Credo artístico
Acostumbrado a trabajar en casa, el artista madrileño Simmon Said se divierte ahora con el proyecto ‘Imperfectas ilustradas'
Vive muy cerca de El Retiro. Desde las ventanas de su casa no ve el parque cerrado, al que ya iba siendo un crío. En el instituto empezó a firmar sus dibujos como Simmon Said. “Es una licencia inspirada en el famoso juego. Luego me enteré de que Said en árabe significa feliz. Me fui abriendo las cuentas y redes sociales con ese nick, y bueno, la broma adolescente se ha alargado un poquito”, explica desde su domicilio. Hace ya tiempo que ha conseguido vivir de su obra. Disfruta revisitando imágenes del siglo pasado, dándoles nuevos significados. “Creo que las personas que no se acomplejan de sus limitaciones se hacen virtuosas en sus debilidades. Mi formación está basada en observar, copiar, experimentar, acertar y fracasar”.
Parte monacal. Está acostumbrado a trabajar en casa. “Con los años he logrado que sea un pequeño templo de trabajo, estudio y descanso. Intento que nada malo entre para perturbarlo. Siempre ha habido algo en mí monacal, con un punto antisocial. Esa parte ahora no está tan mal, pero luego tengo otra parte más activa, alegre y sociable que no lo está tanto”. ¿Antisocial y sociable? “Sí, ese soy yo”. Tiene una buena mesa de trabajo sobre la que despliega sus herramientas. “Alguien podría decir que soy un poco desastre. Suelo empezar con un bloc, un portaminas, el móvil y mi taza de café. Al rato, abro un libro, o tres, o diez. Van apareciendo papeles, lápices, rotuladores, pinceles, restos de goma de borrar, el termo del café, el cargador del móvil, tijeras, el ipad, varias revistas, frutas y restos de recortes… Al terminar procuro que todo vuelva a su sitio”.
Sin filtro. Al inicio de la cuarentena Simmon Said ponía en marcha Imperfectas ilustradas en Instagram. “Es una ocurrencia como cualquier otra. Imaginé el formato como una viñeta donde dos personajes comparten un marco y dialogan con un motivo: la creación. Trato de juntarme con gente brillante para ver si se me pega algo”. Lo hace en directo, las noches de los viernes, sábados y domingos. “Buscaba un contenido ameno. La idea es olvidarnos un poco de la realidad y hacer un ejercicio de fantasía”. Ha hablado sobre tarot con Pascual Rodríguez, alrededor del surrealismo con Gonzalo Muíño, sobre belleza con Cup of Couple y de amor con Soy Cardo. “Cada entrega sabemos cómo va a empezar, pero no cómo va a acabar. Nos dejamos llevar, sin filtro”.
Precisa aguja. Una de sus charlas a medianoche fue con el tatuador Busta Hansen. El artista madrileño tiene su cuerpo lleno de tatuajes. “Todos tienen un sentido concreto. Tengo 11, de los que cuatro son propios”. ¿Conoce a alguien que tenga tatuado un Simmon Said? ”Sí. Mi hermano Gio lleva varios tatuajes diseñados por mí y algunos amigos también. Y personas que no conozco en la vida real, pero que me envían sus tatuajes hechos a partir de un dibujo mío que han pillado por ahí”. Quiere hacerse más. “Cada año tengo cosas que recordarme y lo hago con tinta. Mi querido amigo, el genio Busta Hansen, los hace realidad con su precisa aguja y su dominio del dibujo”. En uno de ellos se lee Nuda veritas (la verdad desnuda), como tituló Gustav Klimt una de sus obras. En ella hay una cita del poeta alemán Friedrich Schiller: “Si no puedes gustar a todos con tus hechos y tu arte, gusta entonces a unos pocos. No vale la pena gustar a muchos”.
Murales varios. En Chamberí, entre la embajada alemana y el palacete donde tiene su sede la fundación del arquitecto británico Norman Foster, Simmon Said tiene un mural de 30 metros cuadrados, en el restaurante Coque. “Me inspiré en la mitología del Mediterráneo y en la historia familiar de los Sandoval (sus dueños). Lo disfruté mucho, el espacio es impresionante y ellos son unos genios apasionados y generosos”. Tiene otro en IFEMA, que hizo en una edición del festival MulaFest. “Fue el primero y pretendía ser efímero, pero ahí sigue”. Ha hecho menos murales de los le gustaría. “He trabajado en lugares destinados a ser derruidos o tapados. Uno con el que disfruté muchísimo ha desaparecido hace poco, pero queda el vídeo en mi Instagram del obrero cargándose a mazazo limpio la pared donde lo había pintado”. Tiene un proyecto muralístico que espera retomar pronto. “Pretendo construir un muro de unos 50 metros y pintarlo, para luego derribarlo. Las ruinas son preciosas por nuestra capacidad de ver donde no hay, de dibujar lo invisible”.
Distinto ritmo. Desde que comenzó el confinamiento sigue trabajando, pero no al ritmo de antes. “Este momento que estamos viviendo me hace tener una constante sensación de dos velocidades, mis días pasan muy rápido y muy lentos a la vez. Supongo que es producto de la monotonía”. Lleva bien el obligado encierro. “Con salud, trabajo, la nevera llena, wifi y cariño no tenemos de qué quejarnos. El aburrimiento, la ansiedad y la depresión es algo que dejo para otro momento”. Estos días no se le van de la cabeza tres frases hechas. “La primera es “No somos nada”, la segunda es “Cuanto menos tienes menos necesitas” y la tercera “No es más limpio el que más limpia sino el que menos ensucia”. Está deseando que acabe este periodo para poder abrazar y besar. “Siempre he sido mucho de eso. Ahora más”.
Platos y epifanías. Ha comenzado a pintar sobre platos de cartón de usar y tirar. “Lo efímero para mí es muy romántico, imprime carácter a todo lo que uno hace”. Ya ha trabajado sobre más de 100. “Pretendo acabar la cuarentena habiendo duplicado ese número. Llevaba meses con ellos ahí, esperando un momento y el momento ha llegado. ¿Quién sabe si algún día los expondré todos juntos?”. Licenciado en Psicología, en 2009, en un viaje a Nueva York, tuvo claro a lo que se iba a intentar dedicar el resto de sus días. “Fue frente a La Planchadora de Picasso donde entendí aquello que se suele decir sobre las epifanías. Había abandonado la creatividad y eso iba en contra de lo que yo era”. Al volver de ese viaje empezó a dibujar compulsivamente. Un día le ofrecieron publicar una ilustración en una revista. “Desde ahí fueron surgiendo cosas y hasta hoy. Yo valoro la creación por lo que me hace sentir en el proceso, el resultado me da más igual”.
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