Identificada la víctima de un crimen por el retrato obtenido de sus huesos
La técnica de la aproximación facial a través del estudio antropológico del cráneo logra por primera vez en España poner nombre a un cadáver arrojado a un pozo. La familia llamó al reconocerlo en la imagen
La imagen cambiante de la víctima anónima de un crimen, con pelo más largo o más corto, con barba o sin barba, apareció publicada en la prensa española y portuguesa el 10 de marzo, y en pocos días una familia llamó a Galicia para dar el nombre del fallecido. Fue la madre del hombre hallado con señales de muerte violenta en un pozo de O Porriño (Pontevedra) el 21 de febrero de 2021 quien reconoció los rasgos de su hijo en un dibujo que no aspiraba a ser un retrato exacto, sino una “aproximación facial”.
Esta técnica artesana que no es un retrato robot hecho por medios informáticos y que apenas se utiliza entre los antropólogos forenses ha dado por primera vez resultado en España. La investigación de la Guardia Civil llevaba un año estancada porque no se sabía quién era el hombre del pozo. Cuando fue encontrado el cadáver, de forma fortuita por unos operarios durante unas obras en una nave industrial que había estado cerrada varios años, la víctima no llevaba ropa ni documentación alguna y su rostro se encontraba ya muy deteriorado.
La aproximación facial fue elaborada a partir de los parámetros que daba la estructura ósea de la cara por la Unidad de Antropología Forense del Imelga (Instituto de Medicina Legal de Galicia), que dirige Fernando Serrulla en el Hospital de Verín (Ourense). El Instituto de Ciencias Forenses Luís Concheiro, de la Universidade de Santiago de Compostela, determinó por el análisis genético que el fallecido era de origen europeo y que tenía la piel blanca, el pelo oscuro y los ojos de color miel. Con todos los datos reunidos, una artista forense, Alba Sanín, realizó todas las versiones del retrato y las fundió en un vídeo que mostraba seis posibles apariencias del fallecido. Tal y como reveló el análisis de los huesos, se trataba de un varón de entre 30 y 40 años, de aproximadamente 1,75 metros de estatura y complexión fuerte que había muerto a golpes para después ser ocultado en un pozo con tapa. No llevaba puesto más que un calzoncillo, y del fondo, al retirar el agua, los investigadores solo recuperaron una llave de puerta convencional y otra de un vehículo Renault. La Guardia Civil cree que es de una furgoneta Kangoo que no se localizó.
La investigación judicial apuntaba a que podía tratarse de un ciudadano luso por la proximidad del lugar del levantamiento del cadáver con la frontera y por unas monedas acuñadas en Portugal que también aparecieron, pero no encontró en las bases de datos consultadas posibles casos de desaparición que arrojasen luz sobre la identidad del cuerpo. Tampoco había rastro de su ADN en ningún archivo policial. Gracias al testimonio de la familia que acaba de aparecer, se sabe que el hombre, que tendría unos 37 años cuando murió, era originario de la localidad de Viana do Castelo, al norte del país vecino, y que cuando se le echó en falta vivía en O Porriño. La Guardia Civil investiga ahora su entorno y sus amistades, y sigue entre otras pistas la posible relación de la víctima con un negocio de compraventa de coches de segunda mano, aunque se sospecha que su actividad laboral no le reportaba grandes ingresos.
Una persona cercana llegó a presentar una denuncia por desaparición dentro de la horquilla de tiempo en que la autopsia calculó que llevaba sumergido en el pozo. Por el estado de conservación (en las condiciones de saponificación o transformación química en jabón de la materia grasa al estar sumergido en agua) la muerte se situó entre 2019 o 2020, en una fecha posiblemente próxima al momento en que la población quedó confinada por la pandemia y se cerraron los pasos con Portugal.
El nombre del asesinado se guarda de momento con cautela. El caso lo lleva el juzgado de Instrucción 3 de O Porriño, que decidió reactivar las pesquisas difundiendo a través del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia la aproximación facial del Imelga. Su muestra de ADN y la de su madre han sido enviadas al laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil en Madrid para confirmar una identidad que, “casi al 100%”, explican varias fuentes, ya está confirmada gracias a una antigua fractura en un hueso de la mano. Los familiares informaron a los investigadores de esta lesión, que aparece en su historia clínica, y se pudo comprobar que es la misma que presenta el esqueleto.
El cuerpo apareció hace un año cuando unos operarios que iniciaban unas obras de reforma abrieron la tapa del pozo de agua dulce de una nave industrial en O Cerquido (O Porriño). La instalación, que en tiempos había pertenecido a una cantera y luego a una empresa de transportes, había cambiado de dueño un mes antes del descubrimiento del cadáver y llevaba cerrada unos siete años. La Guardia Civil cree que el autor o los autores del crimen debían conocer la nave y sabían que no tenía movimiento. La finca se sitúa en las inmediaciones de la autovía A-52, un eje de intensa actividad industrial y comercial que une Vigo y Portugal.
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