La libertad madrileña y sus enemigos
Han transcurrido ya 40 días de la apertura del hospital Isabel Zendal y, por lo visto, el mundo no quiere enterarse de la magnitud de la hazaña
Ha pasado más de un mes desde la apertura del hospital que iba a “sorprender al mundo” y el mundo —a menudo tan ingrato— no da muestras de sentirse sorprendido. O, por lo menos, lo que se dice el mundo en toda su extensión geográfica, eso a lo que se refería la presidenta regional cuando insistía en anunciarnos la apertura del Isabel Zendal casi como un acontecimiento planetario. Han transcurrido ya 40 días y, por lo visto, el mundo no quiere enterarse de la magnitud de la hazaña. Peor para él.
Tal vez la presidenta exagerase en sus previsiones, pero nadie puede negarle que daba en el clavo cuando repetía en cada entrevista que el nuevo hospital iba a sorprender. El primero, a su jefe de partido, Pablo Casado, que en el acto de inauguración preguntó por los quirófanos y le dijeron que no había. Su sorpresa fue comparable a la que días antes había mostrado ante las cámaras la propia presidenta, después de que una periodista de Telemadrid tuviese la ocurrencia extemporánea de preguntarle de cuántos sanitarios dispondría el hospital. Por no hablar de la sorpresa —digna de captar la atención del mundo— que supuso descubrir que el titánico esfuerzo de la Comunidad logró, en solo seis meses, duplicar la inversión prevista en el hospital. Lo que en junio iba a costar 50 millones pasó a costar 100 en diciembre. O, al menos, esa cifra aproximada, porque la Comunidad aún tiene pendiente la divulgación del cálculo final y su detalle. No hay que descartar, desde luego, que ahí nos esperen nuevas sorpresas para seguir confirmando la profecía de la presidenta.
Esa falta de reconocimiento mundial viene a corroborar que a la Comunidad le pasa como a EE. UU., siempre acechado por enemigos que quieren destruir el american way of life. Lo alertó la presidenta en mayo, cuando reveló que el Gobierno de Sánchez impedía a Madrid avanzar en la desescalada para ir al choque contra lo que definió como “nuestro modo de vida, nuestra libertad de horarios, nuestra libertad en la sanidad y la educación”. Algo de eso debe de haber sucedido ahora para que la Comunidad no haya tenido más remedio que denunciar un nuevo ataque, especialmente perverso: ni más ni menos que en el reparto de vacunas. El Gobierno le entregó 50.000 en la primera semana, cuando la Comunidad había dispuesto un apabullante ejército de 92 enfermeras para inyectarlas. Tan sobrada estaba de recursos que hasta se permitió rechazar una oferta de refuerzos de los equipos sanitarios del Ayuntamiento.
Como la insidia no descansa, la presidenta ha tenido que salir a precisar que Madrid vacunará “incluso de noche”. Algunos la han criticado porque, después de decir eso, la administración de las dosis se interrumpió por la festividad de Reyes. Típico de los enemigos de nuestro-modo-de-vida: querer arruinarnos una noche así, repleta de ilusiones y de sorpresas.
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