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Encerrados en la Cañada Real: “Aquí va a pasar una desgracia”

Los vecinos del mayor asentamiento irregular de Europa están atrapados a causa del temporal. Sin luz desde hace tres meses, escasea el combustible para encender los generadores eléctricos

La familia Najah se calienta con una chimenea de madera en el interior de su casa de la Cañada Real.
La familia Najah se calienta con una chimenea de madera en el interior de su casa de la Cañada Real.DAVID EXPOSITO
Miguel Ezquiaga Fernández

Esta noche se ha cumplido la peor profecía. La casa de Mustafá, de 47 años, ha ardido mientras toda la familia dormía. Una fuga de diésel en el generador eléctrico que utilizan para calentarse ha terminado por incendiar varios muebles y una lavadora. Alertados por el humo, todos corrieron a sofocar las llamas, que devastaron un desvencijado trastero. Por suerte están a salvo. Al levantarse por la mañana, Mustafá advirtió que un gran manto blanco bloqueaba la entrada de su vivienda: “Estamos atrapados y se acaba el combustible”.

La nieve se ha convertido en un infierno en el sector seis de La Cañada Real Galiana, sin luz desde octubre, cuando la red empezó a caerse por sobrecarga. Los habitantes del mayor asentamiento irregular de Europa permanecen incomunicados. Las existencias de leña, diésel y gas butano merman según avanza la fría jornada. Los accesos por carretera, sin embargo, continúan cortados a causa del temporal Filomena. La única posibilidad de abastecimiento pasa por surcar la tormenta y alcanzar a pie la gasolinera más cercana. Mustafá consiguió llegar hasta allí esta mañana con su esposa e hija.

“Ni siquiera tengo cómo apuntalar el techo. Si se derrumba nos refugiaremos en casa de mi primo, que está también en la Cañada, pero seremos más de seis personas y estamos en pandemia”.
Hakim, padre de familia de 43 años

Tuvieron que cruzar andando la autovía A-3. En algunos tramos, la nieve les cubría hasta las rodillas. Arrastraban un carrito con ruedas que, a la vuelta, tras dos horas haciendo fila, portaba varias barras de pan y dos bidones de gasolina. Mustafá asegura: “Aquí va a pasar una desgracia grande. No parece que estemos en Europa. Hasta en el tercer mundo tienen luz”. El problema del suministro sigue sin resolverse y ayer el alcalde de la capital, a la que pertenece este tramo de la Cañada, improvisó un plan de urgencia: el uso de la vieja fábrica de muebles y una parroquia cercana para pernoctar. Pero la solución no satisface a nadie. Ni siquiera hoy.

Loubna El Azmani, de la asociación de mujeres Tabadol, explica que “los vecinos tienen sus propias casas de ladrillo, no necesitan de un albergue, que deberían reservarse para quién viva a la intemperie”. Dado que el restablecimiento del suministro se antoja difícil, Lobuna pide que las administraciones traigan generadores para las familias. Hasta ahora, solo frecuentan los espacios habilitados por el Consistorio los toxicómanos del mercado de la droga, que se extiende durante los primeros kilómetros del sector seis. “Si esto sigue así, van a encontrarse a la gente muerta por congelación en sus casas”, lamenta la mujer, a la que solo le quedan dos litros de gasolina para capear la borrasca.

Hakim, otro padre de familia de 43 años, teme que el peso de la nieve hunda sus frágiles tejados de hojalata. El porche del vecino venció esta madrugada: “Ni siquiera tengo cómo apuntalar el techo. Si se derrumba nos refugiaremos en casa de mi primo, que está también en la Cañada, pero seremos más de seis personas y estamos en pandemia”. Por teléfono Hakim relata que su esposa prepara harira para entrar en calor. La menor de sus hijas tiene sabañones en los dedos desde ayer y “le duelen si agarra objetos o juega con sus muñecos”. Además de luz, hoy en la Cañada también reclaman quitanieves.

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