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Cataluña se asoma al bloqueo a 10 días para votar

Las encuestas dibujan varias mayorías posibles pero los férreos vetos cruzados, sobre todo hacia el PSC, ensombrecen la legislatura. Nadie quiere repetición electoral pero tampoco la descarta

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este miércoles, en el centro, durante una visita a la Feria de abril de Cataluña, junto al candidato del PSC a las elecciones catalanas, Salvador Illa.Foto: KIKE RINCÓN - EUROPA PRESS | Vídeo: 'HOY POR HOY' (CADENA SER)
Camilo S. Baquero

Cataluña no es Dinamarca y la carrera al 12-M no es la serie Borgen. La pregunta más insistente en las ruedas de prensa y entrevistas a las que estos días se someten los candidatos a los comicios es con quién piensan pactar. Y a 10 días de la cita con las urnas, la vaguedad de las concreciones es idéntica a la del primer día de campaña. El escenario idílico de la producción danesa —donde los partidos exponen sin tapujos sus alianzas poselectorales y la fuerza minoritaria de una coalición termina gobernando por la carambola de los vetos― dista mucho de un panorama catalán: la sombra de la repetición electoral planea, alimentada de una situación de bloqueo de la que nadie quiere hablar en público, pero en privado sí se asume como muy probable.

“Esperemos a que hablen los ciudadanos de Cataluña, y a partir de ahí veremos”, aseguró el candidato socialista, Salvador Illa, el pasado 14 de abril, a las puertas de la campaña. El clarísimo ganador de todas las encuestas publicadas hasta ahora no se ha movido de esa línea, añadiendo, eso sí, que salvo con los partidos ultra Vox o Aliança Catalana, está dispuesto a llegar a acuerdos con todos. “Poner vetos, bloquear, paralizar, hacerlo difícil… No lleva a ninguna parte”, repite cada día.

El discurso de Illa es propio de quien lidera la carrera aunque también responde a una ventana de oportunidad que no se abría hace 10 años. Por primera vez en una década, no es seguro que los principales partidos independentistas (Junts, Esquerra Republicana y la CUP) puedan revalidar su hegemonía en el Parlament, la realidad aritmética que ha arbitrado la vida parlamentaria del procés. Un promedio de las encuestas publicadas hasta ahora realizado por este diario deja a la suma de esos tres partidos a un escaño de los 68 que marca la mayoría absoluta.

Junts, ERC y CUP nunca actuaron como una mayoría efectiva, pero siempre bloquearon la posibilidad de cualquier alternativa. Illa, como virtual ganador, se encuentra ante una variedad aritmética de pactos impensables en el momento álgido del pulso independentista, pero, al mismo tiempo, en una encrucijada donde los acuerdos para ser investido y poder gobernar se ofrecen muy complicados de forjar. Esa dificultad es la que lleva a varias de las primeras espadas de los partidos a aceptar en privado que es muy posible irse a una repetición de los comicios en octubre —la Cámara se disolvería a final de agosto—, especialmente con una distancia muy ajustada entre Junts y ERC.

De entrada, la mano tendida del socialista (al que el promedio citado de diferentes encuestas otorga 39 escaños) choca con tres vetos claros. El primero es el de quien se perfila como el segundo en la carrera, Junts per Catalunya. La suma entre los escaños de Illa y los 33 que podría obtener la candidatura de Carles Puigdemont llega a las 72 sillas. Pero el expresident expresa reiteradamente que no tiene ningún interés en apoyar a los socialistas, a los que también amenaza con hacer caer la legislatura española en caso de que, si él fuera la lista más votada, intenten hacer un pacto alternativo entre perdedores.

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“Solo hay dos proyectos que pueden gobernar Cataluña: el que haría presidente a Illa, con una alianza de las izquierdas españolas y catalanas, o la nuestra”, aseguró ayer Puigdemont desde su cuartel general de Argelers (Francia), donde celebra los mítines ante la posibilidad de ser detenido si regresa a España. El socialista sabe que en Madrid son tan necesarios los votos de Junts como los de ERC y elegir en el Parlament puede tener sus consecuencias en el Congreso.

