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El Ejido, el granero de votos ultras donde Abascal pierde fuelle

Vox se ha estancado en esta población de 90.000 habitantes, con un 30% de inmigrantes, que gobernó en coalición con el PP entre 2019 y 2021

Miguel González
Santiago Abascal, líder de Vox, en el mitin que protagonizó el pasado jueves en el puerto de Almerimar, en la localidad almeriense de El Ejido.
Santiago Abascal, líder de Vox, en el mitin que protagonizó el pasado jueves en el puerto de Almerimar, en la localidad almeriense de El Ejido.JON NAZCA (REUTERS)

“Nosotros vamos con cuatro años de adelanto”, presume un afiliado de Vox de El Ejido (Almería). Este municipio de 90.000 habitantes y un 30% de inmigrantes se convirtió en 2019 en la localidad más poblada de las gobernadas conjuntamente por el partido ultra y el PP. El popular Francisco Góngora se convirtió en alcalde y Juan José Bonilla, de Vox, en su número dos. El noviazgo no acabó bien. Solo dos años después, la formación de Santiago Abascal salió del Gobierno municipal y Góngora culminó su mandato en solitario, pactando cuando lo necesitaba con los socialistas locales.

Enfrentado a la dirección nacional, Bonilla acabó por dejar Vox y el pasado 28 de mayo, ya con otra cabeza de lista (Beatriz Sánchez), el partido ultra obtuvo en El Ejido el 22,2% de los sufragios en las elecciones municipales. Un buen resultado, pero inferior al de cuatro años antes (24,7%). Mientras que en el conjunto de España Vox duplicó sus votos respecto a 2019 (subió del 3,5% a más del 7%), en su feudo almeriense retrocedió 2,5 puntos y pasó de siete a seis concejales. En términos absolutos perdió 1.000 electores, mientras que el PP ganó más de 3.250 y recuperó la mayoría absoluta.

Un exresponsable de Vox en El Ejido, que no quiere dar su nombre para no enfrentarse a sus antiguos correligionarios, cree que el partido ultra tocó techo en su pueblo en las municipales, aunque admite que Abascal tiene margen para recuperar terreno en las generales. A fin de cuentas, en las legislativas de noviembre de 2019 Vox fue la primera fuerza política en El Ejido, con el 36,3% de los votos, y quedó por delante del PP en el conjunto de la provincia.

Por eso, muchos de sus afiliados no entendieron que su líder no pisara Almería durante la pasada campaña del 28-M, como si le dejara el campo libre al PP. Esta vez Abascal ha cambiado de estrategia y el pasado jueves por la noche escogió El Ejido para darse un baño de masas en el arranque oficial de la carrera electoral del 23-J.

El lleno estaba asegurado de antemano. En esta época del año no hay mucho trabajo en el campo y los agricultores tienen las tardes libres. Además, Vox escogió como escenario de su gran acto político el puerto deportivo de Almerimar, la zona turística de El Ejido, donde buena parte de la población de origen peninsular ha trasladado su residencia permanente. “Si hubiera dado el mitin en el centro del pueblo [a unos ocho kilómetros] no cogería el coche, pero si Abascal viene a vernos a la playa…”, reconocía un vecino.

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En Almerimar no se ven más inmigrantes que los camareros y las empleadas del servicio doméstico, pero los disturbios que han incendiado Francia en las últimas semanas están en boca de muchos. “Hay miedo a que aquí suceda lo mismo”, dice un buen conocedor de la zona, a pesar de que en los últimos años no se ha producido ningún incidente grave, como los tres asesinatos que desencadenaron en febrero de 2000 una explosión de violencia xenófoba.

Españoles de origen consultados para este reportaje repiten que los parques están “tomados” por los inmigrantes y dicen que no se quedan tranquilos si sus hijas salen solas a la calle. Alegan que el valor de los pisos del centro se ha depreciado porque nadie quiere vivir en un barrio en el que hay más carteles en árabe que en castellano o que hay cola para encontrar plaza en los colegios privados porque en las aulas de las escuelas públicas hay mayoría de niños extranjeros y eso retrasa el aprendizaje.

Varios empresarios se quejan de que la mayoría de los migrantes, cuando consiguen regularizar su situación y tienen papeles, se marchan a otros lugares de España o de Europa donde les pagan mejores sueldos. Y vuelta a enseñar de nuevo a los recién llegados. La desconfianza se agudiza, sobre todo, con los magrebíes porque estos, asegura un patrono agrícola, a diferencia de los subsaharianos, son más reivindicativos y siguen con un pie en su país de origen, como si estuvieran en España solo de paso.

En ese caldo de cultivo, el discurso de Abascal prende como una chispa. Aunque muchos ya no confíen en Vox para que gestione su municipio, le aplauden a rabiar cuando dice lo que muchos piensan. O más bien lo que sienten, porque sus palabras no apelan a la reflexión, sino a la emoción.

Desde la tribuna, con un yate a su espalda que sirve de escenografía, Abascal desgrana el balance de los disturbios de Francia como si fuera un parte de guerra: “24.000 fuegos en la vía pública, 12.000 vehículos quemados, 2.500 edificios atacados, 273 comisarías quemadas o atacadas, 105 ayuntamientos, 168 colegios, 17 atentados contra cargos públicos, tres muertos y 3.500 detenidos”. Estos datos son, según Abascal, la consecuencia del “multiculturalismo” que supuestamente han alentado Emmanuel Macron en Francia y Pedro Sánchez en España, una política de puertas abiertas que “condena a los barrios más humildes y degradados a la inseguridad”, lo que presenta como “un hecho incuestionable”.

Eso sí, frente a la “asquerosa manipulación” de los medios de comunicación, subraya que su partido no se opone a la inmigración legal y ordenada, la que responde a las necesidades de la economía española (y de los invernaderos de El Ejido) y se adapta al país de acogida, como “nuestros hermanos hispanoamericanos”, sino a la que procede “de países contrarios a nuestro sistema democrático, al respeto a las mujeres y a las personas homosexuales”.

Se refiere, sin nombrarla, a la población de origen marroquí, que supone el 65% de los más de 30.000 inmigrantes que viven en El Ejido. La mayoría asiente, aunque algunos reconocen en privado que, sin la mano de obra barata que viene del otro lado del Estrecho, el campo almeriense seguiría siendo un erial de “lagartos, esparto y legañas” y no la huerta de Europa, con una cosecha de casi cuatro millones de toneladas y más de 2.200 millones de euros al año.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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