Madrid entra en la fase 0,5: más curiosos que clientes, desinfectantes y ‘vaporetas’ a 90 grados
Desde este lunes, los madrileños pueden comprar en tiendas de menos de 400 metros sin necesidad de cita previa y con aforo limitado
Madrid no es Madrid, todavía. Pero este lunes, tras las mascarillas, se percibía cierta alegría. Están de vuelta las mercerías, las zapaterías, las lencerías… La fase 0,5 ha reabierto con diminutas y grandes colas en los tradicionales comercios de barrio, ya golpeados en los viejos tiempos, y hoy reconvertidos en pequeños reductos de la nueva era. Por reabrir, ha reabierto hasta El Corte Inglés de la Puerta del Sol. “Mira, El Corte Inglés está abierto”, comentaba un matrimonio. “Solo está abierta la primera planta y solo zapatos. Nada de bolsos ni nada”, explicaba el guardia de seguridad.
El gozo en un pozo. La nueva normalidad también es la explicación de un vigilante antes de entrar a cualquier comercio. “Por aquí, por aquí”. “Tome, la mascarilla”. “Coja los guantes”. “Aquí tiene el gel”. Lo que hacemos al salir de casa, ahora se hace en cualquier local de menos de 400 metros cuadrados o aquellos más grandes que acoten su superficie a ese límite. La Comunidad de Madrid inicia este lunes una fase 0 con las medidas de alivio que anunció el Ministerio de Sanidad este viernes: comercios que pueden atender a los clientes sin necesidad de cita previa y respetando un aforo limitado al 30%.
No han reabierto todas, pero sí la gran mayoría de zapaterías. Madrid ha empezado su vuelta por los pies. “Teníamos muchas ganas”. El brasileño David Pallas, de 47 años, es el responsable de la mítica tienda de chanclas brasileñas Havaianas. “No hay turistas. No tenemos mucha gente. Sobre todo, curiosos”. La curiosidad de los nuevos tiempos. Cada tienda tiene su propia liturgia. En Havaianas la nueva era es clara: si el cliente no lleva mascarilla, se le da. Después, se le echará gel y, ya sí, deambulará en busca de sus preciadas chanclas. ¿Qué ocurre a la hora de probarlas? El dependiente que esté con el cliente le entregará unos calcetines desechables que deberá ponerse durante su estancia. Luego los depositará en una caja de cartón. “Y luego a la basura”, explica Pallas.
Caminar por la Gran Vía era raro, pero ahora es rarísimo. Hay carteles que anuncian que las tiendas reabrirán el 26 de marzo. Hay tiendas que dicen que no abrirán hasta nueva orden “por la seguridad de todos”. Hay negocios que no paran de limpiar los cristales para dar más sensación de limpieza. La consigna generalizada es bien sencilla: entrarán si somos ―o parecemos― más limpios que nunca. Hay dependientes, como en el Pull and Bear, que no paran de caminar entre los pasillos de ropa porque nadie quiere vaqueros nuevos.
Aquí la nueva era también es distinta. Comprar será raro hasta que no nos parezca raro. Más allá del obligatorio ritual: gel, mascarilla y desinfectante en la suela del zapato, si un cliente se prueba un pantalón o una camiseta y no le gusta, el empleado recogerá esta ropa y la llevará a un almacén. Ahí se limpiará y permanecerá 48 horas intacto. “Luego ya lo volvemos a exponer”, cuenta una dependienta. ¿Hasta cuándo? Hasta ni se sabe.
Tampoco hay suerte en Doña Manolita, que seguirá cerrado, pero sí en la calle de al lado, en Preciados, donde ha reabierto la lotería de El Jorobado de la Suerte. Para soñar con ser millonario no hace falta entrar con mascarilla. Anwar, un sirio de 31 años que huyó de la guerra en 2013, ha hecho cola para jugar a La Primitiva. “Siempre juego al 4, al 11 y al 15”. Probará suerte con La Primitiva y el Euromillón. La Bonoloto, explica la dependienta tras una gran mampara de cristal, no vuelve hasta la semana que viene.
Las mercerías son el nuevo papel higiénico de la fase 0,5. La centenaria tienda del Almacén de Pontejos, a tres minutos a pie de Sol, ha reabierto con tres colas. Para jubilados, para jóvenes y para los que habían pedido cita. Sí, en la nueva normalidad se pide cita para recoger botones y cintas. “Es todo muy raro”, cuenta Alicia Martínez, una de las encargadas. Es todo tan extraño que al entrar por la puerta te recibe Raquel, una de los 13 dependientes, como si fuese un maitre de un restaurante. Raquel indica a cada cliente con qué compañero va a ser atendido: “Pase por allá con Jesús”, indica. “Con eso nos evitamos que se deambule por la tienda de un lado para otro”. ¿El producto estrella? Las gomas y las cremalleras. “Se están haciendo muchísimas mascarillas caseras”.
