Pinocho para despedir 2020
La fábula de la marioneta italiana regresa ante una era de ‘fake news’ y realidades impostadas. El Teatro Calderón la recupera en una adaptación futurista
Ningún año se ha acabado con tantas ganas de empezar el siguiente, pero también de terminar con muchas de sus monsergas. Si a 2020 ya le queda un suspiro, convendría no volver a escuchar en el 2021 una de las frases más irritantes que se han oído desde el estallido de la pandemia: “Vamos a salir mejores”. Empezamos el confinamiento con dibujitos por las ventanas que incluían mensajes esperanzadores de “todo va a ir bien” y finiquitamos diciembre todavía con muchos muertos y al borde de una tercera ola de contagio. Y lo que es más vejatorio en mitad de unos tiempos que exigen tanta responsabilidad y ética: se va el año con un Congreso de los Diputados tétrico donde los representantes de la ultraderecha, defensores del franquismo, se permiten vociferar sobre el Gobierno “totalitario” mientras decenas de militares jubilados intentan implicar al Rey en un pronunciamiento del Ejército contra los “socialcomunistas y golpistas”. Son algunas de las muchas cosas que no van bien en la política española hasta concluir que nada va mejor en una era en la que la mentira posee mayor capacidad de difusión que nunca.
Este año que se esfuma ha demostrado que una mentira miles de veces repetida puede pasar sin problemas por verdad en las redes sociales y los grupos de WhatsApp. Es alarmante. Más aún que suceda con tanto descaro entre conspiradores, paranoicos e interesados en el año en el que la ciencia ha sido por fin reconocida, al resultar -como siempre- esencial para nuestra vida y la lucha contra el covid-19 y cualquier otro maldito virus, venido o por venir. La mentira, enmascarada de muchas formas y con todo tipo de altavoces anónimos y familiares, se contagia tanto como un virus en una época plagada de fake news, bots y trolls.
Quizá no es casualidad, entonces, que veamos resurgir con fuerza el personaje de Pinocho. Matteo Garrone, el director de la aclamada Gomorra, ha hecho su propia interpretación de la fábula junto con el actor Roberto Benigni. Guillermo del Toro, ganador del Oscar con La forma del agua, ha elegido también el cuento de origen italiano como tema de su primera película animada, que se estrenará en 2021. E incluso la factoría Disney ha anunciado que se encuentra preparando una tercera revisión de Pinocho. Fue la de 1940, creada por Walt Disney en una adaptación libre, la que más ha pervivido en la memoria de todos, considerada una pieza maestra del cine de animación y “culturalmente importante” por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.
En Madrid, se puede ver estos días otra adaptación libre del cuento en el Teatro Calderón. Se trata de un musical familiar dirigido por José Masegosa en clave futurista. El carpintero Geppetto es sustituido por una científica dicharachera y la marioneta de madera por un androide, al que se le enciende la nariz cuando miente. Hasta sale un Pepito Grillo en forma de máquina robótica inteligente. Con un lenguaje actual y dosis de humor, la fábula en este caso se centra en reflexionar sobre los problemas de la mentira en un mundo marcado por las redes sociales. No tanto la mentira en relación con las noticias falsas, sino por la construcción de realidades impostadas en los perfiles individuales de tantas personas. Esa necesidad imperante de mostrarse feliz, guapo y activo ante el juicio de los demás. Como si hubiese un mandato para estar siempre presente en las redes sociales hasta el punto de que fueran el camino más importante para el reconocimiento, sino el único. Una obra pensada para niños y adolescentes ante el desafío de la construcción de identidad, pero también, qué duda cabe, destinada a adultos. Solo hace falta darse un rápido paseo por el ciberespacio para comprender que los adultos tienen los mismos problemas que los jóvenes al respecto.
Como todas las grandes fábulas, la de Pinocho da mucho juego y, sin embargo, es curioso saber que el tema principal de la historia original, que data de 1882, nunca fue la mentira. De hecho, el crecimiento de la nariz no sucedió hasta varias aventuras después tras el éxito cosechado en las primeras entregas. Su autor Carlo Collodi, seudónimo de Carlo Lorenzini, fue un periodista y satírico muy prolífico, colaborador de publicaciones políticas y culturales y crítico incansable de los líderes de su país, a los que reprimía con frecuencia por su indiferencia hacia los pobres y desfavorecidos. El tema principal de una historia publicada por fascículos en un periódico fue la importancia de la educación, de la que Lorenzini era un apasionado defensor en el nuevo y desigual estado que surgió de la unificación italiana bajo su primer rey, Víctor Manuel II. El personaje de Pinocho iba de desgracia en desgracia porque renunciaba a ir a la escuela. Tanto que en una de ellas llega a convertirse junto a un amigo en burro, una palabra que en italiano, como en español, se aplica tanto a los que están trabajando explotados hasta el agotamiento como a los que no les va bien en el colegio, no necesariamente porque sean estúpidos, sino porque se niegan a hacerlo.
La moraleja de Pinocho, entonces, no es que los niños siempre deban decir la verdad, sino que la educación es primordial, entendiendo que esta permite a los humanos -que es a lo que aspira a ser la marioneta de madera- liberarse de una vida de trabajo brutal y conseguir autoconciencia social. La educación para no ser un títere de los demás. Y, por tanto, la educación para discernir mejor la compleja realidad.
Si algo nos debiese enseñar 2020 es que vivimos tiempos de confusión. Mucha información no quiere decir mejor informados. Como mucha tecnología no quiere decir mejor comunicados. Ni mucha competitividad mejor educados. Si la fábula de Pinocho regresa con ganas es porque quizá hay demasiados títeres sin saberlo y corre bastante peligro la educación, ese espacio, en palabras del filósofo Emilio Lledó, “creador de libertad y posibilidades de pensamiento ante el dogmatismo, el fanatismo y la ignorancia”.
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