Ovaciones para la historia (toma 2)
Leño, Coque Malla y The Cranberries: otros tres álbumes en vivo que han dejado huella en la memoria de Madrid
Distintos lugares, épocas, estilos. Músicos locales o foráneos. Noches inolvidables de una ciudad que volverá, ¡claro!, a vivirlas. Estas tres, gracias a los discos en vivo, son ya inmortales.
En directo, de Leño
(Chapa/Zafiro, 1981)
Si alguien quiere imaginar cómo crepitaba la noche madrileña en los años del rock urbano, nada como sumergirse en los 38 minutos escasos de este vinilo expeditivo, rabioso, tosco y esencial de Rosendo Mercado, Ramiro Penas y Tony Urbano. Se registró durante las noches del 25, 26 y 27 de marzo –¡apenas un mes después del tejerazo!– en la extinta Carolina, en el 202 de la calle de Bravo Murillo, muy cerca del local de ensayo del trío, en la calle de Tablada. El grupo venía de grabar Más madera (1980), de producción horrorosa y adulterada, y quería reivindicarse como los tipos tozudos, enérgicos y callejeros que eran.
Aquellas noches nació, además de algún otro título inédito, Maneras de vivir. “Es el himno de la contramovida. Leño era el paradigma de esas bandas que no resultaban pintonas ni provenían de familias burguesas o intelectuales. Pero su impacto fue infinitamente superior al de muchos artistas que sí salían en la tele”, resume el periodista coruñés Tito Lesende, autor del reciente Los 100 mejores discos de rock en directo (ediciones Efe Eme). La antigua Carolina es desde hace muchísimo, por cierto, una gran tienda de ropa. Ya había sido cerrada “por orden gubernativa” en diciembre de 1980 y enero de 1981 después de una redada policial en la que se descubren “cuatro navajas, cuatro agujas hipodérmicas y 12 barras de hachís”. Parece un castigo muy severo, pero… la convivencia entre modernidad y cerrazón fue compleja en aquellos años.
Live in Madrid, de The Cranberries
(Cooking Vinyil, 2012)
Una grabación inaudita, por sorpresiva y carente de cualquier aviso previo. El viernes 12 de marzo de 2010, en una tarde bondadosa y casi primaveral, el Palacio de Vistalegre es un hervidero ante el inesperado regreso de The Cranberries. Dos buenos discos en solitario de Dolores O’Riordan han pasado inadvertidos, así que el cuarteto irlandés se reconcilia tras nueve años de silencio y decide regresar a la carretera. No hay canciones de estreno, pero la perspectiva de corear las fervorosas Animal instinct, Free to decide, Ridiculous thoughts o, por supuesto, Zombie, aboca a un llenazo inapelable. Y aunque el sonido en el recinto carabanchelero solía bordear la pesadilla, los técnicos obran un milagro relativo y el entusiasmo prende desde la canción inaugural, Analyse. “¡Buenas noches, Madrid! How are you?”, proclama O’Riordan en castellano esforzado antes de enfilar la primera nota.
A las segundas de cambio, avisa de que el cuarteto lleva en Madrid desde la víspera y les asombra la “hermosa historia” de la ciudad. A partir de ahí, el delirio: muchos de los 10.000 asistentes han llegado con el repertorio aprendido hasta el último verso. En 2012, nuestros queridos Arándanos publican al fin un nuevo álbum, Roses, y, ¡demonios!, regalan como CD adicional su concierto madrileño casi íntegro (nos birlan Dreams, el último bis). La grabación es aceptable, pero, sobre todo, valiosísima desde un punto de vista afectivo: pocos documentos reflejan con tanta intensidad la comunión entre pista, graderío y escenario. Escuchar a aquella eufórica Dolores, fallecida en enero de 2018 en un accidente desdichado, produce hoy una intensa nostalgia.
Irrepetible, de Coque Malla
(Warner, 2018)
El 6 de junio de 2017, el madrileño Coque Malla afronta en el Nuevo Teatro Alcalá una grabación no ya arriesgada, sino casi suicida. “Un triple salto mortal”, resume él mismo. A la banda que le viene acompañando durante la gira de El último hombre en la Tierra (2016) ha incorporado para la ocasión una sección de cuerdas, otra de vientos y una amplia nómina de invitados especiales. Y todo ello, con escenografía de estreno y un abultado equipo cinematográfico para inmortalizarlo todo. Con tantos elementos en liza, parece inevitable que algo falle. La víspera, el lunes 5, se consagra a ensayos a contrarreloj y Coque, que todavía reside en la sierra, hace noche en el Novotel de O’Donnell, a pocos metros del teatro. Entre los huéspedes se encuentra el irlandés Neil Hannon, líder de The Divine Comedy y uno de sus autores favoritos de todos los tiempos. “Soy fan irredento. Cualquier músico sabe que Tom Waits es Dios, pero Neil… ¡también! Era para mí como si la lámpara de Aladino me hubiera concedido un deseo; me sentía como Dean Martin saludando al mismísimo Frank Sinatra”.
El día D, Malla y Hannon comparten furgoneta hasta el recinto. En la puerta de Jorge Juan espera Iván Ferreiro apurando un pitillo. Neil cantó dos canciones (una suya y otra de Coque) aquella noche, pero el momentazo indiscutible se produce en el dúo con Ferreiro para Me dejó marchar. “Fue un momento mágico, inexplicable”, se estremece Malla. “Esas miradas, esa emoción, Iván desatado, la ovación del público durante la parte instrumental…”. Al final, según su firmante, en Irrepetible solo falló “un poco” la iluminación “demasiado cruda” del patio de butacas. En lo musical, el disco es apoteósico. “En Warner me han dicho que no podré volver a grabar un elepé en directo porque Irrepetible no se puede superar. Espero que dentro de algunos años haya ocasión…”.
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