Golpe al clan de los Kikos, que controlaba el narcotráfico en la Cañada Real
Hay 14 detenidos, a los que se ha incautado medio millón en efectivo, 19 kilos de cocaína, tres de hachís y heroína, 18 pistolas y casi 2.000 cartuchos

La Policía Nacional ha desarticulado al clan de los Kikos, la organización criminal que presuntamente controlaba la venta de drogas en la Cañada Real. Según los investigadores, llegaban a suministrar cerca de 200 dosis diarias de estupefacientes y vivían en un complejo bunquerizado y con fuertes medidas de seguridad en este poblado chabolista de sur de Madrid.
En la llamada operación Maíz, los agentes han detenido a los 14 miembros de esta banda, sucesora del clan de Los Gordos, del que son familiares. Los arrestados, que tienen muchos de ellos antecedentes por hechos similares, tienen edades comprendidas entre los 47 y los 23 años, y la mayoría son españoles pero hay también una mujer de nacionalidad cubana y otra italiana. Los arrestados ocupaban distintos peldaños en la estructura criminal. Tras ser puestos a disposición de la autoridad judicial, seis de los integrantes ingresaron en prisión provisional.
Los agentes han incautado 520.000 euros en efectivo, 19 kilos de cocaína, casi de tres kilos de hachís y heroína, así como 18 armas cortas de fuego reales de distintos calibres y casi 2.000 cartuchos, en cinco registros simultáneos en la Comunidad de Madrid y en Castilla-La Mancha. También había maquinaria para tratar sustancias estupefacientes como una prensa hidráulica y una envasadora al vacío, así como joyas, relojes de lujo y 11 vehículos, algunos de ellos de alta gama.
La investigación, explica la policía en un comunicado, se inició en febrero, cuando los investigadores consiguieron ubicar en la Cañada Real al mayor punto de venta de sustancias estupefacientes en Madrid. Los agentes detectaron que el negocio se centralizaba en una infravivienda, estratégicamente ubicada para utilizarla como punto de venta de varios tipos de droga y como lugar de consumo, que operaba las 24 horas al día. Durante las vigilancias, los agentes pudieron detectar que empleaban a unos individuos como vigías o aguadores y que, dado el trasiego continuo de personas y vehículos, operaban además como aparcacoches de los compradores.
Otros integrantes de la organización se situaban en el acceso a la parcela para decidir qué compradores o consumidores podían entrar y cuáles no, mientas que otros controlaban el acceso al inmueble. Otras personas que dispensaban la droga en el interior de una sala bunquerizada. Las investigaciones también permitieron comprobar que, tras estos individuos, se encontraba el número dos de la organización para supervisar sus actuaciones y que todos ellos guardaban algún tipo de parentesco directo con los líderes de la organización.
Los investigadores encontraron numerosas dificultades, la principal localizar la guardería desde la que se enviaban las sustancias estupefacientes al punto de venta de la Cañada. Una vez termina la fase de investigación, se practicó la entrada y registro en cinco domicilios, dos en Madrid, uno en Alcalá de Henares (Madrid), uno en Torrejón del Rey (Guadalajara) y otro en el municipio toledano de Illescas. Durante los registros se pudo comprobar que el punto de venta funcionaba como un supermercado, con carteles llamativos en los que anunciaban los productos y los precios, otros carteles con los horarios de los autobuses que circulan por el lugar y zonas donde acomodar a los clientes o a los que decidían consumir la droga en el lugar.
En el registro practicado en la vivienda de la Cañada, los agentes se encontraron con fuertes medidas de seguridad que habían instalado los investigados, como cámaras de videovigilancia y accesos con varias puertas acorazadas instaladas de manera consecutiva. A pesar de que algunos de los arrestados incendiaron la estancia para hacer desaparecer los estupefacientes y el dinero, los agentes consiguieron recuperarlo.
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