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Las consecuencias de la dana
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Es urgente pasar página de Mazón, así lo acredita un notario

El bucle exculpatorio de un presidente que sigue defendiendo su cháchara de cuatro horas (o cinco, si lo certifica un fedatario, que diría el ‘molt honorable’) mientras sus conciudadanos se ahogaban resulta ya insoportable

Ferran Bono

Carlos Mazón ya solo debería comparecer ante el juzgado, si así lo estima la magistrada instructora de la causa penal de la dana, que no deja de recabar indicios sobre su intervención en la gestión de la catástrofe. Otra comparecencia en el Senado como la de este lunes en el Congreso de los Diputados resultaría insoportable y, finalmente, inane. Primero, para los familiares de las víctimas y segundo, para cualquiera con dos dedos de frente. Es urgente pasar página ya en el plano político y social. Que siga defendiendo su larga comida y sobremesa de cuatro horas que podrían ser cinco, si así lo acreditara un notario, según su último giro para justificar su aversión al “minutaje” y no contar toda la verdad, es insultante. Si el cinismo es la desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables, su actuación es un paradigma de la definición de la RAE.

Mazón no estaba donde tenía que estar en la tarde más trágica que se recuerda en el territorio en que gobierna. No estaba solucionando la infrafinanciación que atenaza a la Comunidad Valenciana ni desbloqueando un nuevo pelotazo urbanístico en la playa, como se llegó a decir. Estaba de cháchara con una periodista en el reservado de un restaurante. Estaba recibiendo clases, por ejemplo, de cómo pronunciar bien la ll palatal sonora de la palabra Consell que su padrino político Eduardo Zaplana siempre articuló como un foraster; estaban hablando de que no le iría mal introducir el valenciano en sus intervenciones; de lo que habría que hacer para que la televisión autonómica saliera de su escasa audiencia (lo que lastró fatídicamente el impacto de su extraordinario trabajo durante las inundaciones), de esto y de lo otro... Mientras tanto, el president recibía llamadas o él se prestaba a hacerlas a partir de las 17.37. El contenido de todas ellas seguro que no tenía nada que ver con la conversación de la sobremesa. O sí, si así lo acreditara un notario.

Aunque se dieran por ciertas todas las excusas que Mazón repitió en el Congreso ante una hiperventilada oposición, la mayoría de la cual se dejó llevar por la sobreactuación, tan efectista como poco efectiva; aunque se aceptara que hubo apagón informativo y que no había datos para haber sido mucho más previsores, en contra de los autos de la magistrada Nuria Ruiz Tobarra o de las decisiones adoptadas por las principales universidades de la ciudad, la de Valencia y la Politécnica (ambas suspendieron las clases, la primera el día anterior) o por diversos ayuntamientos; aunque se compartiera que la Aemet y la Confederación Hidrográfica del Júcar habían ido a por peras y no a por agua, y aunque se justificara su sonrojante insistencia en que no era su competencia la gestión de la emergencia, Mazón tendría que haber dimitido por acción o por omisión, al poco de haber digerido la comida y la magnitud de la catástrofe que se llevó la vida de 229 personas. Y no esperar un año.

“No estuve donde tenía que estar en uno de los peores días de la historia de nuestra comunidad y por eso no debo continuar”. Si hubiera actuado con esa responsabilidad política y hubiera dicho algo así, las cosas habrían sido muy diferentes y su persona no generaría el rechazo y la rabia en la mayor parte de los familiares de las víctimas, como se manifestó en el funeral de Estado. Sin embargo, hemos estado un año hablando, como le corresponde a la prensa que debe fiscalizar el poder, de sus andanzas la tarde de la dana, de sus mentiras y sus medias verdades, de que, por ejemplo, solo pasó por el Palau de la Generalitat para poder decir después que había estado en el Palau, “trabajando”.

Ahora, en su última comparecencia, ha incorporado un nuevo macguffin hitchcockniano en su relato: la mochila que le suele acompañar. Allí guardaba un suéter aquel día y también su móvil, al menos a las 19.10. Allí debía estar porque se le pasó la llamada de la consejera de la emergencia, Salomé Pradas, cuando se debatía en el Cecopi el dramático envío de la alerta a la ciudadanía, según sugirió Mazón en el Congreso, cuya comparecencia evidenció la urgente necesidad de pasar página del actual president de la Generalitat.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.
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