Los votantes más indecisos se sitúan a la izquierda
La demoscopia no registra mayor indefinición del electorado que en otros comicios, pero esta vez se sitúa mayoritariamente en uno de los dos bloques
Es un clásico de cada campaña cuando se enfila la semana última antes de la cita con las urnas y se decreta el apagón demoscópico impuesto por la ley: la batalla de los indecisos. En esos momentos el destino del país parece en manos de unos cuantos cientos de miles de personas que imaginamos debatiendo a solas consigo mismas ante la gravedad de la decisión que deben tomar. Esa imagen se ha acrecentado en los últimos años, cuando la fragmentación política ha multiplicado la oferta electoral y contribuido a que los dilemas de los electores se prolonguen hasta última hora. A juzgar por los analistas consultados no parece que esta vez la bolsa de indecisos sea particularmente elevada. Algunos incluso detectan una menor cuantía que en otras ocasiones. La novedad es que las dudas figuran ahora mucho menos repartidas entre los campos ideológicos y se concentran sobre todo en los que en anteriores elecciones votaron a la izquierda.
Nunca en España se habían publicado tantas encuestas como en esta legislatura ni tantos de los llamados trackings durante la campaña, entre ellos el de la consultora 40dB. que han venido ofreciendo a diario EL PAÍS y la Cadena SER. Este lunes será el último día en que se puedan publicar datos, por imperativo de una ley electoral que sociólogos y politólogos repudian casi unánimemente, pero que se mantiene intocable en ese aspecto desde 1977. Con el apagón de las encuestas siempre se agudizan las especulaciones sobre qué harán los famosos indecisos, convertidos en una especie de árbitros de la situación. Los expertos, sin embargo, suelen rebajar la importancia que la literatura periodística otorga a ese fenómeno.
“La leyenda de los indecisos: ni tantos, ni tan decisivos”, se titulaba un artículo publicado durante la pasada campaña de las municipales y autonómicas en El Confidencial por Ignacio Varela, un experimentado analista electoral. “Se supone que se trata de personas de las que no sabemos a qué partido votarán”, escribía Varela. “Ojo, no es que no lo sepan ellos, es que no lo sabemos nosotros. Los llamamos indecisos cuando son más bien votos desconocidos o inciertos para el observador externo”.
José Pablo Ferrándiz, director del área de opinión pública y estudios políticos de la consultora Ipsos, también advierte de los equívocos que suscita el concepto: “Nosotros preferimos matizarlo, porque normalmente se contabilizan como electores indecisos muchos más de lo que realmente hay. Y esto es así porque mucha gente sigue pensando que el comportamiento social mejor visto es acudir a votar y cuando le preguntas, aunque tengan claro que no van a ir, lo ocultan en la indecisión”. Por eso, uno de los retos más difíciles para las previsiones demoscópicas es afinar en los índices de participación.
La indecisión, además, tiene varias vertientes, una entre ir a votar o no, y otra entre los que ya lo han decidido, pero no tienen claro todavía a qué opción. En todo caso, Ferrándiz, cuyo instituto ha trabajado en esta campaña para La Vanguardia, se atreve con cifras concretas. Sus cálculos apuntan a que el nivel de indecisión a estas alturas es mucho menor que hace cuatro años. “Antes de las elecciones generales de noviembre de 2019 se situaba sobre el 20% y ahora está en la mitad, un 10%, que en términos absolutos serían 3,5 millones de electores”, comenta.
La directora de 40dB., Belén Barreiro, se muestra más cauta, aunque coincide en que, como mínimo, el conjunto de eso que se llama indecisos no es mayor que en otras ocasiones. Barreiro prefiere hablar de lo que identifica como un “baúl de votantes huérfanos”, en el que incluye aquellos a los que no acaba de convencer ningún partido y consideran opciones como el voto en blanco, el nulo o la abstención. Al comienzo de la campaña, sumaban el 22% de los encuestados por su instituto. Han ido descendiendo ligeramente, pero hasta el sábado todavía sumaban el 19,4%. Barreiro ofrece un perfil de ese grupo: “Pertenecen más a las clases medias y bajas que a las acomodadas, más mujeres que hombres, más jóvenes, más parados que ocupados, más del medio rural que del urbano o más con bajo nivel de estudios”.
Barreiro y Ferrándiz coinciden en una conclusión: a diferencia de otras elecciones, en las que la indecisión se repartía de forma más equitativa, esta vez se concentra de forma clara en el campo de la izquierda. Así, el posible flujo de votantes entre PSOE y Sumar resulta mucho mayor que el detectado en el territorio de la derecha entre PP y Vox, donde el reparto, señalan los analistas, aparece estabilizado, con ganancias netas a favor de los populares pero sin dañar en exceso el suelo de la formación de Abascal.
