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Los altercados por pasajeros ebrios en aviones crecen, sobre todo en los que vuelan a Alicante y Tenerife

Los británicos son los principales causantes de los conflictos en pleno vuelo, que en el primer semestre de 2023 se saldaron con 709 denuncias en España

Aeropuerto Alicante
Embarque a pie de pista de un vuelo de Ryanair con destino a Santiago de Compostela, en septiembre de 2022.JOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ
Rafa Burgos

Las alertas surgen en pleno vuelo. El fin de semana pasado, la tripulación de un avión con destino al aeropuerto de Alicante-Elche Miguel Hernández avisó a la sección Fiscal y de Fronteras de la Guardia Civil de que un pasajero borracho no paraba de hacer proposiciones indecentes a dos menores que ocupaban asientos cercanos. Desde otra aeronave, informaron de que un viajero también afectado por el alcohol llegó a tocar los pechos y a romper las medias de una azafata. El 1 de julio, un vuelo procedente de Manchester (Reino Unido) se vio alterado por la presencia de 15 pasajeros conflictivos.

Los altercados derivados del abuso del alcohol u otras sustancias en pleno vuelo se suceden a diario. La Agencia Española de Seguridad Aérea (AESA) ha detectado un “incremento significativo de denuncias”, especialmente desde 2022. Y la situación va en aumento. “Existen 709 denuncias en el primer semestre de 2023, 137 más que en el mismo periodo del año pasado”, indican. En España, los aeropuertos más afectados son el Miguel Hernández y el de Tenerife Sur, que superan el centenar de casos.

Salvo durante las restricciones al tráfico aéreo aplicadas por la pandemia de coronavirus entre 2020 y 2021, años en los que los casos bajaron, pero no desaparecieron, los “comportamientos inadecuados o conflictivos durante vuelos de transporte aéreo comercial” no han parado de crecer desde 2017. De hecho, se han duplicado. Frente a los 718 casos registrados por AESA ese año, en 2022 se produjeron 1.361.

“Entre las causas más frecuentes de estos incidentes se encuentran las relacionadas con el consumo de alcohol, tanto antes como durante el vuelo”, destaca la agencia dependiente del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, pero también “por comportamientos inadecuados al estar bajo los efectos de sustancias psicoactivas”. La alteración conduce a “violencia contra la tripulación y otros pasajeros, acoso, abuso verbal, fumar a bordo, incumplimiento de las instrucciones de seguridad y salud pública y otras formas de indisciplina”, señala AESA.

El perfil tipo: un británico con destino a Alicante

Los registros de la agencia estatal marcan el perfil más habitual de pasajero conflictivo: un ciudadano británico que sale de su país con destino a Alicante. Así, este año, la nacionalidad mayoritaria en este tipo de casos es la británica, con 246 incidentes, seguida de la española (135) y alemana (56). Los aeropuertos de origen suelen estar situados, también, en Reino Unido (255 casos), España (191) y Alemania (47). Y, en cuanto a los destinos, Alicante encabeza la lista de 2023 con 115 denuncias, seguido de Tenerife Sur (102), Barcelona (98), Palma de Mallorca (77), Madrid (50) y Málaga (39). AESA destaca que, mientras que en 2022 se multiplicaron las denuncias por la negativa a hacer uso de las mascarillas durante el viaje, este año han crecido los altercados generados por grupos de pasajeros.

La situación mantiene en alerta constante, sobre todo los fines de semana, a los 125 agentes de la sección Fiscal y de Fronteras destacados en el aeródromo alicantino, según el teniente al mando, Manuel Cárdenas. “En verano, se producen casos casi todos los días”, lamenta. Y sus datos apuntan, principalmente, a los pasajeros británicos que, “en compañías como Easyjet o Ryanair, consiguen ofertas de vuelo, traslado a una discoteca de Benidorm y regreso por poco más de 100 euros”. Estos precios son el reclamo ineludible para “despedidas de soltero, viajes de fin de curso, quedadas moteras o visitas a festivales de música”.

Dos guardias civiles patrullan la terminal alicantina, en una imagen cedida por el instituto armado.
Dos guardias civiles patrullan la terminal alicantina, en una imagen cedida por el instituto armado.

El afán de fiesta, por ejemplo, motivó que “una joven británica de poco más de 20 años discutiera en el avión con su hermano, de unos 10 años y con un leve trastorno del espectro autista”, rememora Cárdenas. “Al llegar a la terminal, la chica lo abandonó y avisó desde Finestrat”, municipio vecino de Benidorm, de que “el niño estaba en el aeropuerto”. La Guardia Civil la arrestó por “abandono de menores”. De los 31 detenidos por incidentes relacionados con el alcohol en pleno vuelo en lo que va de año, 16 tenían pasaporte de la Gran Bretaña, el 51,16%. Un tercio de los pasajeros que pisan el aeropuerto Miguel Hernández vuela desde Reino Unido.

El teniente Cárdenas refiere también casos de peleas, agresiones sexuales o violencia de género. Hace unas semanas, en las redes sociales apareció un caso con una treintena de viajeros implicados. “En realidad eran 15”, de los que el informe del comandante, preceptivo en estos casos, “solo denunciaba a dos”, aclara. Pero hace unos años, “hubo un caso en que participó un equipo de rugby al completo”, recuerda. En ocasiones, el alcohol se traduce en violencia de género, como en el caso de una pareja británica en el que “él abofeteó a su mujer en el avión”. Al llegar a Alicante, “la víctima interpuso una denuncia y el juzgado de Elche decretó una medida de alejamiento contra el agresor”. Dos días después, “ambos volvieron juntos, reconciliados y de la mano y tuvimos que detener al hombre por quebrantar el alejamiento”.

Este tipo de incidentes se resuelve habitualmente con la presencia de los agentes en la puerta del avión nada más aterrizar, que siguen un protocolo de actuación marcado por AESA. “Se intenta una salida ordenada de los pasajeros y que los conflictivos sean los primeros”, explica el teniente. “Si no deponen su actitud, se desaloja al resto del pasaje y se accede al avión”, continúa. Según su experiencia, los pasajeros problemáticos “en cuanto se ven solos, sin cámaras alrededor ni nadie que los jalee, se tranquilizan”.

El uso de la fuerza para reducir a los viajeros molestos “es muy raro”. A juicio de Cárdenas, la clave está en “identificar a ese tipo de pasajeros durante el proceso de embarque”. “Es una labor preventiva, necesaria y eficaz para evitar males mayores durante el vuelo”, explica. En el caso de que el pasajero ebrio “haya subido a bordo y dé problemas antes de despegar, se debería volver al parking, avisar a las autoridades y desembarcarlo”.

Una vez en el aire, ante la presencia de un pasajero ebrio “se debe retirar inmediatamente la venta de bebidas alcohólicas, pues el efecto del alcohol se potencia con la altitud”. “El comandante puede coordinar la asistencia en tierra de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para desalojar a los pasajeros conflictivos y elaborar la correspondiente denuncia”, prosigue la agencia, “con un informe lo más detallado posible de los hechos, firmado por el comandante”. En los casos más extremos, “podría llegar a desviarse el avión para aterrizar en el aeropuerto más cercano y desembarcar al pasajero conflictivo”. Es lo que sucedió en noviembre de 2022 con un pasajero que agredió a una azafata durante un vuelo entre Leeds y Alicante, que finalmente fue desviado al aeropuerto francés de Nantes.


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