Ciudadanos: la historia del partido que pudo gobernar y pasó de la cima a desaparecer de la papeleta
La decisión de no concurrir a las elecciones generales del 23 de julio es el último episodio de una decadencia que se acrecentó tras la convulsa sucesión de Albert Rivera al frente de la formación
Una carambola del destino hizo que un joven abogado de 26 años fuese investido presidente de un incipiente partido nacido al albur de la lucha política y social contra el avance del nacionalismo en Cataluña. Un sorteo por orden alfabético que alumbró entonces, en 2006, la figura de Albert Rivera, cuya fulgurante carrera fue tan exponencial como luego efímera. En su primera campaña, Rivera se presentó desnudo al mundo, y a sus mandos, rodeado de intelectuales que remaban en contra del procés, la formación fue dando pasitos —cada vez con más fuerza, aunque también con escollos—, aumentando progresivamente su espacio entre el electorado y su representación en el Parlamento catalán. El salto nacional llegó en 2015, cuando Rivera concurrió como candidato a las elecciones generales: el partido alcanzó tres millones y medio de votos y 40 diputados. En unos pocos años, Rivera y Ciudadanos se habían convertido en protagonistas del tablero político.
Luego llegarían el acuerdo de Gobierno infructuoso con Pedro Sánchez; la materialización de la investidura de Mariano Rajoy tras la primera repetición electoral de la historia y la hazaña, ya en 2017, de Inés Arrimadas, al situarse Cs como la primera fuerza en el Parlamento catalán con 37 diputados en los comicios autonómicos. Ciudadanos se hacía entonces cada vez más fuerte y el PP cada vez más pequeño. Al tiempo que Rivera adquiría más y más relevancia mediática. Se produjeron la foto de Colón junto a los líderes del PP y Vox, los debates televisivos acalorados... Así hasta el 28 de abril de 2019, cuando volvió a presentarse como candidato de Cs a las elecciones generales.
En aquella cita en las urnas, el líder de Cs consiguió que un partido relativamente nuevo en el tablero nacional acariciara la cima al situarse como tercera fuerza con 57 diputados y más de cuatro millones de votos. A solo 200.000 papeletas de alcanzar al PP, Rivera pensó que en la siguiente convocatoria lograría el sorpasso. Y tras aquellas elecciones insistió en su negativa de no facilitar que el candidato más votado, Pedro Sánchez, fuese investido presidente del Gobierno. “Tiene un plan y tiene una banda”, afirmaba.
Mucho se ha debatido entre las bases del partido y en las crónicas políticas sobre si ese fue el gran error que llevó a Ciudadanos al desastre, pocos meses después, en la repetición electoral del 10 de noviembre, en la que se desplomaron hasta los 10 escaños. Un batacazo que acabó con la carrera política de quien pudo ser vicepresidente de España pero que inició el camino hacia los abismos de Cs.
Además de su no a Sánchez, lo que echó más leña al fuego fue la decisión de pactar —entre la cita en las urnas del 28 de abril y la repetición electoral de noviembre—, tres gobiernos autonómicos con el PP: Región de Murcia, Comunidad de Madrid y Castilla y León. En todos, Rivera acordó Ejecutivos de coalición con el Partido Popular, lo que suponía la continuidad de los populares al frente de los Gobiernos, pese a propugnar, por activa y por pasiva, que venían a regenerar la política, a propiciar un giro de guion. Con anterioridad, sí habían provocado un cambio de ciclo en Andalucía, tras las elecciones autonómicas del 10 de diciembre de 2018, donde gobernaron a su vez con el PP. Eso sí, en aquel caso, el movimiento cortó de raíz la hegemonía socialista al frente de la Junta.
La dimisión de Rivera, el 11 de noviembre de 2019, dio paso a una gestora y a la celebración de unas primarias que terminaron por confirmar a Inés Arrimadas como su sucesora. Ya como presidenta, desde marzo de 2020, Arrimadas se topó con la pandemia. Aún así, junto a Edmundo Bal como portavoz adjunto en el Congreso, la nueva dirección empezó a subir en los sondeos. Un año después, el CIS otorgaba a Ciudadanos un 9,3% en intención de voto al Congreso, remontando en 15 meses el 6,86% concitado por Rivera en la debacle del 10 de noviembre de 2019. Un ascenso que otro hito político cortó de cuajo.
Fue la jornada fatídica del 18 de marzo de 2021. Dos meses después de que Cs se desplomase en las elecciones catalanas de febrero de ese año, Arrimadas intentó desalojar al PP del Ejecutivo de la Región de Murcia junto al PSOE, presentando una moción de censura conjunta. Pero la estrategia desembocó en un fiasco: tres consejeros de Ciudadanos recularon y se mantuvieron fieles al PP como tránsfugas. También tres diputados díscolos de Vox. “Hoy aquí empieza la reconstrucción del centroderecha”, proclamó el entonces líder de los populares Pablo Casado, presente en la votación. La jugada de Arrimadas, mal ejecutada, obedecía a un intento por desligarse del PP en muchos de los gobiernos pactados dos años atrás. Un movimiento que provocó un tsunami en el resto de España y hundió aún más a Cs.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, convocó elecciones. Y desde aquel momento el partido empezó a encadenar debacle tras debacle. Primero Madrid, luego Castilla y León y, finalmente, Andalucía. Mientras, se sucedían la sangría de cargos y los fichajes del PP. La puntilla de las elecciones andaluzas de junio del año pasado, en las que el PP logró la mayoría absoluta, provocó que Arrimadas acelerara el proceso de refundación del partido. Una renovación que puso a la formación patas arriba, con unas primarias embarradas y la entrada de una nueva dirección, liderada por Patricia Guasp y Adrián Vázquez.
Pero la estocada ha llegado en los comicios de este domingo —en los que se hundieron hasta las 300.000 papeletas con un 1,35% de los votos y la mayor parte de su base electoral absorbida por el PP—. El nefasto resultado cosechado el 28-M ha llevado a la actual ejecutiva, cuyos planes saltaron por los aires con el adelanto electoral anunciado por Pedro Sánchez, a tomar la decisión de no concurrir a los comicios generales del 23 de julio. Desde la salida de Rivera hasta hoy han transcurrido solo cuatro años, lo que en teoría dura una legislatura. Pero ya no hay rastro de Rivera ni habrá papeletas de Ciudadanos el 23-J. La dirección actual pretende seguir. La pregunta es si queda ya partido.
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