Esa alianza de izquierdas a la que hace referencia Puigdemont, de momento, tampoco es 100% viable. El segundo veto a Illa llega por parte los republicanos. Los 28 escaños que obtendría el actual president, Pere Aragonès, más los del PSC se quedan a una silla de la mayoría absoluta. Sería necesaria Comuns Sumar, la candidatura que lidera Jéssica Albiach. Sus seis diputados elevarían a 73 escaños el peso de una reedición del tripartito que gobernó Cataluña en la primera década de los 2000.

Albiach ha dejado claro que no piensa pactar ningún Gobierno con Junts, aunque nadie tampoco lo espera. Su otra línea roja son las formaciones de ultraderecha. En el caso de Aragonès, como dijo hace tres días en una entrevista a este diario, las opciones de pactar con el PSC son bajísimas. “El PSC está muy lejos de las tres condiciones que defenderemos: acuerdo de bases sobre las condiciones de un referéndum, acordar e implementar la financiación singular y reforzar la lengua catalana”, aseguró el president.

Puigdemont y Aragonès usan el posible pacto con el PSC como arma arrojadiza cada día de campaña, acusándose mutuamente de estar listos para lanzarse en los brazos socialistas en caso de no ser la formación ganadora. También es una manera de eludir su pelea interna y repetir una coalición que ya se mostró imposible en la pasada legislatura. En Junts dan por hecho que los republicanos harán en el Parlament lo mismo que hicieron, hace un año, en las tres de las cuatro diputaciones catalanas: pactar con los socialistas o, incluso, como en el caso de la de Barcelona, entrar por la puerta de atrás del Ejecutivo provincial después de que otros votos permitan la investidura.

El expresident es bastante claro al alertar de los riesgos de que ocurra un Collboni, aunque por ahí pasa el tercer veto al que se enfrenta Illa. Puigdemont se refiere así a lo ocurrido en el Ayuntamiento de Barcelona el año pasado. La candidatura de Xavier Trias fue la más votada y la decisión de los republicanos de apoyarle impidió que se forjara una mayoría alternativa de izquierdas. Pero el pacto sorpresa entre socialistas, comunes y PP le dio la vara de alcalde a Jaume Collboni, que gobierna en minoría.

Esa posibilidad de repetir una operación de esta envergadura en este momento es muy remota. Aritmética e ideológicamente. Una suma de PSC y PP solo alcanza 41 escaños. Ya al inicio de campaña, el popular Alejandro Fernández supeditó cualquier pacto a que Illa rompiera con el independentismo. Las relaciones entre socialistas y populares, además, pasan por un momento muy distinto al de hace un año, después del órdago de Pedro Sánchez sobre su continuidad.

Aragonès sufre el desgaste de haber gobernado en una gran minoría (33 de 135 diputados) y su experiencia es un aviso a navegantes para quien quiera intentarlo. Los partidos tampoco se atreven ahora a desvelar votos diferenciados de cara a permitir una investidura, evitando coaliciones. “Puedes engañar a todos algún tiempo y a algunos todo el tiempo; pero no puedes engañar a todos todo el tiempo”. La frase del expresidente de EE UU Abraham Lincoln marca el inicio de uno de los capítulos de la tercera temporada de Borgen. Podría ser también el colofón de la noche electoral del 12-M en Cataluña.

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Sobre la firma

Camilo S. Baquero
Reportero de la sección de Nacional, con la política catalana en el punto de mira. Antes de aterrizar en Barcelona había trabajado en diario El Tiempo (Bogotá). Estudió Comunicación Social - Periodismo en la Universidad de Antioquia y es exalumno de la Escuela UAM-EL PAÍS.
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