De hecho, cada vez se ven a más y más madrileños con ellas. Si hace un mes era raro llevarla, ahora lo raro es no tenerla. Hay de colores, serigrafiadas, bordadas, blancas, negras. En la tienda de La Casa de las Carcasas, todo un boom hace un par de años, las dependientas tienen hasta las suyas personalizadas. “Hoy tenemos un desinfectante de móvil y llaves que queremos vender en los próximos días a 29 euros”, cuenta Alejandra, de 34 años.
La fase a medio camino entre el cero y el uno también incluye carteles en comercios con el aforo en la puerta, como si fuese una discoteca. “Aforo máximo 49 personas”. “Aforo de 7 personas”. Caminar por las tiendas del centro sin turistas también es otra fase dentro de la nueva fase. “Solo he vendido una gorra y una pulsera de España”. En el número 13 de la Gran Vía está Luis Romero, que ha reabierto su tienda Souvenir de regalos a las diez de la mañana. Lleva un Cristasol en la mano. “Es lo único que hago”.
El Evangelio también se leerá esta tarde. Este lunes han reabierto las iglesias, pero no hay agua bendita y la paz, tal como se indica en un cartel en las entradas, se hará con un gesto, sin especificar. La fase 0,5, al ralentí, también es esto.
El despertar del lujo
La Milla de Oro de Madrid va poco a poco volviendo a la vida. La mayoría de las tiendas en la calle Ortega y Gasset vuelven a tener las puertas abiertas al público y sus escaparates ya llevan la colección de verano. Rocío Pérez, dependienta de la boutique Valentino de la calle Ortega y Gasset ofrece a sus clientes nada más entrar gel, guantes y mascarilla. “A las 11.00, apenas abrimos teníamos a nuestros primeros clientes sin cita previa”, afirma Pérez.
Los protocolos de seguridad son muy estrictos. “Una vez utilizada una prenda, la rocían con una solución desinfectante y le pasan la vaporeta a 90 grados. Además, el artículo se aparta en una zona especial del almacén para que se quede en cuarentena durante, al menos 24 horas antes de volver a exponerlo”, explica la dependienta de la boutique.
Después de 60 días de estado de alarma los clientes de la tienda Valentino lo que más deseaban era poder volver a comprar zapatos. “Es algo que nunca pediría por Internet”, afirma un cliente mientras se pone unas medias para probarse unos mocasines.
Por las calles todavía no se ven clientes llenos de bolsas. Solo unos pocos se atreven a romper su confinamiento para estrenar. “Mi cumpleaños es la próxima semana y quería estrena un modelito para la fase 1”, afirma Sofía Bonnet a la salida de la tienda Celine.
Raúl Cabrales, subdirector de departamento de ventas de la tienda Celine recibe a sus primeros clientes. Es el primer día que abren la puerta al público, ya que la semana pasada solo podían atender con cita previa y no dejaban pasar a nadie que no mostrara el email de la confirmación de la cita. “Todo el mundo tiene que entrar con mascarilla y si no tienen aquí les regalamos una”, explica Cabrales.
La sensación en el barrio es que todos sus clientes están muy emocionadas y deseosas de volver a comprar y así renovar sus armarios para la temporada de verano. “Lo que más han comprado es ropa y nuestros bolsos que son un must para volver a las calles”, afirma Cabrales.
Sobre la calle de Serrano sale de la tienda Louis Vuitton Alba, una profesora que enseña chino en un colegio en Getafe. “Me he venido hasta aquí porque no tengo ropa de verano”, explica mientras señala sus botas de invierno UGG. “La gente se ha portada muy bien conmigo y me pregunta mucho por la situación en china por el coronavirus”, explica mientras se ajusta la mascarilla y sigue su camino llena de bolsas en las manos.
Tiendas como Chanel han decidido todavía no abrir para poder garantizar la seguridad de sus clientes. Por ahora sus productos solo se pueden adquirir en su tienda online. Al igual que la tienda Dolce & Gabbana que tiene las persianas todavía entreabiertas. Hasta ahora están haciendo limpieza general con ozono para poder dejar el local ventilando durante 48 horas y ahí poder abrir al público.
Pasa lo mismo en tiendas más pequeñas como la marca Brunello Cucinelli “estamos esperando que pasemos a la fase 1 para poder abrir al público, esperamos que sea muy pronto”, afirma un trabajador desde la puerta.
José Miguel Rodríguez, encargado de ventas de la tienda de joyas Tiffany & Co, asegura que solo pueden recibir la misma cantidad de clientes que trabajadores tengan el día. En este caso solo podrán atender seis clientes al mismo tiempo. “Han venido muchos clientes interesados por anillos de compromiso que al pasar el confinamiento con su pareja se han decidido a dar el gran paso”, apunta Rodríguez.
La Milla de Oro va despertando poco a poco. La emoción por un nuevo comienzo se siente en el ambiente. “Todos estos empresarios continúan luchando, ahora más que nunca, por lograr ganarle la batalla a la pandemia e ir resurgiendo de esta crisis, algunos de estos establecimientos han diseñado sus propias mascarillas reutilizables que están siendo un éxito absoluto, como por ejemplo las diseñadas por El Ganso que cuestan 4,95 euros y cuyos beneficios irán destinados a la Fundación María de Villota”, afirman desde la asociación de comerciantes Distrito 41 Barrio de Salamanca.
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