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Mujer, de 60 años, alcohólica y con depresión necesita tratamiento a la carta

La asociación Patim apunta al envejecimiento de la población atendida, los casos de patología dual y el auge del juego ‘online’ como grandes retos para abordar las adicciones

Asociacion Patim
Una usuaria de los programas de Patim, fotografiada en el Parque Ribalta de Castellón frente a la sede de la asociación.ANGEL SANCHEZ

María carga con el estigma de ser una mujer con una adicción (al alcohol desde los 17 años), y además sufrir una enfermedad mental: fue diagnosticada de depresión a los 40 años. La cada vez mayor diversidad de perfiles de personas necesitadas de un tratamiento contra sus adicciones exige un adaptación a la carta. La última memoria de Patim, entidad especializada en el tratamiento de adicciones tóxicas y no tóxicas, con seis recursos asistenciales en la Comunidad Valenciana, apunta al envejecimiento de la población atendida, los casos de patología dual y el auge del juego online como los nuevos desafíos a los que hacer frente en el mundo de las adicciones.

El 57% de personas usuarias de los diferentes recursos y programas de Patim (un 15% más que el ejercicio anterior) tiene más de 42 años. María rebasa este límite en casi dos décadas, reforzando esa cronicidad de las adicciones —se tratan pero no desaparecen— que reclama nuevos enfoques para atender una tipología de paciente con unas características distintas a las de quien demanda ayuda con menos de treinta años.

“Las necesidades de un chaval de 15 años, consumidor de cannabis o que abusa de las apuestas deportivas, no serán las mismas que las de una persona de 50 adicta al alcohol o la cocaína”, explica Saúl D’Oleo, psicólogo de Patim. “Nuestros programas son individualizados y tratamos de ajustarlos a las necesidades específicas de cada individuo pero el hecho de que la edad media de nuestros pacientes vaya aumentando nos exige también que seamos capaces de llevar varias velocidades de tratamiento para ajustarlo a todos los perfiles” añade.

En la misma línea se pronuncia Ariel de Lucas, responsable del centro de día de Patim. “Las adicciones son crónicas. Es como una diabetes. Si es crónica ¿cómo podemos pretender que todo el mundo pueda salir de ellas de igual manera? No todas las personas tienen la misma capacidad. El reto es valorar el mejor programa para garantizarle a esa persona el máximo bienestar físico, psicológico y social”, señala.

Al centro de día de Patim acude cada mañana María desde hace dos años, tras pasar por la comunidad terapéutica, la vivienda de apoyo al tratamiento y el piso de inserción. Reconoce que ir al centro le ayuda a organizar su tiempo mientras encuentra trabajo como cuidadora de personas mayores. También a combatir esa soledad “con la que no queda más remedio que hacerse, porque mi hijo vive en otra ciudad y nos vemos sólo una vez a la semana”, indica. En el centro de día participa en talleres, refresca conocimientos “y datos que tenía olvidados, y que me ayudan”. “Estaré aquí hasta que pueda. No me gustaría dejarlo, incluso si me saliera trabajo trataría de venir de vez en cuando”, advierte.

Además de atender a una población cada vez más mayor, el equipo técnico de Patim apunta el incremento de casos de patología dual -adicción y enfermedad mental- como una tendencia que es necesario seguir de cerca para adaptar los enfoques de tratamiento a una realidad con muchos matices. El 23% de los pacientes tratados en Patim están diagnosticados con un trastorno psiquiátrico del que también reciben un tratamiento específico. Y también en este grupo figura María. “La primera depresión fue a raíz del fallecimiento de mi padre. En aquel momento estaba abstinente”, dice.

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La patología dual es una especie de pescadilla que se muerde la cola. Un bucle sin principio ni final. “Muchas veces hay trastorno mental por culpa de la adicción, y otras veces, fruto del trastorno mental, se consume”, apunta la coordinadora de Programas de Patim, Inma Galmés, que indica: “No todas las personas que vienen están diagnosticadas de patología dual. Eso ayudaría mucho, y por eso la coordinación entre las áreas de tratamiento de adicciones y salud mental es fundamental. Muchas veces parece que lo urgente es que no consuma, y la enfermedad mental se enmascara un poco”, explica.

Lo corrobora María. A pesar de haber sido diagnosticada de patología dual, reconoce que la depresión es un tema que nunca ha hablado con su hijo, “y la verdad es que no sé por qué”. Para ella supone un doble desafío: “He de estar siempre el doble de alerta, porque puede volver la adicción o puede volver la depresión”.

El 20% de pacientes que reclamó tratamiento en Patim en 2021 fueron mujeres. El porcentaje es ligeramente menor que en 2020, pero la adherencia a tratamiento crece. “Lo importante es mantener a esas mujeres y que no abandonen”, indica Inma Galmés. “Es una tendencia que debe mantenerse por la consolidación de los dos servicios específicos que funcionan desde 2017″, señala en alusión a la Vivienda de Apoyo a la Inserción Sociolaboral (VAIS) y la Vivienda de Apoyo a Tratamiento, dirigidas únicamente a mujeres. “Los programas a medida que se consolidan tienen más adherencia”, incide.

Por lo que respecta a las adicciones con sustancia, la droga principal por la que se demanda tratamiento en Patim es la cocaína. Representa la mitad de los casos atendidos en 2021, bien como sustancia única o en combinación con otras como el alcohol. El alcohol es la segunda droga problema para un 28% de las personas atendidas, como María, y el juego ocupa el tercer lugar en la lista de adicciones con un 23% del total de casos.

Sobre el juego, el perfil es el de un hombre de unos 30 años, con una vida normalizada –trabaja y con estudios medios- pero la principal diferencia del año anterior es que se ha roto el equilibrio entre los casos atendidos por juego presencial –tragaperras, ruleta- en favor del juego online. El 54% de las personas atendidas son jugadores que utilizan dispositivos digitales –ordenador y móviles- para jugar, especialmente a las apuestas deportivas (51,6%).

Patim ha atendido a lo largo de 2021 a 342 personas a través de sus seis recursos asistenciales en Castellón y Valencia.

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