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Vía libre a que España devuelva a Polonia un díptico expoliado por los nazis que se expone en Pontevedra

La Abogacía del Estado dictamina que la Diputación debe entregar la obra del pintor flamenco Dierik Bouts al Estado y no a la familia polaca saqueada en la II Guerra Mundial que también la reclama

Diptico Museo de Pontevedra
Diputación de Pontevedra

Ha sido necesario un año y medio de consultas para que la Diputación de Pontevedra pueda entregar con seguridad al Estado polaco la réplica de una Dolorosa y un Ecce Homo del pintor flamenco Dierik Bouts que se exhiben actualmente en el museo provincial. Las consultas se realizaron cuando, tras anunciar la institución gallega su decisión de devolver el díptico saqueado en su día por los nazis y adquirido años después por la institución provincial dentro de una colección privada, la obra fue reclamada también por los descendientes de la propietaria original, la princesa polaca Izabella Czartoryska-Działyńska.

La réplica del díptico, pintado en uno de los talleres de imitadores de Bouts en el siglo XVIII y que aún puede visitarse estos días en el Museo de Pontevedra, regresará definitivamente a Polonia casi 82 años después de haber sido expoliada por el ejército nazi. Lo reclamó en 2020 el Gobierno polaco a la Diputación de Pontevedra y, en cuanto esta mostró su disposición a devolverlo, recibió la misma petición por parte de los descendientes de la familia saqueada durante la II Guerra Mundial.

“Se hicieron todas las consultas y en estos momentos está zanjado el asunto”, anunció este miércoles el vicepresidente de la Diputación provincial , César Mosquera, destacando que los informes de la Abogacía del Estado, así como otros externos, y los tratados internaciones consultados, concluyen que la obra debe entregarse al Estado polaco y que este decida después si lo cede a los descendientes de la propietaria original.

La institución gallega vuelve ahora, un año y medio después, a activar el procedimiento para el reembolso de la obra. Pedirá autorización al Ministerio de Cultura y a la Xunta de Galicia y llevará a pleno la propuesta, “ya que se trata de un bien que afecta al servicio público”. “Después, el Gobierno polaco se lo llevará con todas las garantías”, explicó Mosquera.

Los cuadros salieron de Varsovia en 1944 y reaparecieron en 1973 en el mercado del arte de Madrid. El museo pontevedrés los adquirió en 1994 dentro de la colección de José Fernández López, según consta en el informe realizado por la experta en arte flamenco Ana Diéguez Rodríguez. Lo que no se ha podido acreditar es si el coleccionista los compró en Madrid ni cómo las obras entraron en España.

La historia del periplo de este díptico se inició a principios del siglo XIX cuando la princesa Czartoryska-Działyńska decidió convertir el castillo de Gołuchów, en el centro-oeste del país, en un museo. Allí exhibió piezas antiguas de gran valor histórico. La actual encargada de esa residencia, Paulina Vogt, señaló el año pasado a este diario que el díptico —cuya fecha de entrada en la colección no está clara— no se encontraba entre los objetos disponibles para el público, sino en un espacio privado en la primera planta. Hoy se exhiben ahí dos antiguas copias de los cuadros. Según Vogt, esto demuestra que estas obras tenían un significado especial para la propietaria.

Los últimos herederos legítimos de los cuadros fueron el hijo de Czartoryska, Augustyn Józef, y su esposa, la princesa española María Dolores Borbón-Dos Sicilias. Los ocultaron en una de las paredes del palacio, pero fueron detenidos por la Gestapo y posteriormente trasladados a Sevilla por mediación de Franco. En 1944, el díptico fue definitivamente sacado de Varsovia y llevado al castillo austriaco de Fischhorn.

Según el relato de Vogt, ya en 1939 los alemanes eran conscientes del enorme valor de la colección de arte antiguo de la familia: “Muchas de las obras robadas de Gołuchów acabaron en el comercio de arte de Berlín y algunas aparecieron en manos privadas. Algo parecido pudo haber pasado con el díptico”.

La galerista reclamaba que la obra regresara al castillo considerando que la documentación existente “corrobora que perteneció a este lugar”. El Gobierno polaco no ha dejado de buscarlo. Para recuperarlo, distintos expertos emprendieron su búsqueda hace años y consiguieron localizarlo tras un largo proceso de verificación, incluyendo el cruce de referencias en publicaciones y la revisión de bases de datos.

La Diputación de Pontevedra ha querido “hacer las cosas bien”; por eso se ha demorado la devolución. “Solo faltaba que devolviéndolo de forma desinteresada y gratuita, acabáramos metidos en pleitos”, explica Mosquera, satisfecho porque la institución provincial “colabore para reparar el expolio nazi”, una tarea difícil especialmente si se trata de un asunto transfronterizo.

En este caso, el museo pontevedrés ha dado todas las facilidades, algo que no ocurre siempre (el Museo Thyssen ha ganado un pleito contra el nieto de una pareja judía a la que se le arrebató un cuadro de Camille Pissaro). La buena voluntad con la que ha actuado ha sido valorada por el Ministerio de Cultura polaco. “La obra fue comprada de buena fe y será devuelta de buena fe” y los gastos que acarree la restitución correrán a cargo del Estado español, destaca el vicepresidente de la Diputación de Pontevedra.

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