Radiografía de la inquietud ciudadana en Valencia: los trastornos de los adolescentes, la exclusión de los mayores, la vivienda...
Cinco personas de diferentes perfiles socioeconómicos señalan sus principales problemas con motivo de las elecciones en la Comunidad Valenciana
La más joven empieza a hablar y de inmediato atrapa la atención de todos. No solo porque Rosío Cano, de 19 años, se explica con una sinceridad apabullante, sino porque los problemas mentales entre los adolescentes que relata, y que ella misma ha sufrido, se han extendido de tal manera que cualquiera conoce a alguien en su entorno más cercano con el mismo padecimiento. Por eso, cuando esta estudiante castellonense de Historia del Arte afirma que le preocupa mucho la “salud mental y que haya psicólogos y profesionales que puedan ayudar en la sanidad pública”, porque no hay apenas recursos públicos en este sentido, las otras personas, de diferentes perfiles, que también se han prestado a expresar sus inquietudes con motivo de las elecciones en la Comunidad Valenciana, asienten. Luego sacan a colación otros casos. Es una prueba inesperada de lo que dictan las estadísticas: el preocupante incremento de los trastornos mentales (y también de los suicidios) entre los adolescentes, sobre todo a partir de la pandemia de coronavirus.
“He tenido un TCA [Trastorno de Conducta Alimentaria]. Anorexia, bulimia... He estado muy pringada, deprimida“, explica Rosío, que padeció los trastornos con 16 años. “Es muy importante tener ayuda profesional y que haya psicólogos en la Seguridad Social. Mucha gente no se puede pagar 60 euros en una consulta privada. Pero he podido recuperarme y quiero contarlo por si sirve de algo”. También es cantautora y ha compuesto un tema hablando del problema. Aprendió de una serie de televisión los trucos para pesar más en los controles a los que se sometía. Surge entonces en la conversación el gran poder de influencia de los estereotipos divulgados en las redes sociales. En Valencia, los servicios públicos de atención a los adolescentes con un TCA están saturados por la elevada demanda desde hace tiempo.
“En el Hospital La Fe no dan abasto”, apunta Carlos San Juan, de 79 años. Este médico jubilado invita a Rosío a que cree una cuenta en change.org para concienciar del problema. Él lo hizo con sus quejas del trato de la banca a la gente mayor en la cuenta Soy mayor, no idiota y logró 650.000 firmas e incluso que se cambiara una ley, como le anunció el pasado jueves la propia vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño. Su principal petición ahora a los partidos es que expliquen “qué van a hacer con los mayores que somos cada vez más excluidos”. “Muchos mueren antes de conseguir una plaza pública en una residencia”, el 28% de los mayores en España están al borde de la exclusión social y a partir de los 50 años es casi imposible “encontrar un trabajo”, enumera.
Gloria Nancy Rendón, colombiana de 61 años, tiene trabajo de limpiadora desde hace años en una contrata municipal de Valencia. Sufrió hace un tiempo una experiencia muy dura al ser objeto de agresión y acoso. Por ello, quiere agradecer lo primero a todo el “buenísimo” personal de la sanidad pública y de los servicios sociales, que se volcaron con ella para ayudarla y sacarla de la depresión. “Hay que denunciar cuando eres objeto de acoso. Yo soy una persona que me valgo por mí sola. No entiendo cómo aguanté tanto. No me suicidé porque no quería hacerle daño a mi familia”, cuenta la mujer, cuyo marido murió hace 15 años. Su rostro cambia de expresión cuando habla de los gatos (tiene carnet de alimentadora): “Soy muy animalista, se está construyendo tanto que no hay sitio para los gatos, que tienen que tener su propio espacio y también para sus cuidadores”.
La falta de vivienda y su encarecimiento es otro de los problemas recurrentes. Amador Pastor (Elche, 41 años) es director creativo de la firma de publicidad Peanuts & Monkeys. Vivía con su mujer, ingeniera de telecomunicaciones, en Madrid, donde con los años se fueron consolidando en sus trabajos. No obstante, cuando quisieron tener hijos y comprarse una vivienda, decidieron cambiar de ciudad por lo gravoso y las dificultades de encontrarla y se instalaron en Valencia hace unos cuatro años. “Solemos decir que no nos fuimos, sino que Madrid nos echó”, comenta este ilicitano, que también ha observado el notable incremento de los precios de los pisos en lo últimos años en Valencia. Ahora la pareja disfruta de una situación estable, pero es conocedora en carne propia y en su círculo de sus amistades de la precariedad laboral, económica y habitacional de su generación.
A Amador le preocupa que sus dos hijos, de seis y tres años, se tengan que ir al extranjero por obligación para buscarse la vida y no como una opción vital que considera interesante. También ha sido testigo en los últimos tiempos de la turistificación de la ciudad. “Valencia está viviendo un momento de explosión cultural y también y de turismo masivo, sobre todo en el centro, y eso perjudica cada vez más a los vecinos, por ejemplo, en cómo suben los precios. Hay que buscar fórmulas para compaginar esta actividad y la vida de los ciudadanos”, afirma.
En el mismo sentido se expresa Natalia Estellés, empresaria valenciana de 50 años. Ella, además, convive todos los días con riadas de turistas desde su parada Palanca Carnissers, en el Mercat Central de Valencia, un espléndido edificio modernista que aparece en las portadas de muchas guías. “Empieza a ser un problema general, de todo el centro histórico y del mercado, más aún. Nos gusta el turismo, pero hay que buscar la forma de controlarlo. El mercado se llena de turistas, que en su mayoría no compra nada, y el cliente se queja seriamente por la falta de espacio. Y este es un mercado de producto fresco, tradicional, con casi 300 paradas y 1.000 personas trabajando. Es un mercado vivo y no queremos que se oriente al turismo”, explica la también vicepresidenta de la asociación de vendedores del Mercat Central.
Natalia también incide en la importancia de cuidar la salud mental y la necesidad de que haya más profesionales. Del contacto directo diario con los clientes y de su propia experiencia, percibe que hay una “gran incertidumbre por el futuro inmediato”, incluso entre la gente joven que tiene trabajo. “Está todo como muy inestable”, agrega esta autónoma que, como tal, pide a las instituciones mucha menos burocracia.
La carnicera comparte con los demás testimonios que la vivienda y el trabajo digno son otros de los principales problemas. Rosío añade su inquietud por la extensión sin control de los campos fotovoltaicos, aun estando a favor de las energías alternativas. Su madre es de la localidad castellonense de Coves de Vinromà y allí ha vivido una gran contestación social a un proyecto solar que transforma un paisaje y una tierra de cultivos milenarios.
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