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COLUMNA
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Diálogo

En las tres elecciones autonómicas que llevamos, no se ha castigado la gestión de la crisis sanitaria, se han impuesto los deseos de estabilidad

El vicepresidente de la Generalitat en funciones, Pere Aragonès, a su llegada a la reunión semanal del Govern, la primera tras las elecciones catalanas del 14F.
El vicepresidente de la Generalitat en funciones, Pere Aragonès, a su llegada a la reunión semanal del Govern, la primera tras las elecciones catalanas del 14F.Generalitat/Rubén Moreno (EFE)
Pepa Bueno

Las elecciones en pandemia están demostrando que el personal está dos o tres grados más cerca de la sensatez que parte de la dirigencia política que se ha creído que algunos charcos de las redes sociales y alguna desesperada trompetería mediática son la vida real. En Estados Unidos gana la racionalidad por encima de la rabia. En España, en las tres elecciones autonómicas que llevamos, no se ha castigado la gestión de la crisis sanitaria, se han impuesto los deseos de estabilidad para enfrentar este momento difícil. Va a ser verdad que en tiempos de tribulación la gente prefiere no hacer mudanza y ha entendido bien la naturaleza de esta crisis múltiple que precisa de cabeza fría y concentración de energías y recursos en lo esencial, salvar vidas y evitar el descalabro de la economía.

En Cataluña sí ha habido mudanza. Pero el vector del cambio es el diálogo. No es poco viendo de donde venimos. Por segunda vez consecutiva, el partido más votado no es independentista. Ciudadanos tiró a la basura aquel capital político en 2017. Pero el PSC es un partido con implantación en el territorio y memoria histórica, con mayor vocación de transversalidad y dispuesto a hablar del conflicto político. En el independentismo, ERC se ha hecho, por la mínima, con el primer puesto. Si la presidencia de la Generalitat y sus complejos frente a JxCat no lo trastocan, podría ejercer el liderazgo social de los partidos con vocación mayoritaria: aterrizar los deseos en la realidad sin renunciar a las aspiraciones legítimas, dentro de la ley.

Illa es el triunfo de la razón en tiempos de emoción incontrolada. Ha mantenido las formas, y las formas son civilización, cuando tenía buenos datos y cuando los tenía malos. Cuando lo responsabilizaban de los muertos y nuestra curva era la peor de Europa y cuando nuestra curva era mejor que la alemana. Con ese bagaje vuelve a la tierra dividida por ensoñaciones históricas y sentimientos envueltos en banderas.

Es verdad que los extremos tendrán grupo propio en el Parlament. Mejora la CUP y Vox arrasa a PP y Cs. Pero no han conseguido ni una docena de escaños cada uno en el momento de mayor cansancio pandémico, de mayor hastío de la política enzarzada en sus propias agendas de supervivencia partidista. A los mayoritarios corresponde evitar que parezca que han ganado las elecciones. @PepaBueno

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