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El embolado político de los ‘bous al carrer’ valencianos

Los siete muertos entre julio y agosto, los 300 heridos y el cambio de mentalidad abren un debate sobre el futuro de los festejos populares en el Gobierno valenciano, los partidos y la sociedad

Muerte Bous al carrer 2022
Imágenes de los 'bous al carrer' en la localidad castellonense de La Llosa durante sus fiestas de abril de este año.ANGEL SANCHEZ/ACF Fotografía
Ferran Bono

La violenta muerte de siete personas solo entre los meses de julio y agosto y los más de 300 heridos durante el año en los llamados bous al carrer, los populares festejos taurinos que se celebran en la Comunidad Valenciana, han disparado las alarmas. Los datos igualan el registro más trágico de 2015, sin haber finalizado 2022. Y han ido acompañados por la difusión de imágenes impactantes: el vídeo de la cornada de una vaquilla a una de las víctimas mortales, una mujer francesa de 72 años, el de dos niños de 9 y 10 años ayudando a embolar un toro cuando se le prende fuego a las bolas de estopa colocadas en un soporte sobre los cuernos o el de los mugidos de un toro en este ritual.

Todo ello, unido a una mayor concienciación sobre el maltrato animal, ha contribuido a sensibilizar a la opinión pública y a poner el foco mediático y político sobre esta arraigada tradición que suma 7.000 festejos hasta julio en casi 300 poblaciones de la Comunidad Valenciana, territorio que concentra más de las mitad de todos los que se celebran en España al año (unos 16.000), según apuntó el pasado lunes el secretario autonómico de Emergencia, el socialista Josep Maria Àngel.

El responsable político incidió en el aumento de las “imprudencias” y en “la pérdida del miedo al toro” en una actividad en la que “el riesgo cero no existe” como razones que explican el aumento de siniestros. Un día después, la vicepresidenta y portavoz del Consell, Aitana Mas, de Compromís, subió el tono y manifestó que la sociedad está pidiendo “valentía” para abrir un debate sobre el futuro de los bous al carrer (que incluyen la suelta de vaquillas, el toro embolado, los encierros, el bou a la mar y el toro de cuerda, entre otros). El presidente catalán, Pere Aragonès, de Esquerra Republicana, también pidió semanas antes “abrir un debate” sobre los correbous, como se llaman en las Terres de l’Ebre, el otro epicentro de este tipo de festejos en España.

La apelación a la valentía por Mas refleja el embolado (“cometido engorroso, problema o situación difícil que expone al deslucimiento”, en la tercera acepción de la RAE) político de la cuestión, sobre todo para las formaciones de izquierda que, además, han auspiciado nuevas normas por el bienestar animal. Los bous al carrer cuentan con un notable respaldo popular con siglos de historia en determinadas poblaciones. Algún representante de las peñas taurinas ha sugerido que los que no autoricen los festejos, como ha hecho el equipo de gobierno de Tavernes de la Valldigna (17.162 habitantes), presidido por Compromís con el apoyo del PSPV-PSOE, lo pagarán en las urnas. Las próximas elecciones municipales se celebrarán el 28 de mayo, y posiblemente coincidan con las autonómicas en la Comunidad Valenciana.

Imagen de archivo de un toro embolado en Nules de hace tres años.
Imagen de archivo de un toro embolado en Nules de hace tres años. Ángel Sánchez

No obstante, diversas poblaciones han decidido no autorizar los bous al carrer desde hace unos años con el apoyo de consultas ciudadanas como Sueca, Paterna, Aldaia, Xirivella, Silla y Sueca, entre otras. Dentro de los partidos de izquierda hay distintas sensibilidades y posturas sobre el tema. Algunos la expresan públicamente y otros prefieren callarse. Desde el PP, Ciudadanos y Vox han salido a defender la tradición. Sí ha habido cierta coincidencia en el alud de manifestaciones entre los representantes de dos de los tres partidos del Consell (PSPV y Compromís) en varios puntos: no se apuesta por la prohibición, sino por abrir un debate, y se respeta la autonomía municipal para su autorización. La tercera pata, Unides Podem, planteó reducir estos festejos y buscar alternativas respetuosas con los animales, según expresó su coordinadora, Pilar Lima.

