Espionaje industrial en Galicia: cámaras de videovigilancia para hacerse con la fórmula de un exitoso cebo para pulpos
La Guardia Civil detiene a dos presuntos implicados por el asalto a una empresa de Bueu (Pontevedra) para colocar dos dispositivos que grababan la actividad de la fábrica y destapa una trama que buscaba copiar la receta patentada
Hace ahora 10 años que el sector pesquero gallego puso en marcha un plan experimental para la captura de cefalópodos con cebos artificiales. Del éxito de aquel ensayo afloró en Galicia una nueva y potente industria secundaria en torno a la pesca de pulpo y mariscos crustáceos, unas de las joyas gastronómicas con mayor potencial económico. Desde entonces, este negocio emergente no ha parado de crecer. Tanto, que la fórmula patentada de una de estas carnazas que se fabrican en una nave de Bueu (Pontevedra) ha sido el blanco de un sofisticado sistema de espionaje industrial que desbarató a principios de octubre la Guardia Civil con la detención de, al menos, dos de los presuntos implicados.
Los detenidos habían entrado en la nave donde la firma Cebo Galeón, SL fabrica y vende el producto, además de distribuir aparejos para la pesca. En puntos estratégicos donde se manipulan los componentes del cebo, los intrusos colocaron dos cámaras de videovigilancia con la intención, según la investigación, de obtener la fórmula magistral que la empresa pontevedresa había patentado para su comercialización. Una de estas cámaras fue detectada días después (a mediados de septiembre) por el propietario de la empresa que denunció el hallazgo ante la Guardia Civil.
Cuando los efectivos del equipo de policía judicial se personaron en la nave para comprobar los hechos y realizar la correspondiente inspección ocular, estos localizaron una segunda cámara que estaba instalada en otra zona del inmueble y que había sido colocada con la misma finalidad. Los dos aparatos estaban provistos de sendas tarjetas de memoria con 128 gigabytes de capacidad y solo uno de ellos podía ser visionado a través de control remoto. Los investigadores montaron una estrategia de vigilancia en el interior de la nave que permitió la identificación de uno de los implicados: a principios de octubre fue pillado in fraganti cuando se disponía a cambiar la batería de una de las dos cámaras que se había apagado. Se trata de un vecino de Bueu, con numerosos antecedentes policiales, según confirmaron fuentes de la investigación.
Espía enmascarado
El espía descubierto iba camuflado bajo una capucha y llevaba mascarilla para ocultar su identidad ante las cámaras. También se había enfundado unos guantes de goma para poder manipular los aparatos sin dejar sus huellas dactilares. Tras prestar declaración ante la policía judicial, los agentes tenían claro que al menos había otro cómplice del allanamiento de la nave, y ya tenían indicios de cuál era el objetivo de las cámaras y el alcance de este espionaje. De hecho, la investigación concluyó la pasada semana con la identificación y localización de esta segunda persona, también vecino de Bueu, que era el encargado de visionar por control remoto las imágenes de una de las cámaras. Lo hacía incluso a través de su teléfono móvil.
Las pesquisas policiales en las que colaboraron efectivos de la Guardia Civil de las localidades de Cangas, Marín y Moaña lograron determinar que los detenidos ya habían contactado con las empresas que proveían de los productos que utilizaba el fabricante y dueño de la mercantil espiada para elaborar el cebo con el propósito de comenzar a venderlo ellos. Los dos detenidos, vecinos de la misma localidad marinera de Bueu, afrontan un proceso penal como presuntos autores de un delito de espionaje industrial a la empresa Cebo Galeón, SL. También se les atribuye otro supuesto delito contra la propiedad industrial, una acusación que se sustancia en la colocación de las dos cámaras de videovigilancia, cuyo contenido prueba que los implicados ya habían grabado la composición de la patente “con la presunta intención de revelar el secreto comercial en relación con la fabricación del cebo”, señalan los investigadores.
La firma pontevedresa ha evitado dar su versión sobre los hechos que han destapado este caso de espionaje industrial, que se encuentra en fase de instrucción por un juzgado de Marín. Al cebo artificial que elabora la empresa se le conoce también como “membrillo”, por el formato que utiliza para presentar el producto, similar al popular dulce tradicional.
Un suculento negocio
Los cebos que comercializa Cebo Galeón, SL los utiliza la flota que sumerge nasas en el mar para la captura de pulpo y mariscos, principalmente centolla y nécoras. Sus productos también se exportan a Portugal, Francia y Canadá, entre otros, acaparando una cuota de este suculento mercado emergente con enorme demanda internacional. Hace una década, el sector pesquero gallego utilizaba los cebos tradicionales o carnaza con productos naturales, empleando restos de las presas con las que se alimentaban las especies de cefalópodos y crustáceos en su hábitat natural. La entrada de los cebos artificiales ha ampliado la oferta y rentabilidad de este negocio, y no hay más que ver la amplia variedad de productos que se ofrecen a la venta en internet.
Con un precio medio de 45 euros el membrillo, cuyo peso es de 15 kilos aproximadamente y con dosis para unas 192 nasas, el cebo requiere seguir unas pautas para su empleo y manipulación. También necesita una temperatura inferior a 20 grados durante su transporte para evitar que se licúe, por lo que su composición puede variar dependiendo de la zona de pesca donde se vaya a emplear, si son aguas frías o cálidas. Fue una empresa de Burgos la que hace una década ensayó por primera vez un cebo artificial para nasas con parte de la extensa flota cefalopodera del sur de Galicia, en concreto de las zonas pesqueras de las Rías Baixas de Vigo, Cangas, Baiona, Moaña y Poio.
El nuevo cebo para pescar una especie escurridiza como es el pulpo, hoy también sometida a vedas periódicas, hizo historia en el sector sustituyendo a la carnaza de las jaulas sumergidas compuesta a base de sardina o caballa. Galicia se convirtió entonces en un banco de pruebas y más de 30 embarcaciones comenzaron a usar esta sabrosa receta de carne de pescado que atrae a los cefalópodos. El producto tuvo un rápido éxito comercial porque, entre otras ventajas, soporta más tiempo bajo el agua sin generar contaminación cuando se pudre, ya que es biodegradable.
El ensayo, que luego se exportó a las rías del norte de Galicia, demostró que también funciona para la captura de otras especies de la fauna submarina, como es el caso de algunos crustáceos, otro producto gourmet que requiere el empleo de nasas. Aunque el producto resultaba más caro que la carnaza natural, la empresa burgalesa llegó a comercializar 3.000 kilos semanales. La idea fue luego imitada por otras marcas que en estos años han patentado nuevas fórmulas.
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