Alerta por la oruga procesionaria: hay más y han llegado antes de tiempo
La Comunidad de Madrid crea una herramienta web, todavía en pruebas, para que los ciudadanos puedan informarse de la incidencia de estos insectos en determinadas zonas
La oruga procesionaria se organiza como un ejército y tiene un único objetivo: sobrevivir para reconvertirse en una mariposa. Observan, asedian, atacan y arrasan. Por ese orden. De esa manera empieza una carrera a vida o muerte contra las especies depredadoras de las que huyen ―aves o murciélagos― y contra las inclemencias meteorológicas, y aprovechan el buen tiempo ―generalmente primavera― para hacer su aparición, bajar de los árboles de cuyas hojas se han alimentado ―principalmente pinos, aunque también cedros y abetos―, llegar al suelo y buscar un sitio idóneo para enterrarse. Ahí, ya en verano, las crisálidas que forman eclosionan y salen convertidas en mariposa, dispuestas a iniciar de nuevo el ciclo de la vida. Este año, sin embargo, han hecho su aparición antes de tiempo. Parques y jardines de la Comunidad de Madrid se han visto invadidos por estos insectos con un alto nivel urticario con consecuencias que pueden ser nefastas en niños y animales. Los expertos avisan: si alguien las ve, que no haga nada, tan solo alejarse y llamar al teléfono de información y gestión de su Ayuntamiento (010).
El cambio climático ha vuelto a mostrar una de sus peores caras. En este caso, en forma de estas orugas que provocan dolor de cabeza en los expertos, que luchan por combatirlas, sobre todo cuando aumenta su población y se ven afectadas zonas urbanas. Y el motivo por el que esto está ocurriendo no es otro que “el calentamiento global”, según explica Javier Blasco, experto en estos insectos y técnico de la Comunidad de Madrid.
“Los inviernos suaves y los otoños secos son idóneos para ellas. Llevamos muchas décadas estudiándolas, pero se adaptan perfectamente a los ecosistemas y además están modificando su biología”. Antes, por ejemplo, era muy raro verlas a más de 400 metros de altura y, ahora, sobreviven perfectamente a 1.600. Las altas temperaturas han facilitado que suban más alto. De hecho, eran propias del clima mediterráneo, por lo no se las veía “más allá de Francia”. Ahora las sufren también en Bélgica o la misma Suiza.
Lo que toda una persona debe saber cuando se cruza con ellas es que lo peligroso son los pelos urticantes de su piel. Es más, la oruga tiene cinco mudas y la reacción que provocan no es la misma con todas. “A partir de la segunda o la tercera, es decir, cuando tienen ya tienen un color amarillento o anaranjado y han engordado algo, es cuando hay que tener cuidado con ellas”, analiza Blasco. Lo cierto es que, cuando están enterradas y forman una crisálida, la capa exterior también tiene también pelos, “pero es menos preocupante porque es mucho más difícil dar con ellas”.
En los seres humanos, especialmente en los niños ―más vulnerables― pueden provocar una irritación en ojos, oídos, nariz… en definitiva, una fuerte reacción alérgica. Y en animales como perros y gatos puede llegar a ser letal. Si la huelen o chupan, se les hincha la lengua, la boca, el esófago y el estómago y hasta se les puede caer la lengua por necrosis si no se alerta de inmediato. De hecho, pueden llegar a morir.
“Se lleva estudiando desde los años cuarenta y cincuenta. Es un bicho muy interesante que se ha ido adaptando perfectamente al medio”, explica Blasco, que añade que en realidad lo ideal “es convivir con ella en zonas forestales y controlarla en zonas urbanas, porque al final es muy difícil de erradicar”. “Son muy listas. Su comportamiento va en función de la meteorología. En verano se pueden quedar enterradas y salir en otro momento. Están muy adaptadas y siempre van a intentar burlar el control. Es una lucha complicada, al final se trata de que podamos convivir y no nos molestemos mutuamente”. De hecho, en zonas forestales, continúa Blasco, forman parte del ecosistema y no tiene la misma importancia que en zonas urbanas ―“son el alimento de algunos animales”― pero hay que incidir sobre todo en parques que estén a colegios o donde van a pasear perros.
Lo que está claro es que este año han aparecido antes y, seguramente, en más cantidad, aunque todavía no hay números que certifiquen este aumento. “A finales de este mes podremos decir algo más de esto, aunque todo indica a que ha habido un repunte este año”. Por eso mismo, todos los municipios se han puesto en alerta para atender a los ciudadanos. Y la Comunidad de Madrid está poniendo en marcha una herramienta que informará a través de un semáforo (que irá del verde, al amarillo, al rojo y al negro: de ninguna a mucha presencia), para que los ciudadanos puedan saber a través de la web qué incidencia hay de estos insectos en determinadas zonas de la región. Está todavía en pruebas y si no está funcionando este año, el siguiente con toda seguridad.
En Madrid, el delegado de Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante, visitó el viernes el Área Forestal de Tres Cantos, situada en Fuencarral-El Pardo, para conocer los métodos fitosanitarios que está empleando el Ayuntamiento en este banco de pruebas para reducir la presencia de la oruga procesionaria en jardines y parques de la ciudad. Este año, la campaña de control de la procesionaria se adelantó a enero, lo que "ha permitido eliminar más de 60.000 nidos”. Carabante avanzó que se espera poder retirar más de 100.000 bolsones.
Según explicó el concejal de Medio Ambiente, durante los últimos 15 días los servicios de arbolado están retirando bolsones en zonas de titularidad municipal. Se actúa en espacios con pinos y cedros, con especial incidencia en zonas infantiles y entornos de centros escolares. Los distritos en los que se han eliminado más bolsones en lo que va de campaña han sido Moratalaz, Hortaleza, Latina y Villa de Vallecas.
El Ayuntamiento también combate la oruga procesionaria con otros tres métodos. Por un lado, se emplean las trampas de feromonas para atrapar a las mariposas machos y acabar con el ciclo de reproducción. Este sistema se utiliza en verano. Además, se analiza cómo funciona el experimento de colocación de anillos trampa en los árboles, para evitar que las orugas desciendan al suelo y se entierren, impidiendo que se conviertan en mariposas y pongan de nuevo huevos.
La normativa prohíbe fumigar en entornos urbanos para proteger la salud de los ciudadanos y evitar los efectos negativos para el medioambiente. Hasta febrero de 2019, la legislación nacional (Registro de Productos Fitosanitarios del Ministerio de Agricultura) no autorizaba la utilización de productos fitosanitarios para controlar la presencia de esta especie, si bien la normativa vigente permite emplear el método de la endoterapia, que implica inyectar en el tronco de algunos árboles la sustancia para que llegue a las hojas de las que se alimentan las larvas y mueran. De esta forma se eliminan los riesgos para el entorno y la salud.
El Ayuntamiento recuerda que hay que evitar la manipulación de las orugas e, incluso, acercarse a ellas. Se recomienda que si un ciudadano ve procesionarias, se ponga en contacto con el 010 para que el Ayuntamiento actúe sobre la zona, en el caso de que sea de titularidad municipal. Si el parque es privado, puede contactar con sus gestores para que actúen.
¿Y si qué pasa si las pisamos para acabar con ellas? Blasco avisa de las consecuencias: “Tampoco es muy efectivo porque corres el peligro de que te suelte pelito, tienen pliegues en el lomo y es una manera que tienen de protegerse. Hay poco remedio, lo mejor es apartarse”.
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