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El presidente de la Generalitat, el socialista Ximo Puig, consideró “legítimo” el debate, recordó que cada ayuntamiento “tiene capacidad autónoma para decidir” y subrayó que la normativa valenciana es “muy estricta”. Y lo es, según los afectados. Pero su aplicación y cumplimiento no siempre, como se puede comprobar en los múltiples vídeos que circulan por internet. Desde 1910, en los Sanfermines se han registrado 16 muertes; en los bous al carrer, 52 desde el 2005, si bien el número de festejos y participantes es mucho mayor en este último caso. Mas se preguntaba el viernes si “una fiesta en la que muere gente es una fiesta”.

Los bous al carrer no han dejado de crecer desde hace más de una década, paralelamente al descenso en la asistencia y en el número de corridas de toros. Un estudio de la Universitat de València cifraba hace tres años en 300 millones los ingresos anuales por los festejos que generan cerca de 3.000 empleos. Hay más fiestas, más público, más descontrol, más muertos. El veterano crítico taurino Vicent Sobrino considera que la “vigilancia es el principal problema”. “Se cuela mucha gente en los recintos urbanos que son grandes y abiertos. Hay pueblos que no tienen medios para garantizar la seguridad. Hay mucha imprudencia y menos conocimiento por parte de la gente del peligro que entraña el toro. Y también creo que falta autoridad en los organizadores. Además, en los festejos debería haber un número concreto de profesionales que solucionaran problemas, como dirigir al toro en un momento para evitar embestidas. Ahora no veo apenas”, señala.

Las peñas denunciarán

El presidente de la Federació de Penyes de Bous al Carrer, Germán Zaragozá, pidió el lunes más presencia policial y anunció más cursos de formación para los participantes. El jueves, ante la evolución de los acontecimientos, la entidad emitió un duro comunicado que criticaba las iniciativas políticas por su “marcada finalidad electoralista”, y anunciaba “las acciones judiciales que procedan” contra quienes vulneren “los derechos de los aficionados valencianos”, apelando a la ley de protección de la tauromaquia de 2013.

El partido animalista Pacma es el más crítico con los bous al carrer y el maltrato, una cuestión que también divide. Algunos responsables políticos argumentan que la suelta de toros y vaquillas para que corran por las calles detrás de la gente, sin pinchazos ni estocadas, no implica maltrato. El toro muere en el matadero. Sí lo hay en el traslado en cajones donde la temperatura puede ser altísima. Se han producido varias muertes de reses este verano. Algunos veterinarios apuntan además situaciones de estrés que sufre el animal, sobre todo en el toro embolado. La presidenta del Colegio Oficial de Veterinarios de Valencia, Inmaculada Ibor, insiste en la necesidad de la presencia de un veterinario en los festejos y en cumplir de manera escrupulosa la normativa.

Algunos conocidos ganaderos se han negado a vender sus toros a las peñas para ser embolados por la noche tras correrlos por el día porque consideran que “se humilla al animal”, afirman fuentes del sector. Los bous al carrer son también una fuentes de ingresos para los ganaderos y más ahora que se reducen las corridas. Las peñas de los pueblos compiten también en la estampa y apostura de sus toros.

En Burriana (34.903 habitantes), la empresa Satine pagó en 2019 en torno a 20.000 euros por Nubarrón, de Partido de resina, para que corriera por las calles. Ahora ha comprado el Mihura Zahonero para cerrar el sábado las fiestas de la población castellonense. Hasta entonces aguardará su turno en unos chiqueros con aire acondicionado.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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