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Vox tira la toalla en Madrid y se vuelca en las comunidades donde el PP lo necesita para desbancar al PSOE

Abascal no ha pisado la capital en toda la campaña pero dará cuatro mítines en Castilla-La Mancha antes del 28-M

El líder de Vox, Santiago Abascal, y la candidata del partido a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio, durante un acto en la plaza Mayor de Chinchón, el jueves.
El líder de Vox, Santiago Abascal, y la candidata del partido a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio, durante un acto en la plaza Mayor de Chinchón, el jueves.Mateo Lanzuela (Europa Press)
Miguel González

Santiago Abascal reunió el jueves a unas 300 personas en Chinchón. Los asistentes solo ocuparon una pequeña parte de la plaza monumental de este pueblo de 5.600 habitantes del sudeste de la Comunidad de Madrid. No es sorprendente si se tiene en cuenta que Vox solo obtuvo aquí 200 votos en las municipales de 2019.

Más sorprendente es que este sea el único mitin que el líder del partido ultra ha programado en la Comunidad en toda la campaña electoral. En la capital, donde Vox obtuvo casi 125.000 sufragios en las municipales y rozó los 300.000 en las últimas generales, Abascal no ha aparecido desde el día 12. Una ausencia notable, ya que su hiperliderazgo es el principal revulsivo de Vox para movilizar a sus simpatizantes. Al presidente del partido ultra solo se lo vio el día 5 en el barrio madrileño de Hortaleza, en la presentación de candidatos de su partido en la región, pero la campaña aún no había comenzado y el auditorio se llenó con los integrantes de las 179 listas de Vox en la Comunidad de Madrid.

Todas las encuestas vaticinan que la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, volverá a ganar las elecciones el 28-M y mejorará incluso sus resultados de 2021: si no llega a la mayoría absoluta, se quedará cerca. En el caso de que el PP no la logre, es probable que supere en escaños al bloque de la izquierda, y ese resultado pondría al partido ultra en la tesitura de tener que sumar sus votos a los de la oposición, votando contra Ayuso, si quiere hacer valer su fuerza. Los líderes de Vox descartan esta posibilidad, por lo que solo les quedaría la alternativa de votar a favor de Ayuso a cambio de arrancarle algunas concesiones programáticas, como hace dos años, o abstenerse. Lo que no parece a su alcance es forzar en Madrid un Ejecutivo de coalición con el PP, como el que ya existe en Castilla y León, y como Abascal se propone repetir ahora en otras comunidades autónomas y, tras las generales, en el Gobierno de España.

Santiago Abascal, durante un acto de Vox en Chinchón (Madrid), el jueves.
Santiago Abascal, durante un acto de Vox en Chinchón (Madrid), el jueves. Mateo Lanzuela (Europa Press)

Vox es consciente de que Ayuso le ha robado el discurso, abogando incluso por la ilegalización de Bildu, pero, más allá de destacar las contradicciones entre esta y la dirección nacional del PP, e incluso de ella consigo misma —la presidenta madrileña arremete contra la Agenda 2030 de Naciones Unidas mientras presume del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible incluidos en esta—, Abascal dirige el grueso de su artillería hacia otras dianas: al PSOE, al que califica como “el socio de Bildu”, y a Alberto Núñez Feijóo, a quien reprocha que proponga dejar gobernar en cada institución a la lista más votada, desechando un pacto de las derechas donde PP y Vox sumen mayoría.

Obligar a Feijóo a admitirlo como socio imprescindible de gobierno y desdecirse de sus palabras es el objetivo central de Vox ante el 28-M. Frente a su ausencia de Madrid, Abascal dará cuatro mítines en Castilla-La Mancha en la última semana de campaña: Guadalajara (sábado), Ciudad Real (domingo), Albacete (domingo) y Toledo, donde celebrará el gran acto de cierre, ya el viernes 26. Las encuestas apuntan a que el socialista Emiliano García-Page mantendría la mayoría absoluta por la mínima, pero si no la alcanza, el PP solo podría desbancarlo con el apoyo de Vox, que por primera vez entraría en el Parlamento regional.

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Una situación similar se produce en la Comunidad Valenciana, donde los sondeos dan un resultado muy igualado entre el tripartito de izquierdas, encabezado por el presidente socialista Ximo Puig, y la suma de PP y Vox. Valencia fue la plaza elegida por Abascal para el pistoletazo de salida de su campaña, el día 12, y volverá a dicha comunidad el penúltimo día, con un mitin en Alicante el 24. También en Extremadura (Abascal estuvo el 28 de abril en Badajoz y acudió el viernes a Cáceres) al PP le sería imprescindible el apoyo de Vox para derribar a Guillermo Fernández Vara si PSOE y Podemos no logran la mayoría.

De las comunidades donde solo se celebran elecciones municipales, Abascal no ha acudido a Galicia, feudo de Feijóo, ni a Castilla y León, donde gobierna en coalición. Sus visitas a País Vasco y Cataluña han tenido un fuerte contenido simbólico: estuvo en Vitoria, su provincia natal, y en la barcelonesa plaza de Artós, tradicional escenario de enfrentamiento entre ultras e independentistas. Y el jueves estará en Sevilla, el Ayuntamiento más importante gobernado por el PSOE en toda España, en el que Vox aspira a tener la llave que dé la alcaldía al PP. En cambio, Abascal no ha pisado en toda la campaña las ciudades más importantes gobernadas por el PP: ni Madrid, ni Zaragoza, ni Málaga.

Solo hay dos instituciones controladas por los populares en las que Vox ha echado el resto. Una es la Región de Murcia, en cuya capital celebró un mitin multitudinario el 12 de febrero, y a donde volverá el martes con un acto en Cartagena. El presidente murciano, Fernando López Miras, del PP, prescindió de Vox en la anterior legislatura al pactar con los diputados que expulsó Abascal de su partido, y este quiere forzarlo ahora a dar entrada a sus representantes en el Gobierno.

Pero la plaza en la que el líder ultra planea vengarse en frío del PP es Ceuta, a donde acudirá el martes. Después de que Vox fuera la fuerza más votada en las generales de noviembre de 2019, la Asamblea declaró a Abascal persona non grata por alimentar la tensión entre las comunidades que conviven en la ciudad en plena crisis fronteriza con Marruecos, una moción que salió adelante gracias a la abstención del presidente ceutí, el popular Juan Vivas. Abascal no se lo ha perdonado todavía.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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