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Voto con efecto mariposa

Las elecciones del 14-F no solo aclaran el panorama político en Cataluña, también condicionan la acción del Gobierno y el futuro del centroderecha

Elecciones Catalanas
El líder de ERC, Oriol Junqueras, durante un mitin electoral, en Badalona, este 29 de enero.David Zorrakino (Europa Press)

Un voto en la Seu de Urgell (Lleida) para las elecciones catalanas puede condicionar muchas cosas en la madrileña Carrera de San Jerónimo, donde está el Congreso. El resultado de las elecciones catalanas del 14-F tendrá consecuencias no solo a nivel autonómico sino nacional. Las urnas no solo dirimirán la lucha por la hegemonía política y del independentismo sino que también condicionarán la hoja de ruta del Gobierno, en donde el papel de ERC es clave si se quiere mantener la mayoría que permitió la investidura. El desempeño del PP, Ciudadanos y la irrupción de Vox, que señalan las encuestas, también tendrá repercusiones en la configuración del espacio del centroderecha. Aquí algunas de las claves del efecto mariposa del voto catalán.

Hegemonía política. Junts per Catalunya y Esquerra se encuentran sumidas desde 2017 en una carrera sin concesiones por la hegemonía política en Cataluña. Al tradicional binomio de alternancia política sociovergente (ocupado por los socialistas en las grandes áreas urbanas y el espacio de la disuelta Convergència en el mundo rural) le ha salido un nuevo competidor. Esquerra ha ido ganando peso elección tras elección, llegando incluso a ganar en votos las pasadas elecciones municipales. No así el número de alcaldías, pues Junts logró hacerse con más Ayuntamientos, eso sí, de municipios muy pequeños. Los republicanos también lograron imponerse a los socialistas en las generales en Cataluña.

A ERC se le escaparon dos joyas de la corona: por un lado, la alcaldía de Barcelona; por el otro, el Gobierno de la Diputación de Barcelona. En el primer caso, pese a haber sido la formación más votada, Ada Colau logró revalidar el mandato gracias al pacto con el PSC y el apoyo en la investidura de Manuel Valls. En el segundo, Junts pactó con el PSC, un acuerdo que aún ahondó la división entre las dos formaciones independentistas. “Si no gana ERC, ganarán los de siempre”, argumentó este sábado Oriol Junqueras.

La hoja de ruta secesionista. En estas elecciones también está en juego el rumbo que tome el independentismo en los próximos años. Tras la experiencia del referéndum del 1-O, declarado ilegal por la justicia, la respuesta contundente del Estado y el juicio a los líderes del procés, Junts y ERC encarnan dos modelos contrapuestos. Los de Carles Puigdemont abogan por el choque frontal con el Estado —“buscamos las grietas para hacer más débil al Estado”, le explicó la candidata Elsa Artadi a este diario en octubre del año pasado— mientras que ERC cree que es necesario que el secesionismo gane más seguidores para lograr forzar al Estado a negociar un referéndum acordado.

La candidata a la presidencia de Junts, Laura Borràs, aseguró el sábado que si el independentismo logra superar el umbral del 50% de los votos reactivará la declaración unilateral de independencia que Puigdemont dejó en el congelador en 2017. ERC insiste en la negociación y deja la puerta abierta a las acciones unilaterales solo en el caso de una negativa sostenida en el tiempo por parte del Estado y con un alto apoyo electoral e institucional.

Un cartel electoral del candidato del PSC, Salvador Illa.
Un cartel electoral del candidato del PSC, Salvador Illa. JOSEP LAGO (AFP)
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Un Govern efectivo. Los republicanos defienden que aunque se tenga que repetir el Govern con Junts, el hecho de ostentar la presidencia de la Generalitat permitirá un cambio en la orientación del Ejecutivo. ERC niega que vaya a llegar a un acuerdo con el PSC e insiste en que su apuesta es un Gobierno de frente amplio, que incluya también a la CUP, el PDeCAT y los comunes. Estos últimos, sin embargo, vetan a Junts y los neoconvergentes no quieren compartir el Consejp Ejecutivo con los anticapitalistas. En resumen, una maraña de vetos cruzados que deja en el aire el futuro del Gobierno.

