Medio millón de instantes desde un Madrid pasado
El extenso fondo fotográfico de Martín Santos Yubero está disponible en Internet, a través del portal de Archivos de la Comunidad de Madrid
Las paredes de estilo neo-mudéjar de la antigua fábrica El Águila, donde hace un siglo se amontonaban cervezas, custodian desde hace años medio millón de instantes, la mayoría de ellos en blanco y negro. Pertenecen a un Madrid pasado que, en estos momentos de encierro, se antoja no mucho más lejano que el presente. Tras décadas de trabajo, el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid que habita ahora el edificio ha digitalizado las cinco décadas de trabajo del fotoperiodista Martín Santos Yubero (1903-1994). El Gobierno regional ofrece acceso público y remoto a más de 485.000 imágenes que el vallecano tomó o recolectó durante 50 años de profesión, entre 1925 y 1975, y que recapitulan la esencia de una ciudad en el epicentro del siglo XX.
Este fondo, que puede consultarse libremente y sin horarios a través del buscador de documentos y archivos del portal de Archivos del Gobierno regional, encierra los grandes momentos y los pequeños detalles de la memoria reciente. Desde la multitudinaria despedida de los soldados que partieron a la División Azul en la estación del Norte, en julio de 1941, a los guiños festivos que los madrileños lucían en sus ropas y en sus calles cada Navidad o San Isidro. Ambas versiones de Madrid, la histórica y la anecdótica, resumen la pasión de su autor.
“Aunque nunca tuvo una voluntad artística, sino testimonial, Santos Yubero logró recopilar una colección de recuerdos muy visuales y muy de Madrid. Su pasión periodística le hizo vivir el día a día de la ciudad en todas sus facetas”, recuerda Javier Díez Llamazares, subdirector general de Archivos y Gestión Documental de la Comunidad de Madrid, que ya planea digitalizar los fondos fotográficos de otro de los grandes autores de la época, Gerardo Contreras.
Con 12 años empezó a trabajar en una guantería y como dependiente de la Casa Loewe en la Gran Vía. Separó 20 duros (60 céntimos de euro) de sus sueldos y los invirtió en su primera cámara
La mirada de Santos Yubero, habituada a vivir desde la infancia entre dos mundos, se interesó a partes iguales por la vida política, económica, cultural y social de la que fuera la capital de Alfonso XIII, la Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo. Se marchó de Vallecas siendo niño, cuando su padre abandonó el hogar familiar para ir a “hacer las Américas” y nunca regresó. Su madre aceptó un trabajó en Casa Lastra, una popular casa de comidas de Lavapiés, el barrio al que se mudaron y que nunca más abandonaron.
Esa otra realidad de la ciudad la descubrió en sus primeros empleos, con 12 años, que le llevaron a trabajar en una guantería y como dependiente de la Casa Loewe en la Gran Vía. Además de ayudar a la economía doméstica, separó 20 duros (60 céntimos de euro) de sus sueldos y los invirtió en su primera cámara, una Kodak de cajón que apenas sabía manejar. Aprendió a hacerlo colándose en los estudios de los grandes fotógrafos de la época, como Alfonso, y haciéndose amigo de los aprendices que trabajaban allí.
La afición se convirtió en oficio entre las mesas de Casa Lastra, donde se reunían casi todas las sobremesas algunos de los miembros de la redacción del periódico El Imparcial. Una tarde en la que ninguno de ellos podía cubrir una corrida de toros de Tetuán fue el joven Santos Yubero, todavía menor de edad, quien recogió el guante que le lanzó su jefe de redacción y terminó aceptando el encargo. Tras esa crónica, pasó los siguientes tres años en la misma plaza, convertido en reportero taurino para el diario. Luego llegaron el Ya, el Abc y Diario de Madrid, entre otros, hasta que creó su propia agencia gráfica que enviaba imágenes a los medios durante la Guerra Civil.
