Las meninas de la discordia
Es como si estuvieran buscando una mascota a marchas forzadas
Cuando a Salvador Dalí le preguntaron qué salvaría del museo del Prado dijo: “El aire contenido en Las meninas de Velázquez”. Parece una boutade típicamente daliniana, pero tenía razón: el aire contenido en ese cuadro, el prodigioso espacio en el lienzo plano y todo lo que tiene dentro es algo a preservar. Sacar de ahí a un ejército de meninas y dispersarlo por el centro de la ciudad es como abrir la caja de Pandora. Por tercer año consecutivo, cunde el pánico en las calles.
Siempre me asustan las meninas que me topo por ahí, ahora que anochece pronto, son como hongos deformes producto de una desafortunada mutación genética o, directamente, la invasión de los ultracuerpos. Están las meninas calladas, haciéndose los gremlins buenos, disimulando, pero dispuestas a atacar en cualquier momento. Vaya, que parece la ciudad una peli de terror del s. XVII. Dan más miedo aún al ver el patrocinio publicitario de las marcas y las intervenciones de celebrities cuyo criterio plástico nos da definitivamente igual. Es otra espectacularización y banalización del sufrido espacio público. Hubiera sido mejor idea dárselas para intervenir a vecinos random sacados de la guía telefónica, si es que tal cosa existe (la guía telefónica, los vecinos y el azar).
Muchas de las meninas liberadas e intervenidas tienen mucho colorinchi, mezclando lo clásico, lo castizo y lo pop, una cosa como muy de la Movida Madrileña. En Madrid estamos convencidos de que lo más moderno y creativo que esta ciudad puede dar de sí ocurrió hace 40 años. Ahora ha llegado la menina gigante, el monstruo final de pantalla, la menina nodriza de la que salen las demás meninas, hecha de luces de navidad y sita en la plaza de Colón, tradicional espacio de horrores, negacionistas, extremoderechistas y banderones. No puede salir nada bueno de la plaza de Colón. Puede que esta menina hipertrofiada sea la última señal para que todas las meninas salten desde su lejano planeta a nuestra dimensión, a través de la puerta interdimensional del Prado, y dominen la Tierra.
Hay mucha controversia con estas meninas, hay mucha gente horrorizada, y con razón (hasta hay un hashtag en Twitter, #stopmeninas y una cuenta de Instagram, etc). Para muchos esta ciudad está huérfana de hitos y de relato, pero es que están ciegos a las personas que la habitan: ese es el valor de Madrid, sus gentes, ese es su relato, esa es su marca. Es como si estuvieran buscando una mascota a marchas forzadas (Cobi, Curro, Naranjito, las meninas), para luego sacarle buen rendimiento vendiendo camisetas y figuritas y haciendo obras de caridad. Sigue la desperada búsqueda de la Marca Madrid, pero es que la Marca Madrid hoy en día ya está indisolublemente unida a otra imagen icónica, a otra mascota microscópica que, esta sí, distingue a Madrid de muchas de las capitales de moda: el coronavirus CoV-SARS-2.
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