, aunque muchos de ellos puedan pasar inadvertidos para un ojo inexperto. El final de la guerra dejó las cosas tal y como estaban en ese momento y la Casa de Campo se quedó congelada, en silencio, con un luto impuesto hasta 1947, tiempo en que estuvo cerrada al público mientras se limpiaban los restos de la batalla.

Más de ochenta años después, la asociación Gefrema, que nació en 2002 con el objetivo de que los restos de la historia más dolorosa de España no se perdieran en el olvido, se ha reunido con el Ayuntamiento para que Filomena no suponga una patada más a la memoria, como la que se le dio en Rivas Vaciamadrid en 2015. Entonces, numerosos vestigios materiales de la batalla del Jarama, una de las más importantes de la guerra, acabaron dañados debido a las obras de reforestación, poda y limpieza que se pusieron en marcha para paliar los efectos de un incendio brutal que arrasó con un pinar de la zona. “Aquello fue un desastre”, lamenta Morcillo, un profesor licenciado en geografía e historia jubilado de 67 años que ha estado organizando durante años visitas guiadas en la Casa de Campo para dar valor a la zona y compartir conocimientos.

Ahora mismo, cinco sextas partes de los vestigios que todavía quedan más o menos intactas pertenecieron al bando nacionalista y una sexta parte al republicano, cuyos restos ya sufrieron el ostracismo tras las intervenciones urbanísticas de la posguerra. El parque de atracciones, el zoológico, la construcción de la avenida de Portugal o el desdoblamiento de la M-30 enterraron muchos de aquellos tesoros para la memoria que solo unos pocos, como Morcillo, tienen localizados en un mapa.

“Con 14 o 15 años iba por la Casa de Campo como Pedro por su casa. Mi padre combatió en la guerra, en el lado republicano, y de él aprendí todo y absorbí cada rincón de allí. Mi pasión por la historia viene de mucho antes de la creación de la asociación [Gefrema]”, cuenta el profesor, que lleva un año y medio elaborando junto a sus compañeros un inventario pormenorizado de la zona, considerada Bien de Interés Cultural (BIC), para entregárselo a Patrimonio, de la Comunidad de Madrid.

Con la llegada de la pandemia se suspendieron aquellas visitas guiadas y, tras el temporal del siglo, Morcillo temió que pasara algo similar a lo que ocurrió en Rivas y todo su trabajo se fuera al traste. Por eso pidieron cita con Enrique Rodríguez, Director Conservador de Casa de Campo y Área Forestal de Tres Cantos, y se reunieron con él el pasado viernes, un encuentro que, según el propio Rodríguez, fue fructífero para todos.

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“Se han ofrecido a hacer una prospección y a delimitar y balizar las zonas”, ha explicado el director del parque, que ha aceptado la ayuda de Gefrema. “Nosotros pondremos los medios y el material y ellos harán ese trabajo que han propuesto porque es verdad que aunque hay trabajadores municipales que conocen la Casa Campo perfectamente pero hay otros que hemos contratado expresamente para esto que puede que no. Nos ha parecido buena idea”, ha admitido. El director del parque ha reconocido que el Ayuntamiento, además, está recibiendo presiones ciudadanas por mantener el parque cerrado al público. “Hay gente que escribe que no ha debido ver lo que ha pasado ahí, que ha sido una masacre. No lo tenemos cerrado por gusto, es por seguridad. Y es importante que se sepa que por ahora solo están abiertos los accesos al lago, al parque de atracciones, al zoo… es decir, los que ofrecen determinados servicios”.

Las prisas por abrir, sin embargo, son malas compañeras. Los integrantes de Gefrema recuerdan que hacer una prospección y balizar un parque de 1.700 hectáreas no se hace en dos días. Y mantener la calma es esencial para mantener con vida en la memoria aquello donde más de 70.000 combatientes, entre civiles, sindicalistas, socialistas, comunistas, falangistas y carlistas, murieron peleando por sus ideales. “Mi padre me enseñó que una guerra como aquella no puede reducirse a buenos y malos, es mucho más compleja”, explica Morcillo. “Él fue ejemplo de concordia, aunque murió con sus ideales corregidos y aumentados, como solía decir. Pero tenía amigos y conocidos de los dos bandos. Perdió su juventud en aquella tragedia y es nuestra responsabilidad que aquello no se pierda”.

De zona arrasada, a zona multigestionada

Cuando empezó la guerra, el parque público era un polígono irregular delimitado por una tapia perimetral de 20 kilómetros de longitud en la que se abrían una serie de puertas y portillos. En la contienda, ganaron protagonismo la puerta de Río, del Ángel, del Batán, de Rodajos, de Aravaca, de Medianil y de Castilla, así como el portillo de Zarzón.

A partir de noviembre del primer año de la Guerra Civil, las tropas nacionalistas al mando del general Varela lograron adentrarse a través de la Casa de Campo, tras cruzar el río Manzanares, hasta el Hospital Clínico, en la Ciudad Universitaria, donde en aquellos primeros días murió el líder anarquista Buenaventura Durruti. Allí quedó establecida la primera línea. Las casas de la calle de la Princesa y los edificios de Moncloa se convirtieron en parapetos, en una zona muy disputada, al igual que la Casa de Campo; allí, las tropas enviadas por Franco establecieron posiciones artilleras como la del Cerro de Garabitas, desde las que cañoneaban la ciudad. Para mantener el cerro y las posiciones de avanzada, las tropas de los nacionales se fortificaron por todo el interior del parque.

Su recuperación tras la batalla fue paulatina y en el transcurso del tiempo se destinó a varios usos, como el Club de Campo, el Parque de Atracciones, el Zoológico o el Recinto Ferial. La gestión de la Casa de Campo está actualmente en manos de la burocracia de al menos cinco organismos del Ayuntamiento: el área de Medio Ambiente, la de Cultura, la Junta Municipal del Distrito de Moncloa-Aravaca y la empresa municipal Madrid Destino, que gestiona el Recinto Ferial.

El último plan gestor del parque data de 2007 aunque desde el Ayuntamiento afirmaron a finales del año pasado, con cierto secretismo, que durante el primer semestre de 2021 se daría a conocer un nuevo documento que reflejará las distintas vertientes que afectan a la Casa de Campo. Desde la plataforma Salvemos la Casa de Campo, entidad que lleva 30 años luchando para frenar las agresiones municipales y reivindicando la conservación y mejora del gran parque de Madrid, lamentan que se esté haciendo de forma interna.

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Sobre la firma

Berta Ferrero
Especializada en temas sociales en la sección de Madrid, hace especial hincapié en Educación o Medio Ambiente. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Cardenal Herrera CEU (Valencia) y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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