“La verdad es que Santos Yubero supo acercarse siempre al sol que más calentaba. Hizo fotos a políticos de la República y pasó en poco tiempo a hacérselas a Franco, pero también fue un cronista de las cárceles de la dictadura, un trabajo que no es muy conocido”, explicaba el historiador de fotografía Publio López Mondéjar, al presentar e 2012 la exposición Crónica gráfica de medio siglo de vida española, que él mismo comisariaba. El académico de Bellas Artes coincide en que, más que la de un artista, su labor era la de un artesano de la imagen. Su condición de buscavidas, además de convertirle en una persona con grandes dosis de iniciativa, le generó mala fama entre sus compañeros de profesión, según López Mondéjar. En los años cincuenta inició una práctica ya sabida de la época: firmaba todas las fotos aunque las hicieran sus ayudantes.
Con especial intuición para captar la verdad en las pequeñas cosas que vivían los ciudadanos de Madrid, el fotógrafo no renunció a retratar al mundo de la cultura y el espectáculo. Era una de las aficiones personales que cultivó tras haberse ganado algún sobresueldo como actor en sus años de juventud. Algunas de sus estrellas ocupan buena parte de este legado.
Registró los acontecimientos del Ateneo de Madrid, que en este accidentado 2020 celebra su segundo centenario de existencia, como la visita del dramaturgo franco-rumano Eugène Ionesco en 1974. Con la sala a reventar, el autor inició su intervención con una curiosa petición: “Los que se duerman atrás salgan en puntillas para no despertar a los que están dormidos adelante”. Las estrellas de Hollywood a las que tanto atraía el Madrid de la época, en especial a Ava Gardner, que pasó una parte de su vida en España, también fueron cazadas con su objetivo. Son solo algunos de los detalles que aparecen en el extenso catálogo ahora disponible en Internet.
Para la actual consejera de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid, Marta Rivera de la Cruz, “Santos Yubero, a través de su cámara y sus trabajos, nos enseña a sentir la vida en sus diferentes momentos”. El acceso libre y remoto a su archivo cumple con uno de los sueños de su autor, que declarada en vida su deseo de que perdurara en el tiempo. Su casi medio millón de imágenes pertenecen a la Comunidad de Madrid desde mediados de la década de los 80, tras años de negociaciones que inició el entonces presidente regional Joaquín Leguina, gran aficionado a la fotografía. Las tecnologías actuales permiten que también estén en los hogares de los madrileños.
La nueva normalidad del Archivo Regional
Como tantas otras instituciones que solían estar abiertas al público, el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid lleva meses sin cumplir con parte de su cometido para respetar las normas de aislamiento social que impone la crisis del coronavirus. El lento y paulatino proceso de digitalización que enfrenta desde hace años le ha permitido durante estas semanas gestionar de otro modo parte del extenso material que alberga en el complejo del Águila. Cuando ese proceso se complete, quedarán atrás buena parte de los formularios y, solo quien lo desee, necesitaría visitar el edificio.
La nueva normalidad ya se impone en el archivo regional. Su personal, que como tantos otros madrileños trabaja desde hace meses en remoto, ya está implantando las medidas sanitarias decretadas por el Ministerio de Sanidad a principios de mayo para este tipo de centros culturales. Además de la distancia de seguridad y de limitar la asistencia a aquellos ciudadanos que soliciten una cita previa, el uso de geles hidroalcohólicos formarán parte del día a día del centro. Además, se están implantando mamparas de protección en sus instalaciones y será obligatorio dejar durante diez días en cuarentena todos los documentos originales cada vez que hayan sido utilizados.
“Por fortuna, este proceso de digitalización nos ha permitido resolver algunas peticiones por correo electrónico durante el confinamiento”, explica el subdirector general de Archivos, Javier Díez Llamazares. “El crear archivos virtuales es una forma de proteger el delicado material original en el que se conservan las imágenes. Es la tendencia general de los archivos de todo el mundo, que dejan así de ser instituciones locales para convertirse en globales”, opina.
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