La penúltima
El próximo viernes la poeta Elvira Sastre se despide como columnista de El País
Madrid, te voy a echar de menos, pero esta no es una carta de despedida, es solo un penúltimo baile. Cambiaremos de canción el próximo viernes, cuando ponga punto y final a «Madrid me mata», y lo haremos felices.
Siempre odié ese tipo de despedidas que no se esperan, sino que aparecen como un relámpago y parten todo en dos después de iluminarlo. Como un milagro mal dirigido. Pienso en todas las veces que me dijeron adiós y agradezco ahora a quienes prepararon el camino antes de hacerlo. Las personas sensibles como yo necesitamos que la música suene antes de llegar al estribillo.
Esto es más fácil. De ti voy a echar de menos todo. Han sido dos años y medio en los que te he observado de una manera distinta. Hasta a esta oportunidad, solo miraba con amor a los seres vivos, y nunca pensé que una ciudad pudiera devolverme algo tan puro. Sin embargo, ahora encuentro amor en los adoquines partidos, en el cielo anaranjado de Tirso a las ocho de la tarde, en las bicicletas abandonadas, en los teatros llenos. Encuentro amor en la capital que se hizo pequeña para mí solo para que siguiera sintiéndome como en casa. Encuentro amor en Ana, en Manolo, en el quiosquero, en los tomates enormes de mi frutero. Hasta en el accidente en el que tu carretera me recogió y salvó de algo peor, hasta en eso encuentro amor. Encuentro amor en la lluvia, en la niebla que se engalana para este adiós, en los rincones que te rodean y que aún no he descubierto.
He aprendido a mirarte intentando siempre encontrar algo distinto para poder mostrarlo con palabras, y solo por eso, y por tu puerta abierta, y por tu consuelo acostumbrado, y por las luces que encendiste en mis noches más oscuras, y por la tristeza amiga, y por la vez que me dijiste «el amor no es esto», y por el día que me llevaste a un beso inolvidable, y por tu silencio tras mis libros, y por tus escenarios siempre amables, y por Tango y por Miranda, y por el primer mensaje de Lucía (gracias), y por tu olor a casa con chimenea, y por la velocidad de una vida deseada, y porque de ti es imposible irse, gran amor de mi vida, gran ciudad de mis sueños, solo por eso, no dejaré de escribirte, sea donde sea, no dejaré de habitar tus rincones y no dejaré de mirar a ese cielo tan infinito y tan tuyo donde es difícil no ser feliz.
Siempre fue un sueño escribir en un medio como El País. El amor con el que devoraba los artículos de Rosa y Almudena, coleccionaba las historietas de El Pequeño País, recortaba las fotos de Casillas y leía cosas de otros países tan lejanos que parecían escritos en otro idioma me trajo aquí, y con este mismo amor termino este penúltimo baile para que lo recoja el siguiente.
Se acerca el estribillo. Te espero el próximo viernes.
Madrid me mata.
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