El monólogo sortea el coronavirus
Los espectáculos en solitario se asientan en los teatros madrileños en tiempos de pandemia, por el menor riesgo sanitario y económico de quienes los ponen en pie
La actriz y dramaturga Begoña Caparrós volvió a los escenarios tras el confinamiento con la obra Criaturas domésticas. Tan solo contaba con tres actrices, que ocupaban como escenario el sótano de un hostal vacío del centro de Madrid, el Bastardo, pero solo duró unas semanas representándola. Las restricciones de la Comunidad de Madrid sobre los aforos fueron un golpe mortal para una pequeña producción como la suya. Así que optó por priorizar su monólogo Archipiélago, con menores riesgos tanto sanitarios como económicos.
El texto nació como proyecto de graduación de un máster de creación teatral años antes de la llegada del coronavirus, pero revivió tras verse obligada a cancelar su anterior proyecto. El monólogo, que dirige y coescribe otra de las actrices de Criaturas domésticas, Lucía Trentini, es un retrato de la soledad que viven los inquilinos de un edificio a punto de ser desahuciado y se acompaña de un vídeo proyectado en unas sábanas como única escenografía. Para Caparrós ha sido la mejor opción para trabajar dadas las circunstancias. “Recogimos ese proyecto y le dimos una nueva vuelta para poder sacarlo lo más pronto posible. Por ahora hemos tenido cuatro funciones iniciales en la sala el Umbral de la Primavera y esperamos más fechas”, cuenta.
Desde que comenzó esta crisis múltiple, es común ver a una persona sola actuando frente a un público enmascarado en los teatros de Madrid. Los monólogos tienen la ventaja de cumplir de una forma más eficiente las medidas sanitarias sobre las tablas. También cuesta mucho menos producirlos que una obra con un elenco numeroso y una puesta en escena más elaborada.
Mientras que los monólogos dramáticos todavía se dan a conocer en la oferta teatral, los stand-up clásicos son un producto muy recurrido por los productores y directores de teatros. Sil de Castro, cocreadora del espectáculo cómico Calladitas estáis más guapas, cree que, en su caso, se han dado unas condiciones óptimas para dar el salto a teatros más grandes. “Nosotras ya veníamos con bastante éxito en los circuitos donde nos estábamos moviendo, pero, con las restricciones de aforo, algunos escenarios con más sillas están buscando algo que les salga rentable con la mitad del público. Antes de la pandemia nosotras estábamos haciendo teatros de 200 o 300 butacas, y ahora podemos estar en uno más grande al 50% de aforo”. Las chicas de Calladitas estáis más guapas, han tenido suerte en estos tiempos difíciles. El 18 de diciembre se presentarán en el teatro Pequeño Gran Vía por primera vez.
La que fue su casa madrileña durante los últimos meses es el Teatro Alfil, donde el director Joe O’Curneen, asegura que los monólogos son una buena opción para poner algo en cartelera sin tener que poner mucho dinero, pero el éxito depende del atractivo del nombre principal. “Nosotros le hemos dado la oportunidad a comediantes jóvenes para que hagan su stand-up comedy, pero no es como un humorista de la tele que es un éxito asegurado”. Al final, considera que lo más importante es ofrecer variedad al público, aunque el presupuesto es primordial.
Las uñas rojas es un monólogo tragicómico de Kendosan Producciones que se representa mensualmente en la sala Lola Membrives, el espacio secundario del Teatro Lara. La obra trata el viaje de un actor, interpretado por Emilio Gómez, a su infancia. El cofundador de la productora Jesús Sala ha confesado que aunque tenían previsto hacerlo desde el mes de enero, ha ayudado que solo haya un intérprete para continuar el plan. “Hubo varias semanas que por un positivo de un director tuvimos que ensayar a través de videollamada. El actor iba y el resto en casa. Dentro de la dificultad, es más sencillo de practicar que si hay un reparto más grande”. Sala piensa que, de haber más personas en el escenario, lo habrían cancelado, como les ocurrió con otras iniciativas que tenían preparadas. “Hemos reordenado nuestras prioridades de futuro y estamos planteando otro espectáculo con solo dos actrices”. Una de las razones que más peso tienen es la económica y sanitaria. “Las medidas mínimas que hay que cumplir para arrancar un proyecto (PCR, limpieza, aislamiento) son más fáciles si hay menos elenco de actores”.
Aunque, tal y como cuentan los profesionales que los llevan a escena, este tipo de espectáculos, en especial el monólogo dramático, también conlleva algunas complicaciones. Los artistas han de estar aún más preparados para conectar y entretener al público porque son el único foco y los teatros tienen que asegurarse de ofrecer variedad. En el Teatro Luchana de Madrid está en cartelera el drama Un obús en el corazón que interpreta, el actor de La Casa de Papel, Hovik Keuchkerian. El monólogo se apoya en los juegos de luz, para guiar a los espectadores, y en un decorado minimalista compuesto por un sofá-cama, un abrigo y un sillón. El actor cree que en este tipo de espectáculos es muy importante estar al máximo nivel. “La gente tiene que entrar desde el principio. Si no esta obra no hay quien se la coma. Con más personajes puedes elegir quién te emociona”, explica antes de una de sus funciones. El problema es que tres artistas es más caro que uno. “Tiene que venir un número determinado de personas a verte y con aforo reducido necesitas más funciones”, dice Keuchkerian. Además, a la parte económica hay que sumarle los test de coronavirus. “Si no tienes dinero para las pruebas no puedes afrontarlo”, considera el actor nacido en Beirut.
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