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El caso del cadáver sin recoger

Policía Nacional, Policía Municipal, bomberos y Samur sabían que Javier estaba muerto en su casa de Madrid. Nadie fue a recogerlo hasta tres días después

Puerta precintada del piso de Javier con la bolsa de la compra sin recoger.
Puerta precintada del piso de Javier con la bolsa de la compra sin recoger.Luis De Vega Hernández
Luis de Vega

En la penumbra del descansillo del 1º A destacan varios precintos en rojo y blanco pegados con cinta de empaquetar sobre la puerta: “Bomberos. No pasar”. Del pomo cuelga una bolsa del supermercado con la compra. Javier no llegó a recogerla. “Tengo un nerviosismo cada vez que abro la puerta…”. África, de 81 años, ha convivido varios días, no sabe cuántos, con su vecino muerto en el barrio madrileño de Ventas, muy cerca de la plaza de toros. No se lo explica. No sale de su asombro. Ni de su pena.

¿Es posible que un hombre haya fallecido en su casa, los servicios de emergencia fueran avisados, que acudan incluso al domicilio y no se haya retirado el cadáver? Han sido consultadas las tres administraciones: municipal, regional y estatal. El asunto no admite bromas pero alguno echa el muerto al de al lado.

Fuentes del Ayuntamiento de Madrid responden que “la exclusiva competencia de recogida de fallecidos por Covid-19 corresponde a las Fuerzas Armadas por delegación del Ministerio de Sanidad, tal y como se publicó en el BOE el pasado sábado 28 de marzo”. Los militares están autorizados, pero no son los únicos según la nueva normativa en tiempos de pandemia. “Eso no es cierto”, puntualiza Ramón Silva, concejal del PSOE, respondiendo a esa supuesta exclusividad del Ejército. No sabe qué ha podido ocurrir en este caso. El edil socialista pertenece al consejo de administración de la Funeraria Municipal e insiste en que no se ha dejado de recoger cuerpos en todas estas semanas. “Esto es un cúmulo de todo lo que puede fallar”.

Recuerda además Silva la resolución de la Comunidad de Madrid del pasado 26 de marzo que habilita “excepcional y temporalmente” por la crisis sanitaria a las Fuerzas Armadas, Bomberos y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad a recoger y trasladar los cuerpos de los fallecidos “desde el hospital o lugar de fallecimiento”. También a ella hacen referencia en la Delegación del Gobierno. La Comunidad de Madrid señala por su parte desde la Consejería de Sanidad que “tienen que asumirlo los servicios funerarios y si estos no pueden, lo asume la Funeraria Municipal o los Bomberos de Madrid capital”.

El sábado 29, aunque África no da la fecha con absoluta seguridad, los bomberos acudieron al edificio tras ser alertados. Tuvieron que entrar por el balcón. Algo no iba bien con el vecino del 1º A. “No respondía a las llamadas”, explica África. Javier estaba enfermo y débil, pero todavía tenía fuerzas para contestar a su vecina. “Javier, te he llamado”, explica ella que le dijo. “África, que me dejes en paz”, fue la respuesta según la señora. “Estaba acostado, pero bien”. A partir de ahí, “dejó de dar señales de vida”, cuenta ella compungida. Nadie recogía la bolsa de la compra del pomo de la puerta.

Días después, de nuevo los vecinos pusieron en marcha mecanismos de alerta. “El sábado a mediodía llega el aviso a los distintos cuerpos municipales”, según el relato de las fuentes consultadas en el Ayuntamiento. Los bomberos regresaron y abrieron la puerta. Era el 4 de abril. Javier ya había fallecido. África cuenta en su dolor que no tenía medios para contactar con el hijo y la hija del finado, que calcula tendría 72 o 73 años.

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Fachada del edificio en cuyo primer piso ha permanecido muerto Javier varios días
Fachada del edificio en cuyo primer piso ha permanecido muerto Javier varios díasLuis De Vega Hernández

El Samur certificó su muerte y la Policía Municipal avisó al juzgado, para proceder al levantamiento del cadáver, y llamó asimismo a la Policía Nacional. Los agentes municipales, ya sin los bomberos ni el Samur, esperan a que llegue la Nacional. “Tanto la hija del fallecido como un vecino son informados del siniestro y se hacen cargo (…) A partir de ese momento, ningún cuerpo municipal sabe del caso. Queda en manos de la Policía Nacional y, de la retirada del fallecido, la funeraria contratada por la familia”. Todo esto según la misma fuente municipal.

El caso es que ese sábado 4 de abril se van todos y dejan los precintos en la puerta. Pero Javier se queda muerto dentro de su casa. La última comunicación que tuvo África con Javier fue hace como una decena de días. La señora pierde la cuenta. Este martes, después de que EL PAÍS visitara el inmueble y preguntara a distintas fuentes oficiales por el caso, una dotación de la Policía Municipal regresó y le dijo a África que el cadáver había sido retirado esa madrugada a las cinco. Ella todavía no se lo cree. Fuentes municipales no han confirmado estos hechos y, si es así, quién se llevó el cuerpo.

La retirada de los cadáveres es uno de los asuntos que llevó este martes el Partido Socialista a la reunión del área de Portavoz, Seguridad y Emergencias. “Hay que solucionar de una vez la retirada rápida de los fallecidos de sus domicilios. El Ayuntamiento debe garantizar a todas las familias que van a recoger al fallecido antes de cuatro horas desde la llamada”, ha solicitado Ramón Silva. “Si es necesario, hay que recurrir a veces al Samur y los bomberos para estas duras tareas”.

África sigue confinada, no atraviesa el rellano. Solo recibe de vez en cuando la visita de su hijo que, sin mantener contacto con ella, le va trayendo algo de comida. La señora no quita durante toda la conversación la vista de la bolsa de plástico del súper que cuelga de la puerta de Javier. Se sigue preguntando cómo su vecino puede haber acabado así. El amigo que le hacía la compra al fallecido tampoco obtuvo respuesta el último día que se la trajo. Ahí se quedó. “A ver si descansa ya el hombre”, pide África.

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Sobre la firma

Luis de Vega
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear año y medio por Madrid y sus alrededores. Antes trabajó durante 22 años en el diario Abc, de los que ocho fue corresponsal en el norte de África. Ha sido dos veces finalista del Premio Cirilo Rodríguez.

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