El candidato socialista, Salvador Illa, aseguró que se presentará a la investidura si gana, aunque no está claro qué apoyos pueda tener. Vox le ofreció sus votos y los independentistas le piden día sí y día también a Illa que aclare si los aceptará o no. La gobernabilidad en Cataluña se ha visto lastrada por la competencia sin cuartel de Junts y ERC, en la que ni la pandemia ha permitido una tregua. La decisión, hace un año, del expresident Quim Torra de dar por amortizada la legislatura extendió más la agonía de un Govern instalado en la provisionalidad.

Futuro del centroderecha. La pelea en el centro y la derecha de ámbito nacional puede decidirse en las catalanas si hay resultados concluyentes sobre alguna de las tres marcas: Ciudadanos, PP y Vox. Sobre todo, en el caso de que el partido de Inés Arrimadas sufriera una debacle en las urnas. Si las elecciones del 14 de febrero resultan un funeral para Cs —la última encuesta del CEO, el CIS catalán, estima que podría perder un tercio de sus apoyos y pasar de 36 diputados a entre 12 y 13—, este hito podría ser el inicio de la confluencia, vía fusión o coalición, con el PP, ya que la marca liberal tampoco termina de levantar el vuelo en Madrid. Las encuestas en poder de los populares apuntan a una caída todavía peor de los de Arrimadas. En cambio, si Cs aguanta y salva los muebles, ese proceso de convergencia con el PP podría frenarse. Por su parte, en Cs aseguran que sus sondeos internos prevén un sorpasso de Vox al PP en Cataluña, el otro fantasma que recorre estos comicios, aunque el CEO anticipa que los populares aguantan por encima de los de Abascal. Un hipotético adelantamiento de la extrema derecha a Casado en Cataluña debilitaría su liderazgo.

La estabilidad en La Moncloa. El Ejecutivo de coalición puede salir del 14-F más estable o más tensionado. El resultado de ERC, aliado clave del Gobierno de Pedro Sánchez, es decisivo, porque su colaboración podría deteriorarse si los republicanos comprueban que la estrategia de pactos con los socialistas les penaliza en las urnas. La apuesta fuerte del PSC con Salvador Illa como candidato, que también araña en el electorado de ERC, arriesga esa alianza estratégica y, como mínimo, la tensiona.

Si los partidos independentistas formaran un nuevo Govern liderado por Junts, la hoja de ruta de la Generalitat podría ser también un problema añadido para Sánchez. Por otro lado, el resultado de En Comú Podem, la marca catalana de Podemos, también importa. Un retroceso de los de Jéssica Albiach debilitaría la posición de Pablo Iglesias en el Consejo de Ministros.

El futuro de una Cataluña postcovid

La presidenta de Ciudadanos, Ines Arrimadas (centro), acompañada por el diputado y portavoz Nacho Martin Blanco y por la concejal y portavoz de ciudadanos en el Ayuntamiento de Barcelona, Mari Luz Guilarte, a su salida de la oficina central de Correos en Barcelona después de solicitar su voto.
La presidenta de Ciudadanos, Ines Arrimadas (centro), acompañada por el diputado y portavoz Nacho Martin Blanco y por la concejal y portavoz de ciudadanos en el Ayuntamiento de Barcelona, Mari Luz Guilarte, a su salida de la oficina central de Correos en Barcelona después de solicitar su voto. Enric Fontcuberta (EFE)

El signo político del nuevo Ejecutivo también marcará cuál será la senda de la reconstrucción social y económica tras la pandemia. En su mesa estará, de entrada, parte de los fondos europeos y las sinergias con la empresa privada. Junts se presenta como una formación de centro izquierda, pero algunos de los postulados exhibidos por sus candidatos se alejan de esa etiqueta, como la posibilidad de retirar el impuesto de sucesiones. ERC, por su parte, insiste en que es la única garantía de que la respuesta sea por la izquierda y driblando “los intereses del Ibex 35”.

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