Se consigna también un sector nada desdeñable de electores que aseguran que aún dudan entre votar al PSOE o al PP. Y en este punto hay que tener en cuenta un fenómeno muy evidente y que puede tener un peso decisivo en la resolución de las elecciones: desde hace semanas, se registra una importante fuga de sufragios socialistas en dirección al PP, mientras que el movimiento inverso es casi irrelevante. Según la última entrega de la encuesta diaria de 40dB., la formación de Alberto Núñez Feijóo se haría con el 9,3% de los electores que en 2009 eligieron la papeleta de Pedro Sánchez. En términos absolutos, superarían los 600.000 ciudadanos, que más que actuar por el eje derecha-izquierda darían prioridad esta vez a la cuestión territorial como repudio a los acuerdos parlamentarios de Sánchez. El flujo en la otra dirección, del PP al PSOE, sería apenas del 2,5%, poco más de 100.000 electores, según los sondeos de EL PAÍS y la SER.
En su barómetro del pasado junio, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) incluía unas detalladas cifras sobre las dudas de los electores entre los diferentes partidos. Se trata de datos sin cocinar, es decir, a salvo de las sospechas generalizadas sobre el laboratorio de José Félix Tezanos. En aquel momento, antes del comienzo de la campaña y con 30.000 entrevistas en toda España, más del 70% se declaraba resuelto a acudir a las urnas. Y de ellos, el 13,8%, confesaba que tenía dudas entre dos partidos. Si la participación fuese efectivamente del 70%, ese porcentaje sumaría 3,4 millones de electores.
El dilema principal en ese grupo de votantes se situaba inequívocamente en la izquierda: el 36% de ellos (1,2 millones) no tenía claro si decantarse el próximo día 23 por el PSOE o por Sumar. En la derecha todo parecía más despejado. Los que aún no habían optado entre PP y Vox eran el 16%, algo más de medio millón traducido a términos absolutos y siempre dando por bueno el índice de participación. Por último subsistía una bolsa del 10,7% que aseguraba que estaban indecisos entre PSOE y PP, en total, unos 340.000 votos. Eso era hace un mes, porque el último trabajo del CIS ya no incluyó estas preguntas.
Que el flujo de apoyos entre la candidatura de Sánchez y la de su vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, está muy abierto lo corroboran también las cifras de la encuesta de 40dB. Sumar se estrenó en la campaña con datos bastante modestos, al sufrir una pérdida relevante en favor del PSOE. Alrededor del 20% de los que en 2019 depositaron en la urna las papeletas de Unidas Podemos o Más País se mostraban resueltos en esta ocasión a cambiarse al PSOE. En números contantes, unos 700.000 votos. En los últimos días, sobre todo a raíz de la decepción socialista tras el debate entre Sánchez y Feijóo, los de Díaz han logrado reducir la cifra hasta un 14%.
En ese terreno dudoso entre las dos formaciones de la izquierda, los sondeos de 40dB. han detectado un fenómeno curioso al analizar las opciones según la autoidentificación ideológica de los votantes siguiendo la tradicional escala del 0 (extrema izquierda) al 10 (extrema derecha). Según se avanza hacia la izquierda, el PSOE va ganando en todas las posiciones a Sumar hasta llegar al 1, donde se impone con claridad la formación de Díaz. La sorpresa es que en el extremo, el 0, el PSOE duplica a Sumar en intención de voto. Este fenómeno comenzó a detectarse en junio, coincidiendo con el conflicto por las listas electorales entre los partidarios de Díaz y Podemos.
A una semana de las elecciones, la práctica unanimidad de las casas de apuestas señala a la derecha en el camino del triunfo. Pero si hemos de hacer caso a lo que la gente responde en las encuestas, debemos concluir que nada está sentenciado hasta el último momento. Un 6,4% de los que contestaron a la macroencuesta del CIS aseguraron que decidirán su voto en la jornada de reflexión y otro 5,9% el mismo día de las elecciones. En total podrían ser más de 2,5 millones de personas.
A pesar de las fechas, todos los institutos demoscópicos prevén una alta participación, en torno al 70%, aunque se trata siempre de un pronóstico arriesgado. “Y está además la incógnita del voto por correo”, advierte Belén Barreiro. “Ahí no tenemos ningún histórico de cifras para comparar porque lo de este año no se había producido nunca. ¿Quiénes son los que más lo han pedido? En principio parece que personas con mayor nivel de renta. ¿Pero todos los que lo pidieron van a votar? Esa es para mí una de las grandes incógnitas”.
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